El artista que se transforma con el tiempo
La sala Alcalá 31 repasa la trayectoria de José Luis Alexanco, pionero de la creación por ordenador
De entre las pocas certezas que existen, o que al menos lo aparentan, una ya la atisbó el filósofo griego Heráclito de Éfeso: “Todo fluye, y nada permanece”. Ni siquiera persiste el arte, tampoco el ingenio, mucho menos las ideas. De esa máxima han partido siempre los esfuerzos de José Luis Alexanco (Madrid, 78 años), una perspectiva que permea los poros de toda su obra. Con el movimiento como material primigenio, entendido este como sinónimo del tiempo, el artista madrileño ha ido construyendo a lo largo de casi seis décadas formas físicas que han adoptado diferentes dimensiones: las dos de los dibujos y los grabados, las tres de las esculturas, las cuatro de las películas y las figuras volumétricas que se disponen en el espacio en un cierto orden y que, si se colocaran en otro diferente, como explica el propio creador, “pasarían a significar otra cosa”. Una selección de sus trabajos comisariada por Alfonso de la Torre, piezas que “se basan en la repetición de las formas, en los mismos elementos que se van transformando”, se exhibe hasta el 1 de noviembre en la sala Alcalá 31 de Madrid bajo el título de Ejercicio temporal.
Dividida en siete apartados, la exposición está planteada como la “columna vertebral” de una trayectoria plagada de “ramificaciones”, curvas y contracurvas que han ido ampliando la senda. “He hecho cosas que he obviado, aunque no reniego de ellas”, apunta el artista en una visita privada por el “circuito” que ha pergeñado junto al comisario, con parada en algunos de los ejemplos que mejor definen su proyecto, cimentado en la ciencia y las matemáticas pero con espacio también para la intuición y el divertimento. La primera etapa se detiene en los años 64 y 65 cuando, apenas salido de la facultad de Bellas Artes, Alexanco dio forma a unas películas (nunca expuestas hasta ahora) con las que ponía en movimiento unas figuras antropomorfas que representan tres cambios de aspecto: “Una que corre, una que cae, y una que gira”. Estas esculturas, a su vez, surgieron de una serie de bocetos que ponen en evidencia el proceso creativo. El fluir que marca el camino. “Se trata de presentar la idea de la evolución, del cambio”, dice el artista, coronado por un sombrero. “Es la idea de algo que no se está quieto”.
A partir de la segunda estación, el recorrido se adentra en algunos de los episodios más conocidos de la trayectoria de Alexanco. Para empezar, su paso por el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid, donde en 1968 despuntó en España el arte por ordenador. “Fue una de las pocas ocasiones en las que un movimiento surgió a la vez, y no después, aquí que en Europa”, presume el artista, que recuerda que los creadores que se reunían allí para experimentar con las posibilidades estéticas surgidas de las computadoras se enteraron por casualidad de lo que se hacía fuera de unas fronteras aún selladas por la dictadura, al oír hablar de la exposición Cybernetic Serendipity, que tuvo lugar ese mismo año en Londres. Pero mientras que en Europa las posibilidades de la computación aplicada al movimiento se exploraban sobre todo desde el punto de vista de la ingeniería, en España fueron los artistas los que se hicieron cargo de aquella pionera investigación. “Pero nos rebelábamos contra la idea del Computer Art porque se trataba simplemente de una herramienta: a la pintura no se le dice pincel art”.
Dejando atrás documentos como el programa informático que Alexanco escribió para sus obras, y hasta una demo donde ese lenguaje ya arcaico se tradujo a otro comprensible para las máquinas modernas, el itinerario prosigue hacia una nueva etapa en la carrera del artista, una radical y a la vez continuista vuelta a la pintura que se mantiene hasta la fecha. En una sala separada del resto, dos enormes composiciones contrapuestas, una de hace dos décadas y otra reciente, “resumen todos estos años de pintura”, como señala el artista, que explica que ambos parten “del mismo esquema numérico” para llegar a conclusiones diferentes. El uso de las matemáticas no le abandonará nunca, de la misma manera que siempre regresa a la reutilización de sus útiles de trabajo como materiales para completar obras y a los experimentos con la luz y, por descontando, el movimiento. En otra serie de pinturas actual, el creador retoma piezas de hace décadas, retocándolas y completándolas. “Son como unos diálogos conmigo mismo y con el tiempo”, reflexiona.
Tras la proyección de una película de 50 minutos que resume algo más de 50 años de carrera, con imágenes que fluyen al son de las melodías del compositor José Tejera, la exposición asciende a una planta superior que recoge uno de los momentos clave de la historia del arte contemporáneo en España, y que tuvo a Alexanco como uno de sus protagonistas: los Encuentros de Pamplona de 1972. Junto con el músico Luis de Pablo, como parte del laboratorio creativo ALEA, recibieron el encargo de organizar un ciclo de conciertos que acabó convirtiéndose en un festival multidisciplinar que llenó por unos días las calles de Pamplona de creadores e intelectuales entonces emergentes y hoy tan consagrados como John Cage, David Tudor, Steve Reich y Laura Dean. “Fue una ocupación de la ciudad, una semana de folklore disparatado”, recuerda el artista, que ya tiene pensado el nuevo giro espacio-temporal que dará a su obra: ahora, en vez de hacer películas de sus pinturas, quiere pintar las películas.
Una Constitución con la bandera republicana
En 1978, Alexanco recibió un encargo histórico: diseñar la Edición Príncipe de la recién estrenada Constitución. “Al principio se recibió el proyecto con cierto recelo, porque no realicé grandes alegorías de la democracia, sino que basé todo el diseño en un abecedario”, recuerda. Aquel alfabeto, una normalización de su propia escritura, está plasmado en cuadros, dibujos y bocetos que se pueden ver en la exposición, donde también se exhiben ejemplares de la edición. Dada la necesidad de incluir la bandera española en el volumen, el artista se decantó por coser el tomo con hilos rojos y amarillos que se pueden ver, despeluchados, al abrir la carátula. En la primera página, Alexanco frotó con un líquido la tinta azul del título y esta se convirtió en morada de modo que, en paralelo a los hilos de colores, forma la bandera republicana. Una casualidad que el madrileño rememora divertido: “El rey emérito [a quien se dedicó el ejemplar número uno] recibió una Constitución con la bandera republicana. Aunque no creo que se diera cuenta, al menos a mí nadie me dijo nada”.
Babelia
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