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Universos paralelos
Columna
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Así está cambiando el pop

Gran parte de la producción actual suena igual porque la tecnología impulsa que los artistas tiendan al impacto fácil y rápido

Imagen del 'show' 'Act ll: Cowboy Carter', de Beyoncé.
Diego A. Manrique

Resulta difícil, por no decir imposible, alardear ahora mismo de controlar lo que está pasando con el pop. Por razones obvias: esta música se ha fragmentado y tiende hacia lo inabarcable. Y la visión de cada uno depende de la edad, la disponibilidad de tiempo libre y, muy decisivamente, de los medios utilizados para informarse: radio, televisión, redes sociales, plataformas o incluso el bendito papel (periódicos, revistas).

Encontramos además un problema con la terminología. En el siglo XX, el pop solía ser un estilo cambiante pero nítido: así, podíamos afirmar que The Beatles, Elton John o Madonna hacían pop y todos nos entendíamos. Hoy, los diferentes géneros convergen en un magma pop que borra las identidades originales. La omnipresencia de las máquinas hace que casi todos los artistas suenen aproximadamente igual, víctimas de producciones digitales en las que lo exótico es que aparezcan instrumentos convencionales o que las letras eviten el tono coloquial y el asunto amoroso.

Me fascinan los informes de Midia Research, compañía de data crunchers que estudia parámetros cuantificables. Con una base que parte del año 2000, investigan lo que llaman el ADN de los grandes éxitos, definidos como los diez hits de cada año según la revista Billboard, cuya lista aglutina ventas físicas y digitales con presencia en radios y en streaming.

Algunos de sus hallazgos rompen ideas preconcebidas. Creíamos que las nuevas generaciones habían invadido la industria pero ocurre que aumenta la edad media de los compositores triunfales: de 26,7 años a 36,3 en 2025. Tampoco vemos relevos rápidos en los éxitos: uno de 2000 estaba 19,4 semanas en listas mientras que ahora puede eternizarse durante 33,3 semanas. Resultado del fraccionamiento de tendencias arriba mencionado: cuesta mucho llegar a la masa crítica que caracteriza un hit digamos universal, que luego aguanta más de lo habitual.

Los números de Midia sí confirman otras inclinaciones que intuíamos. El número de autores por canción se multiplica: de 2,4 por tema a 5,3. No crean que necesariamente los compositores se hayan reunido para crear: es consecuencia del sampleo generalizado, que obliga a detallar los firmantes del tema incorporado. Igualmente, se ha doblado el número de productores implicados, de 1,5 a tres. A diferencia de lo que ocurre en los fogones, se recurre a varios cocineros, especialmente cocineros con probada habilidad para elaborar éxitos. Así, el coste de esos temas se eleva, a pesar del abaratamiento de la tecnología musical y el decreciente uso de los caros estudios-de-toda-la-vida.

Se ratifican otras impresiones. Sí, las canciones suelen ser más cortas y sus introducciones duran menos, consecuencia de la disminución general de la capacidad de atención. La práctica de sumar colaboraciones vocales (el famoso featuring) era desconocida entre los éxitos de 2000, mientras en la actualidad se manifiesta en la mitad del Top Ten de Billboard.

Hay revelaciones que no necesitan explicación. YouTube se consolida como la principal palanca para el éxito, por su accesibilidad global. Respecto al género, en Midia consideran que domina el hip hop, aunque eso no significa que abunden los rapeos: su imperio se manifiesta en las técnicas de producción. En la realidad, dominan las mixturas, desde el acercamiento de Beyoncé al country a Bruno Mars insertando modismos soul en fondos digitales. Vivimos tiempos híbridos.

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Sobre la firma

Diego A. Manrique
Periodista musical en radio, televisión y prensa escrita, ocupaciones evocadas en el libro 'El mejor oficio del mundo'. Lo que no impide su dedicación ocasional a la novela negra, el cine, los comics, las series o la Historia. 
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