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‘La educación física’, el cuerpo culpabilizado de una adolescente

Rosario Villajos, premio Biblioteca Breve, denuncia los abusos que sufre una adolescente en proceso de cambio físico y en busca de su identidad. Aunque a veces desafía la verosimilitud, la novela funciona

La educacion fisica Rosario Villajos
La escritora Rosario Villajos, el pasado 6 de febrero en Barcelona tras recibir el premio Biblioteca Breve.David Zorrakino (Europa Press / Getty Images)

Rosario Villajos (Córdoba, 1978) se formó en Bellas Artes y se ha dedicado a trabajar en muchos ámbitos y disciplinas de la industria cultural española. Debutó con la novela gráfica Face (2017) a la que siguieron novelas como Ramona (Menoslobos, 2019), La muela (Aristas Martínez, 2021) y La educación física, que se alzó con el último Premio Biblioteca Breve.

Esta novela nos presenta a su protagonista, Catalina, una adolescente de 16 años, en una carretera esperando que un coche la acerque a su ciudad. Sabemos que se trata de una tarde de agosto, y el hecho de que se halle haciendo autoestop obedece a que ha abandonado la casa de su mejor amiga, en una urbanización, después de sufrir lo que, en esos momentos de la narración, es un desagradable percance con el padre de aquélla. Estamos en la década de los noventa y con la tragedia amplificada, mediatizada, troceada y servida de las niñas salvajemente asesinadas de Alcàsser (en la provincia de Valencia, en 1992) en la mente de Catalina. Un miedo increíblemente casi parejo al de llegar tarde a casa y enfrentarse al castigo de unos padres estrictos e inflexibles.

Serán cuatro horas expandidas en muchas más en las que, mediante una tercera persona narradora, sabremos mucho de Catalina. De ella, de los dolorosos cambios en su cuerpo, de su relación conflictiva con éste. De su familia, amigas, calles y vecinos de clase media baja, así como de un entorno violento y hostil que sufre por el mero hecho de ser mujer. De sus relaciones, del miedo impuesto por un sistema monolítico y heteropatriarcal, sustentado por su propia tribu de gente corriente que ejerce de guardianes de custodia de la moral y de prisión. En esa sociedad no son necesarios guardianes, sino que basta con los propios presos.

Catalina explora sobre su propia identidad a través de su cuerpo, que por ser femenino es tratado como campo de batalla. Rencores, violencias, silencios y dolor a manos de los hombres y también mujeres-madres, las mujeres-venganza, las mujeres-resentimiento. Elige la autora el momento del cambio físico y mental de la adolescencia para ilustrar mejor la búsqueda de una identidad en un cuerpo, el femenino, al que se le aboca a ser culpable, cómplice, incitador y castigo sin posibilidad de escapatoria que no sea traumática.

Villajos toma la decisión de enfocar correctamente el tema para decirnos que todos los hombres de esa generación y de ese entorno violan, abusan, agreden a la mujer

La partitura de Villajos va a depender de la frecuencia musical con la que se elija escuchar. Puede decirse que una novela tiene defectos cuando quien la escribe pretende algo que no consigue o, incluso, que no lo intenta. Pero no se puede hablar de defecto el no dar lo que no se quiere. Y La educación física, que en ocasiones agota por un exceso de ramificaciones y elipsis, no es una novela fallida porque las decisiones que la autora toma consiguen lo que pretende. Un ejemplo: a pesar del miedo a que te viole un extraño, lo cierto es que las mujeres violadas lo son la mayoría de las veces por gente de su entorno: padres, familia, parejas, vecinos, profesor, cura. Para cincelar eso en la novela, Villajos toma la decisión de enfocar correctamente el tema para decirnos que todos los hombres de esa generación y de ese entorno violan, abusan, agreden a la mujer. Así consigue que el mensaje no se diluya. Su decisión es priorizar la denuncia por encima de lo verosímil. Habrá lectores a los que el libro se les caiga de las manos por ese trazo absoluto y aquello de que el fin justifica los medios. Pero de la decisión de asumir esas bajas lectoras, Rosario Villajos es plenamente consciente. Por eso La educación física funciona en ese registro y tono de sentencia condenatoria sin voto particular. Aunque al hacerlo incumpla las normas de la novela para algún lector sin que eso determine que sea novela fallida (y bien rematada, por cierto).

Escrita en tono salingeriano, al leerlo sabemos que estamos dentro de un mundo adolescente, y su maniqueísmo se acepta por esa variable de quién nos habla, en la cabeza de quién andamos. Todo lo que Villajos denuncia como ataques, abusos, agresiones contra la mujer, su identidad, su cuerpo eran ciertos en el momento de la novela y, lamentablemente, muchos de ellos también lo son ahora. Todos. Pero no todos a la vez en la corta vida de la misma protagonista. Aquí tenemos una derivada de la decisión que ya se ha comentado. Villajos decide no dar un respiro a nadie que no sea Catalina y un par de amigos. Sin absolución, todas las personas del entorno de ésta son siniestras y hostiles (madre, padre, hermano, profesores, padres de amigas, novios, monitores, usuarios de bus), sin matiz ni empatía, en su mundo de 16 años. Es obvio que eso atenta contra lo verosímil, pero la autora sospecha que, si hace un pacto más justo con lo verosímil, la presa se le escapa. Solo si postula que todos los hombres ejercían ese abuso puede denunciar el carácter estructural de esa violencia sobre y contra las mujeres. Villajos consigue así una novela que es una denuncia sin porosidades, una denuncia como un legítimo ajuste de cuentas con un asumido maltrato a lo verosímil como daño colateral necesario, sin ningún tipo de remordimiento novelesco.

Portada de ‘La educación física’, de Rosario Villajos.

La educación física

Rosario Villajos
Seix Barral, 2023
304 páginas. 19,90 euros


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