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Final y principio

Un año decisivo que explica la enorme fortuna de la España actual

El rey Juan Carlos reúne a los líderes políticos en la jornada de reflexión de 1982.
El rey Juan Carlos reúne a los líderes políticos en la jornada de reflexión de 1982.marisa flórez

En las elecciones del 15 de junio de 1977 se acoplaron, al fin, la España real (distanciada ya del régimen de Franco, en sus hábitos y mentalidad, desde al menos una década antes) y la España oficial (en buena medida ya de cartón piedra, pero aún en pie y, sobre todo, armada y con todos los poderes en la mano). Fueron las primeras elecciones libres desde 1936 y pudo participar un apenas recién legalizado Partido Comunista. No solo eso: la presidencia de edad de la sesión inicial de esas primeras Cortes de la restaurada democracia correspondió, ni más ni menos, que a Dolores Ibárruri, Pasionaria.

Resulta imposible, para quien no lo viviera entonces, entender ahora, desde la distancia, la estruendosa magnitud simbólica que revistió este hecho. En la ciudadanía había ilusión y había miedo. Los españoles querían democracia (los sondeos —que empezaron a existir en aquellos años— así lo indicaban: puedo dar fe de ello, pues participé en la elaboración de varios). Pero también les horrorizaba la posibilidad de un nuevo enfrentamiento fratricida.

Los españoles querían democracia. Pero también les horrorizaba la posibilidad de un nuevo enfrentamiento fratricida

En la memoria colectiva seguía pesando el estremecido, y aún no cicatrizado, recuerdo de la Guerra Civil y de cuanto tras ella vino. Se explica así la tácita —y masivamente apoyada— decisión de pasar página cuanto antes, que ahora tantos con arrogante displicencia critican (resulta muy barato ponerse estupendo desde la barrera, y a toro ya muy pasado, cuando los personajes que aún tanto asustaban —y con sobrado motivo— son ya solo sombras difusas de un pasado no vivido).

Los que sí vivimos el año 1977 conocemos muy bien la abrumadora incertidumbre del momento. No había manual de instrucciones: nunca antes ningún país había logrado transitar con éxito, y sin añadido baño de sangre por medio, desde la dictadura hasta la libertad. En 1977 España lo consiguió: con el miedo, y la generosidad, y la prudencia, y el redescubrimiento del mutuo respeto (¡eso que Fernando de los Ríos consideraba que era lo auténticamente revolucionario en España!) que tantos pusieron entonces sobre la mesa. Y digan lo que digan ahora, desde un presente infinitamente más confortable, algunos que solo conocen de oídas lo que entonces aconteció, fue, sencillamente, un año decisivo. Junto con 1982, el que explica la enorme fortuna colectiva que, pese a todo, representa la España actual. 

José Juan Toharia es sociólogo.

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