Del amor de Brad Pitt al odio de la ‘manosfera’: cómo internet acosa y ridiculiza a las víctimas de estafas de amor
Cerca de la mitad de los comentarios que generan estas noticias ensalzan la figura del estafador y critican a la víctima


Anne pensaba que la suya era una historia de amor increíble. Ahora, toda Francia opina lo mismo. Lo más llamativo no es que esta decoradora de interiores de 53 años creyera que Brad Pitt la había agregado a Instagram. Tampoco que se tragara sus promesas de amor durante un año, las fotos creadas con inteligencia artificial o sus rocambolescas excusas para pedirle dinero. Lo más increíble es que, después de pasar por un divorcio, la estafa de 830.000 euros, una depresión y tres intentos de suicidio, Anne se haya convertido en el objetivo de una campaña de acoso online. La cadena TF1 tuvo que retirar de su página web el documental en el que contaba su historia, después de que miles de personas empezaran a insultarla hasta convertirla en un meme. Es un patrón que se repite en este tipo de estafas, donde la víctima tiende a ser ridiculizada mientras el estafador se convierte en una especie de ídolo para muchos.
Las estafas de amor online son cada vez más comunes. Según la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos, las pérdidas sufridas en 2021 en ese país ascendieron a más de 547 millones de dólares, un aumento de casi el 80% en comparación con las del año anterior. En Europa no hay datos oficiales, pero la tendencia parece ser similar. Las redes sociales y las aplicaciones para ligar son las herramientas perfectas para cualquier estafador del amor, que ahora puede engañar a su víctima con más facilidad de la que tenía en los noventa, cuando los chats y los emails eran las únicas vías de acceso. Antes lanzaban cañas al mar, ahora tienen auténticas redes de arrastre, mandando mensajes de forma masiva y usando cebos más atractivos y creíbles.
Hay estafadores que usan su físico real (aquellos canónicamente bellos, como Albert Cavallé). Otros, roban fotos de personas anónimas en redes sociales y les inventan una historia. Normalmente, se hacen pasar por militares, médicos o ingenieros en zonas de conflicto (el caso de las dos hermanas de Morata de Tajuña). Y hay un tercer grupo de estafadores que se hacen pasar por actores famosos. El caso más repetido es el de Brad Pitt. La estafa puede ser más o menos elaborada, pero en todos los casos sigue el mismo patrón. Primero se ganan la confianza de la víctima, le prometen un futuro juntos. Le dicen que valoran la honestidad y la generosidad. Que ellos son muy generosos. Y ricos. Después empiezan a pedir dinero por un imprevisto sobrevenido, una estrategia que repiten con excusas cada vez más increíbles (y más caras). Cuando son descubiertos, desaparecen.
En estos casos, coinciden los expertos, lo más doloroso no es la pérdida económica, sino el daño psicológico. La víctima pierde dinero y un amor que nunca fue. Descubre que ha sido manipulada, en algunos casos durante años, y que ha creado un vínculo de dependencia con su estafador. Entonces se siente estúpida, una idea que vienen a subrayar miles de desconocidos cuando su historia se hace pública.
Sheila Queralt detectó este patrón hace años, después de trabajar como perito lingüista en los casos de estafadores del amor más mediáticos de España, los de Francisco G. Manzanares, Rodrigo Nogueira y Albert Cavallé. Le sorprendió lo extendidos que estaban estos delitos, pero también su percepción social. Analizó entonces más de 300 comentarios en distintas redes sociales sobre noticias relacionadas con ellos. Y comprobó que un 51% se posicionaban del lado de la víctima, mientras que el 49% parecía apoyar al estafador, con frases como “menudo crack”, “es mi héroe” o “yo creí que esto solo les pasaba a los hombres”.
“Se ve claramente un sesgo de género en la percepción de los estafadores y las víctimas”, explica la experta, que escribió sobre ello en su libro Estafas amorosas. “Los hombres tienden a apoyar más a los estafadores, muchos comentarios los justifican argumentando que es lo que las mujeres han hecho históricamente con ellos, ya sea a través del matrimonio o del divorcio”. Esto es evidente en el caso de Anne y el falso Brad Pitt, pues ella estaba casada con un hombre rico, del que se divorció después de llevar meses hablando con sus estafadores. De hecho, los más de 800.000 euros que les dio fueron los que había recibido en su acuerdo de divorcio.
La otra cara de la moneda es la de Simon Leviev, conocido como el estafador de Tinder. Este se hizo mundialmente famoso por un documental de Netflix en el que se relataba cómo había estafado cientos de miles de euros a más de 20 mujeres. Después se recicló en influencer de lujo y estilo de vida con cierto éxito. Tiene 270 mil seguidores. Asegura estar preparando un libro, un documental y un reality.
En Europa y Estados Unidos son muchos los que idolatran al estafador. Y este patrón se repite en Nigeria y Ghana (señaladas como epicentros de este tipo de estafas organizadas) con sus delincuentes patrios. Una investigación de Suleman Lazarus y Ana Cassiman explicaba que se está dando “una normalización y legitimación del fraude romántico en línea en África Occidental”. Este tipo de “trabajo” está cada vez más normalizado entre la población joven, “que ve la riqueza de estos estafadores con envidia y admiración”. Su expansión está haciendo que, irónicamente, aquí cada vez haya menos diferencia de género. Contrariamente a lo que se cree, cada vez hay más estafadoras mujeres.
“Vosotros también habríais caído”
Aunque es motivo de burla, el fraude romántico se basa en complejos mecanismos psicológicos que explotan la confianza, las emociones y la vulnerabilidad de las víctimas, que en muchos casos tienen problemas mentales o de soledad. Por eso, el juicio público posterior es especialmente cruel. “Culpar a la víctima por sus acciones o por su falta de reacción no sería aceptable en otro tipo de delitos, como en las agresiones sexuales”, explica Queralt antes de preguntarse por qué aquí sí.
Las estafas online del amor afectan a todo tipo de personas, pero hay un perfil más vulnerable. Y el retrato robot se parece mucho a Anne. Monica Whitty profesora de Ciberseguridad de la Universidad de Monash, lo perfiló gracias a una investigación con más de 700 sujetos. El 60% de las víctimas fueron mujeres frente al 40% de hombres. En el caso de ellos, la estafa suele ser más sexual, se lleva a cabo en menos tiempo y, en general, por un menor importe.
La mayoría de las víctimas son de mediana edad, un 63%, mientras que las jóvenes (21%) y las ancianas (16%) caen menos en este tipo de engaños. “También fue muy interesante descubrir que las mujeres con estudios tenían más probabilidades de ser estafadas que las que no los tenían, lo que demuestra que se puede ser consciente y tener pensamiento crítico y, aun así, no identificar una estafa”, explica la experta.
Whitty ha investigado todo tipo de estafas online. Ha comprobado, por ejemplo, que las estafas del amor son más femeninas, mientras que las de inversión cuentan con más hombres. “Pero en ambos casos, las víctimas comparten características psicológicas, por ejemplo, suelen puntuar alto en impulsividad”. Otro factor a destacar es que a menudo son personas emocionalmente vulnerables. Tienen más confianza en la autoridad y son generosas. Suelen tener una fuerte necesidad de mantener la coherencia con sus compromisos anteriores. Eso puede llevarlas a mantener la interacción con un estafador, incluso cuando tienen dudas.
Las aplicaciones de citas cuentan con 137 millones de usuarios activos en el mundo. Distintas encuestas coinciden en situar en torno al 60% a las nuevas parejas que se conocen en internet. Esto coincide con una pandemia de soledad no deseada. Un 9% de la población afirma sentirse sola la mayor parte del tiempo y hasta un 35% se siente sola al menos una pequeña parte. En este contexto, un mensaje de amor de un apuesto militar en problemas o del mismísimo Brad Pitt, puede parecer algo más creíble. Y esto es peligroso porque en internet somos especialmente vulnerables. “Los investigadores saben desde hace más de 25 años que las relaciones online pueden parecer más cercanas que las relaciones cara a cara”, explica Whitty. Es lo que se conoce como “efecto Tinder”, aunque se haya estudiado desde antes de que existiera esta plataforma.
“Esto se debe a que las personas pueden estructurar y controlar sus comunicaciones y se sienten más cómodas para presentar su yo real”. Lo inquietante es que esta idea funciona exactamente igual para presentar su yo falso. Anne, la mujer francesa, lo tiene claro. Hace unos días concedió una entrevista para contestar a todos aquellos que se habían reído de ella. “Vosotros también habríais caído”, dijo. “Si alguien viene y te habla amablemente, te da atención, te dice cosas que nunca te ha dicho nadie, ni tu propio marido... pues sí, caes”.
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