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Augusta y el golf español, un amor eterno

Jon Rahm honra la pasión por el torneo que Severiano Ballesteros y José María Olazabal convirtieron en un sentimiento único

Masters Augusta
Seve recibe de Fuzzy Zoeller la chaqueta verde como el ganador del Masters de 1980.Augusta National (Augusta National/Getty Images)
Juan Morenilla

El lunes del Masters de 1997, un jovencito Tiger Woods se entrenó con Severiano Ballesteros y Chema Olazabal. El Tigre quería impregnarse de la sabiduría de esos dos artistas españoles que hacían cosas con la bola que él apenas podía imaginar. Los dos profesores le regalaron “una clase magistral” al novato. “Su golf me recordó a las improvisaciones de jazz que tanto le gustaban a mi padre. Él ponía esa música en el coche y a mí me gustaba el hip hop. Seve y Ollie eran unos genios de la improvisación. Me dieron una lección de golpes ingeniosos”, recordaría Woods. Tiger ganó ese Masters, su primer grande, el inicio de la revolución. La historia empezó a escribirla aprendiendo de un cántabro y un vasco.

Seve ya era entonces un mito, vencedor en Augusta en 1980 y 1983. Y Olazabal se había vestido con su primera chaqueta verde en 1994 (la segunda en 1999). La inolvidable pareja fue la culminación de una larga relación de amor entre Augusta y el golf español, iniciada a finales de los cincuenta y durante los sesenta por los hermanos Ángel y Sebastián Miguel y por Ramón Sota, tío de Seve, y prolongada hasta hoy con Sergio García y Jon Rahm. Un cordón umbilical une a cada generación y esa pasión por el Masters se transmite de unos a otros como de padres a hijos.

De los pioneros hasta hoy, 15 españoles han jugado en Augusta: Ángel Miguel, Sebastián Miguel, Ramón Sota, Seve Ballesteros, Antonio Garrido, Manuel Piñero, Chema Olazabal, Miguel Ángel Jiménez, Ignacio Garrido, Sergio García, Alejandro Larrazábal, Álvaro Quirós, Gonzalo Fernández-Castaño, Rafa Cabrera Bello y Jon Rahm.

La primera puntada la dio Ángel Miguel en 1959, 25º clasificado en aquel Masters del estreno español y fuera del corte en los otros cuatro que disputó. En 1961 le acompañó en Augusta su hermano Sebastián, que tampoco superó la barrera de los mejores en tres ediciones. Fue Ramón Sota, debutante en 1964, quien haría lucir la bandera española al curso siguiente, con un sexto puesto que entonces era la mejor clasificación de un europeo en la historia del torneo. Aquel curso de 1965 al podio subieron los tres grandes: Jack Nicklaus, Arnold Palmer y Gary Player. “El que no ha visto Augusta no se lo puede imaginar”, recordaba Sota en una entrevista en EL PAÍS en 2011.

De un hito a otro, la primera victoria europea en el Masters la abrochó Seve en 1980, tres años después de su debut. Había comenzado una era. Ballesteros, Olazabal, Sergio García… “De los cuatro grandes, el Masters se diferencia por el campo y por el tipo de pericia que demanda. Hoy todos los golfistas le pegan fuerte a la bola, pero en Augusta la clave son los hierros y el juego corto, y los españoles siempre hemos sido fuertes en ese aspecto”, explica Olazabal. El vasco es el español con más participaciones en el Masters, 34 (esta vez no pasó el corte, y como cualquier campeón tiene el derecho vitalicio a jugarlo), por las 28 de Seve, las 24 de Sergio García y las 16 de Miguel Ángel Jiménez.

Seve, Olazabal y Jiménez, en un entrenamiento en el Masters de 2003.
Seve, Olazabal y Jiménez, en un entrenamiento en el Masters de 2003.reuters

Esa cadena de emociones la simbolizan mejor que nadie Antonio Garrido e Ignacio Garrido, la única pareja española de padre e hijo que ha jugado en el Masters, en 1978 y 1998 respectivamente (en la historia del torneo esta coincidencia familiar se ha dado en 13 ocasiones). “Augusta es un campo donde los españoles disfrutan. Es abierto, se puede salir sin tanta presión, y el disfrute es tan grande que hay unas ganas especiales. Ese amor se lo quise transmitir a mi hijo Nacho”, cuenta hoy Antonio.

Compañero de generación de Garrido padre fue Pepín Rivero, quien no logró clasificarse nunca para el Masters pero que de alguna manera vivió su propio Augusta cuando tuteló como entrenador a Álvaro Quirós. El gaditano disputó en cuatro ocasiones la cita, y fue líder después de la primera jornada en 2011 empatado con Rory McIlroy (terminaría en el puesto 27). “Es un campo que desde el tee es generoso y muy exigente hasta el green. Olazabal no fue nunca un jugador especialmente preciso desde la salida, pero en la época en que ganó los Masters era una máquina letal con los hierros”, revive Quirós. “Augusta es un campo en el que hay que estar muy preciso tirando a green y no necesariamente tanto desde el tee. Seve podía haber ganado en cualquier sitio, igual que Sergio García. Y además el Masters es el grande que, entre comillas, es más fácil de ganar porque lo juegan menos que los demás. En un Open Británico, PGA o US Open se abre más el abanico”, añade Quirós, que en aquellas excursiones asombraba por su pegada.

Ramón Sota en Augusta con su caddie y su esposa.
Ramón Sota en Augusta con su caddie y su esposa.

Gonzalo Fernández-Castaño, participante en tres temporadas en el Masters y 26º en 2014 como mejor resultado, resalta el aspecto emocional de un torneo que durante mucho tiempo creció en el imaginario colectivo español como algo similar a un sueño, una especie de edén del golf en el que de repente irrumpió un joven de Pedreña con una energía desbordante. “Para esa generación que apenas veíamos el Masters en España, que lo ponían en Canal+ a las mil de la noche, y que solo se veían los nueve segundos hoyos, había cierto misticismo alrededor del torneo. Y el hecho de que Seve fuera el primer español y europeo en ganarlo hizo que nos transmitiera esa pasión por el Masters. Luego ese amor lo heredó Olazabal y él lo pasó a otros jugadores como Sergio y Jon. Es una semana muy especial del año para los españoles. Es como la Ryder Cup. La labor de Seve y Olazabal la ha convertido en algo muy simbólico para nosotros. Sucede lo mismo con el Masters de Augusta”, comenta Gonzalo.

El 2 de abril de 1959, el madrileño Ángel Miguel comenzó a escribir una tradición en una tierra muy alejada de España. El paso de los años, los triunfos y la mística del Masters han alimentado esa pasión. Viajar a Augusta sigue siendo como viajar en el tiempo. Cada primavera, todo sigue en el mismo sitio. Y el cuento de hadas vuelve a empezar. Hay amores eternos.

Clasificación del Masters de Augusta.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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