El último cuaderno de Saramago
La viuda del escritor portugués, Pilar del Río, encuentra textos inéditos escritos en el año en que recibió el premio Nobel
El año de 1998 comenzó en Lanzarote con una tormenta nocturna que arrancó los dos oliveras que José Saramago criaba en su casita blanca. El año lo acabó reclinado él mismo en un Corte Inglés de Madrid, en busca de unos pares de calcetines. El casual descubrimiento del sexto cuaderno de Lanzarote, con textos sobre su actividad cultural y social, va a permitir recomponer la vida del escritor portugués en el año que recibió el Nobel, ahora hace 20 años.
También era de noche cuando su viuda y traductora, Pilar Del Río, escarbaba esta primavera en los ordenadores del escritor, conservados en su casa de Lanzarote. La directora de la Fundación que lleva el nombre del escritor recopilaba, junto al poeta y ensayista Fernando Gómez Aguilera, conferencias dispersas del Nobel con el fin de publicarlas en este aniversario. “Ese fue el origen del descubrimiento del sexto cuaderno de José”, explica Del Río. “En el proceso de investigación, rastreamos otra vez los ordenadores. Ya muy de noche y muy cansada, cliqué en la carpeta que decía ‘Cuadernos’. No lo había abierto en 20 años como no había abierto la carpeta de Todos los nombres, porque eran carpetas de libros acabados. Para qué entrar y remover memorias y recuerdos. Pero en ese afán de búsqueda, cliqué en ‘Cuadernos' y ahí estaban todos los publicados, del uno al quinto, pero debajo había un sexto. No me lo podía creer, lo abrí y el archivo estaba lleno de textos. A esas horas de la noche, me pareció brujería”.
El sexto cuaderno de Saramago será lanzado mundialmente el 8 de octubre con ocasión del Primer Congreso Internacional sobre el escritor, que se celebrará en Coimbra. En ese mismo día, la editorial española Alfaguara y la portuguesa Porto publicarán la obra bajo el título de El último cuaderno de Lanzarote.
El misterio o la brujería del sexto cuaderno no lo es tanto si se repasan escritos del propio autor, pues en el epílogo del quinto cuaderno de la edición española, en 1997, ya se anunciaba un sexto; y en 2001, Saramago volvía a insistir. “El olvido lo atribuyo al terremoto que supuso la concesión del Nobel”, explica su viuda. “Lo atribuyo a las casualidades de la vida y no a las leyes del marketing”. Y en ese capítulo de coincidencias, se añade que este 20º aniversario del Nobel de Saramago se celebre en un año insólito, sin Nobel de Literatura.
A veces, el diario solo enuncia un tema que le ronda en la cabeza, otras fechas recuerdan citas con colegas y compromisos culturales, pero hay días en que el escritor no tiene freno, generalmente con lectores y con políticos, y es entonces cuando sale la auténtica personalidad del autor de El año de la muerte de Ricardo Reis. “Es un diario muy completo y muy actual”, explica Del Río, “con sus inquietudes sobre problemas de entonces, que siguen siendo hoy de máxima actualidad, como la emigración o la Unión Europea”.
El último cuaderno de Lanzarote es un genuino Saramago, con su preocupación por la persiana mal cerrada y por sus demonios: el FMI, los Estados Unidos de América del Norte (EUAN, como él lo llama) o el entonces primer ministro portugués, Aníbal Cavaco Silva, que hizo todo lo que pudo para que fuera odiado en su propio país y que le inclinó a refugiarse en Lanzarote.
En ese año extraordinario de 1998 hay días para recordar a los cainitas que rechazan poner su nombre a una escuela y para renegar de los patriotas que callan cuando la OTAN ocupa territorio nacional pero se soliviantan porque España regale a Portugal una placa de Felipe II -rey de Portugal en 1580- con ocasión de la Exposición Universal.
Saramago se indigna con el FMI, porque mete las narices en las instituciones portuguesas, y con el derrotero de la Unión Europea, “la misma Europa que gastó siglos y siglos en conseguir formar a ciudadanos solo precisó de veinte años transformarlos en clientes”, escribe. El autor de Ensayo sobre la ceguera ve venir la globalización -estamos en 1998-: “Sea mundial o europea, es un totalitarismo”.
El Nobel pierde su acritud cuando se cartea con sus lectores y su legión de seguidores, algunos -algunas- absolutamente rendidos a sus pies. “La única idea original que ha salido de estos cuadernos”, recuerda, “es pedir que la obra completa de un escritor incluya un volumen con las cartas de los lectores. Es un inagotable campo de trabajo”. Y también una muestra de la riqueza creativa de las personas, a tenor de algunas cartas que se incluyen en El último cuaderno.
En esa montaña rusa que son siempre unos diarios, estos de 1998 alcanzan la cima con el discurso del Nobel y bajan a ese mundo terrenal en el que tu pareja te pone en tu sitio, por si se te subieron los humos, y te conmina, antes de asistir a otro premio, a que vayas a comprarte unos calcetines, que falta te hacen. Y es así, arrodillado, escogiendo entre lo que no sabes, que alguien reconoce a un auténtico premio Nobel en posición “tan poco digna”.
Un comunista hormonal
“De la misma manera que tengo una hormona que me hace crecer la barba, tengo otra que me obliga, aunque a veces no quiera y por una especie de fatalidad biológica, a ser comunista”, contestaba el Nobel a una periodista brasileña, preocupada por su dolencia genética. Nacido en 1922 en la aldea de Azinhaga en el seno de una familia campesina sin tierras, José Saramago siempre fue un abanderado de cuestiones de la izquierda internacional, junto a su amigo inquebrantable de profesión, el brasileño Jorge Amado.
Desde su primera novela, a los 25 años, Tierra del pecado, hasta su muerte en junio de 2010, Saramago publicó una veintena de novelas, además de media docena de obras de teatro, ensayos y relatos. Novelas como Memorial del convento o Caín, pero sobre todo Evangelio según Jesucristo, levantaron agrias críticas y condenas entre la comunidad católica portuguesa y los políticos conservadores.
Jamás renegó de sus hormonales convicciones ideológicas, ni con la caída del muro de Berlín, ni con la de la URSS. “¿Usted es católica?”, le dribló a la misma periodista. “Y cómo continúa siéndolo después de la Inquisición?”.
Babelia
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