Christopher Bailey, responsable de la Iniciativa Arte y Salud de la OMS: “Participar en el arte tiene una dimensión sanadora”
El dramaturgo estadounidense explica que participar en artes “puede ayudar a sobrellevar las tensiones cotidianas, a aumentar habilidades y a encontrar alegría y sentido en situaciones difíciles”
“A mis 20 años, cuando era joven y guapo, era actor profesional y me enfoqué en el teatro”, recuerda desde Ginebra por videoconferencia con EL PAÍS el estadounidense Christopher Bailey. Pero, al formar una familia, el también dramaturgo educado en Columbia y Oxford y en la American Academy of Dramatic Arts, hoy responsable de la Iniciativa Arte y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), consideró que la inestable vida artística no les iba a dar de comer. Una oferta laboral en las páginas de The New York Times le llevó a ser director de investigación de la Fundación Rockefeller, desde donde le reclutó esta agencia de Naciones Unidas en la que ha desempeñado diferentes cargos desde hace dos décadas.
Cuando en 2017 el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus tomo posesión como su director general, hizo un llamamiento al personal para que aportara “ideas locas y creativas”. “Mi idea loca fue comenzar el programa de arte y salud y me dio 15 minutos para hacerle mi planteamiento,” rememora Bailey, nacido en Duluth, Minnesota (EE UU) hace 58 años.. “Mi argumento era bastante sencillo: los datos, las pruebas y la información son esenciales para identificar la verdad científica objetiva, para salvar vidas, pero no son suficientes para cambiar comportamientos y convicciones profundas sobre la salud. Para ello se necesita empatía, a menudo en forma de narración. Él estuvo de acuerdo y ese fue el punto de partida.” Bailey continúa: “Lo que no comprendí del todo hasta que empecé a trabajar en este campo, y lo que descubrimos con la investigación, es que hay todo un espectro de beneficios para la salud que no tienen nada que ver con los mensajes en sí. Es la participación en el arte lo que tiene una dimensión sanadora. Y sí, hay un contenido significado en ella, pero no ha sido necesariamente impulsado por el significado del artista. Es el que el receptor, quien participa en el arte realmente pone sobre la mesa y eso es parte del efecto sanador”.
Sobre las pruebas científicas subyacentes a esa cualidad de las artes, la Oficina Regional de la OMS para Europa publicó en 2019 el mayor informe hasta la fecha. Esa revisión de 3.500 estudios concluyó que “las artes pueden tener un impacto potencial en la salud mental y física”, algo que Bailey conoce por experiencia propia: padeció cáncer y el glaucoma lo dejó casi totalmente ciego. De cómo el arte y la ciencia le han ayudado a adaptar su forma de verse a sí mismo y al mundo habla en su monólogo The vanishing point: a journey into blindness and perception (El punto de fuga: un viaje a la ceguera y la percepción), que ha representado en lugares diversos del planeta, desde el Festival Hamwe sobre las artes y la salud en Ruanda al Lincoln Center de Nueva York. Hoy se considera parte del clan de los artistas y del clan de los sanadores.
Pregunta. ¿Cómo se interconectan ambos ámbitos?
Respuesta. Vuelvo a mi cita favorita de Carl Jung [psiquiatra fundador de la psicología analítica], que decía que la soledad no es la ausencia de gente, sino la incapacidad de expresar lo que más importa. Esa es la esencia de la naturaleza sanadora de las artes. No argumentamos que las artes curen las afecciones médicas, sino que la participación en las artes puede ayudar a sobrellevar las tensiones cotidianas, a aumentar tus habilidades, puede hacerte más productivo, puede ayudarte a participar en la comunidad y a encontrar alegría y sentido en situaciones difíciles. Desde ahí, obviamente, también mejora tu bienestar físico y social. Eso tiene enormes beneficios para la persona enferma, para sus cuidadores y para quienes están sanos.
P. Dice que su camino hacia la ceguera le ha enseñado sobre la percepción, la empatía y el poder curativo de las artes.
R. Sí, me ayudó en mi trabajo y en mi conexión con otras formas de pérdida. Las artes te ayudan a sobrellevarlas, pero la ciencia también te ayuda. Ese fue mi mecanismo para afrontarlas. Cuando perdí gran parte de mi visión, me reconfortó no solo el compromiso artístico, sino también la comprensión de lo que estaba sucediendo científicamente, entender los mecanismos de percepción. Aunque eso no me devolvió la vista, me dio una sensación de significado, de control, de comprender de forma más profunda lo que realmente significan la percepción y la imaginación. Y donde las artes entran de nuevo es en la reinvención de uno mismo. No como escapada o negación, sino para abrazar lo sucedido, aprender nuevas habilidades y redefinir quién soy como una persona no tanto con una discapacidad, sino que por necesidad tuvo que adquirir nuevas habilidades y transformarse. No mejor, sino diferente, y abrazar ese cambio.
P. Nuestra conexión con los museos, las películas o la literatura nos ha ayudado a afrontar la pandemia. ¿Somos ahora más conscientes de lo importante que es el arte?
R. La pandemia exacerbó un problema preexistente: la pérdida de fe de los jóvenes en el futuro, especialmente cuando la generación de más edad no estaba dando los pasos necesarios para afrontarla y entender cuáles eran las condiciones que la habían provocado. En cierto modo, la pandemia abrió los ojos a mucha gente. Sobre todo a los jóvenes, que tendrían que empezar a inventar su propio futuro bajo la amenaza existencial del cambio climático y el auge de modelos mentales que retoman formas de pensar coloniales. Exigía que los jóvenes empezaran a hacerse cargo de su visión del futuro y eso es, esencialmente, un acto creativo. Los artistas son quienes pueden imaginar las alternativas más constructivas y positivas, los científicos quienes realmente pueden confirmar la forma de hacerlo.
“La pandemia exacerbó un problema preexistente: la pérdida de fe de los jóvenes en el futuro”
P. Usted reclamó el año pasado una “revolución de las artes sanadoras”, desde el Metropolitan de Nueva York, argumentando que las artes mejoran los resultados sanitarios y reducen costes. ¿Cómo va la revolución?
R. Hemos creado la Healing Arts Initiative (Iniciativa de Artes Sanadoras), tenemos un número creciente de centros de investigación en todo el mundo buscando las pruebas de los beneficios para la salud de las artes. ¿Por qué funciona?, ¿qué ocurre en la bioquímica del cerebro durante una experiencia estética profunda?, ¿cuál es la diferencia entre curar y sanar? A medida que ese conjunto de pruebas crezca, esperamos presentarlo a los estados miembros para recomendar políticas e inversiones en las artes, no como simple motor económico o forma de preservación cultural, sino en beneficio explícito de la salud.
P. ¿Qué otros proyectos desarrollan?
R. Trabajamos con comunidades desfavorecidas de todo el mundo sobre cómo utilizar las artes para abordar sus apremiantes necesidades actuales. Por ejemplo, con la comunidad yazidí en Irak, utilizando la fotografía para preservar parte de su cultura perdida bajo la ocupación del ISIS y darles herramientas con las que reimaginar su identidad para el futuro. También prestamos apoyo psicosocial a los refugiados ucranianos, de Oriente Medio o del Sahel. O utilizando payasos en los campamentos para que los niños participen en juegos que les hagan reír y les recuerden que el mundo puede ser un buen lugar. Esa es para mí una de las dimensiones más profundas de las artes. Toda forma de arte implica un sentido de comunidad. En esa experiencia compartida, formando las neuronas espejo de nuestro cerebro, desarrollamos empatía con los demás y por los demás, una causa común con los vulnerables, con los desatendidos. Eso es lo que quería decir con esta revolución del corazón; es reconocer que cuando los seres humanos desarrollan esta chispa creativa del “qué pasaría si”, parte de ella es ser capaz de mirar más allá de nosotros mismos para valorar la identidad común.
P. ¿Están sanitarios y artistas interesados en trabajar juntos?
R. Si nos remontamos en el tiempo, allá por la prehistoria, la sanidad y las artes estaban muy interrelacionadas. Solo se separaron por razones prácticas muy comprensibles, pero siguen compartiendo cierto ADN común y parte de él es su noción de compasión. Un médico preguntaría al paciente qué le pasa y un artista podría preguntar qué le importa. Y ambas cosas son esenciales para vivir una vida plena. En muchas partes del mundo, sobre todo en el hemisferio Sur, esa conexión nunca se perdió del todo. Existe el automatismo de suponer que los conocimientos se transfieren del Norte al Sur, pero, sobre todo en el campo de las artes y la salud, la transferencia de conocimientos va en sentido contrario.
“Un médico preguntaría al paciente qué le pasa y un artista podría preguntar qué le importa. Y ambas cosas son esenciales para vivir una vida plena”
P. ¿Y vamos progresando?
R. Tras la publicación en Reino Unido del Libro Blanco de la Cultura [que establece la estrategia gubernamental para los sectores culturales], se hizo un mayor énfasis en promover la prescripción social [que permite remitir pacientes desde atención primaria a servicios no clínicos], llevando las artes a las habitaciones de los hospitales. Eso se extendió por la Commonwealth, por lo que ahora hay programas fuertes en Australia o Canadá. Y recientemente en Estados Unidos y Europa. Estos programas suelen contar con el apoyo de todas las partes del espectro político porque mejorar la salud y expresarse de forma creativa no es de izquierdas ni de derechas, tiene un efecto unificador. Vivimos en una época en la que nos validamos menospreciando a otro y con las artes todas las voces forman una armonía, una manera muy diferente de ver la sociedad.
P. En Reino Unido existe incluso un Grupo Parlamentario Multipartidista sobre Arte, Salud y Bienestar, lo que en España quizá sería más difícil de concebir…
R. Yo no me rendiría tan rápidamente con España. Si pueden hacerlo en el Reino Unido, pueden hacerlo en España. De hecho, en todo el mundo hispanohablante abundan este tipo de cosas porque hay una tradición cultural muy rica en todas las artes. Se está viendo bastante en América Latina. Se está haciendo un trabajo muy interesante en Chile o en Argentina, utilizando el tango con los pacientes de párkinson, estudiando la participación en las artes de forma seria y desde un punto de vista empírico. No sé exactamente cuál es la situación en España, pero si no es tan madura, está preparada para serlo: tiene todos los elementos, todas las instituciones académicas y grandes tradiciones artísticas y culturales.
Puedes seguir a EL PAÍS Salud y Bienestar en Facebook, Twitter e Instagram.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.