Ron Carter, 85 años, todavía un coloso del contrabajo
Uno de los músicos más prolíficos de la historia del jazz sigue en plena forma, como demostró en Getxo Jazz junto a su nuevo grupo
Hace menos de dos meses, el Carnegie Hall de Nueva York celebraba una velada por el 85º cumpleaños del contrabajista Ron Carter, una de las más importantes leyendas vivas del jazz, que se mantiene plenamente activo y en buena forma. Quizá porque estamos acostumbrados a que un amplio circuito de estrellas internacionales pasen por los festivales de jazz en Euskadi cada verano, o quizá porque la figura de Carter —un artista poco dado a excentricidades, siempre cómodo en ese papel de contrabajista que lidera desde la segunda fila, sea en el contexto que sea— nunca destacó tanto como la de otros, lo cierto es que uno no es consciente, hasta que lo tiene delante, de lo que representa tener a Carter en el escenario del Festival de Jazz de Getxo (por donde pasó el pasado sábado 2 de julio) solo unas semanas después del mencionado acontecimiento neoyorquino.
Carter es más que un músico de jazz: es una institución de la música occidental del siglo XX. Cuando Miles Davis fichó al contrabajista para su grupo en 1963, en un momento en el que el trompetista aún estaba buscando un vehículo tan potente como lo había sido su quinteto con John Coltrane en la anterior década, puso la primera piedra de lo que acabaría convirtiéndose en uno de los más apabullantes combos que ha dado el jazz. Enseguida llegaron Herbie Hancock, Tony Williams y Wayne Shorter, y Davis tuvo por fin un quinteto tan bueno como el de los años cincuenta, si no mejor. Pero Carter no era un recién llegado a la escena: su trabajo con Davis lo catapultó y aquella música irrepetible que hizo aquel grupo durante cinco años cambió las vidas de todos sus miembros, pero el contrabajista ya era uno de los más solicitados de la escena cuando recibió la propuesta.
Esa sería quizá la mayor característica de la carrera de Carter, el ser siempre uno de los músicos más solicitados del mundo, tónica que se ha mantenido desde aquellos años hasta el nuevo siglo. La anécdota le persigue: los premios Guinness lo coronaron en 2015 como el bajista de jazz con más grabaciones de la historia, listando 2.221 en su momento; pero la cuestión no es cuántas, sino la excelencia y la personalidad aportada por el contrabajista en todas ellas. Aún teniendo siempre sus pies puestos en el jazz, Carter ha tocado casi de todo, desde música clásica a rock, soul o hip hop, y lo ha hecho con gran nivel y aportando su propia personalidad. De la misma forma que a finales de los sesenta puso su impronta en grabaciones ya legendarias de Aretha Franklin, Roberta Flack o los Rascals, a primeros de los noventa lo hizo con el grupo de hip hop A Tribe Called Quest: solo fueron tres tomas y menos de una hora en el estudio, pero el majestuoso sonido de Carter acompañando las rimas del rapero Q-Tip pasó a la historia.
Esas pinceladas ayudan a dar relieve a la carrera de Carter, aunque solo su aportación al jazz sería más que suficiente para justificar su puesto en el olimpo de la música contemporánea. Hoy, con 85 años, está plenamente activo, dando clases y liderando sus grupos, entre los que destaca el Foursight Quartet con el que actuó el pasado sábado en el 45 Festival Internacional de Jazz de Getxo. Su aspecto de profesor universitario y su porte distinguido, sumados a un talante engañosamente tímido y al inevitable aire de fragilidad de un hombre de esa edad, no anticipaban el concierto vigoroso y elocuente que ofreció el grupo. Carter, aunque sentado durante toda la actuación, sigue liderando parapetado en su contrabajo, marcando el ritmo y el rumbo de la música. Su precisión como instrumentista no es la misma que en sus mejores años, pero su inconfundible sonido, afilado, nasal y rotundo, sigue ahí, y es la locomotora que hace moverse al grupo.
Este es, además, la formación más estimulante que ha tenido Carter en bastante tiempo. Aparte del baterista Payton Crossley, acompañante recurrente del contrabajista desde hace más de dos décadas, completan el cuarteto la pianista Renee Rosnes y el saxofonista Jimmy Greene, dos músicos extraordinarios: su nombre no es, ni probablemente será, de los más populares en la escena, pero ambos están entre los solistas estadounidenses más brillantes en sus respectivos instrumentos, como demostraron en el escenario de Getxo Jazz en diferentes improvisaciones.
Como solista, Carter nunca fue el mejor contrabajista. Donde siempre ha brillado como pocos es acompañando, llevando el tema en volandas y dirigiendo con sentido y firmeza, y esto es lo que hace en concierto: conducir y generar un acompañamiento creativo que nunca se queda atrás ni se estanca en lo rutinario o lo monótono.
El sobresaliente estreno discográfico de este grupo, Foursight - Stockholm Vol.1 (In+Out, 2019), auguraba una nueva etapa creativa para el contrabajista junto a su nueva banda, pero llegó la pandemia y todo se detuvo. Carter, poco dado a estar sin nada que hacer, se reveló entonces como un activo generador de contenidos online, haciendo entrevistas por videollamada a viejos amigos como Herbie Hancock, Pat Metheny, Lenny White o Diana Krall, y manteniendo bien alimentado su canal de YouTube. Dos años y medio después, Carter vuelve a la carretera con Foursight, y lo que ocurre sobre el escenario resulta muy emocionante.
En Getxo, antes de saludar a un público que rompió en aplausos y se puso en pie pocos segundos después de que sonase el último compás de la noche, el contrabajista abrazó uno a uno a sus músicos, en un gesto lleno de ternura. Ver a ese hombre enjuto por cuyas manos ha pasado tanta, tantísima música, disfrutar sinceramente de volver a ponerse ante un público es en sí mismo un hito de la temporada jazzística en nuestro país. Si además es para ofrecer un concierto magnífico, solo queda esperar que Carter siga como hasta ahora: marcando el ritmo y creando música notable.
Babelia
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