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Derrick Rose, el nuevo Michael Jordan que se rompió en pedazos, se retira del baloncesto

El base de 35 años, que devolvió la ilusión a la ciudad de Chicago como el MVP más joven de la NBA, anuncia su adiós después de una trayectoria truncada por las lesiones

Derrick Rose
Derrick Rose, ante Porzingis, en un Bulls-Knicks de la NBA.

Corría 2008 cuando los Chicago Bulls eligieron con el número uno del draft a Derrick Rose, hijo pródigo de la ciudad y su nuevo mesías en la NBA. Llevaban ya una década esperando al siguiente Michael Jordan, sumidos en la irrelevancia desde el sexto y definitivo título de la dinastía del número 23 en 1998. Les cayó prácticamente del cielo el base estadounidense, que a los 35 años acaba de anunciar su retirada del baloncesto profesional después de 16 temporadas en la élite. Con muchos altibajos, y sin poder completar su misión por culpa de las lesiones, el jugador abandona el deporte por la puerta de atrás.

“Creísteis en mí durante los altibajos, siendo mi constante cuando todo lo demás parecía incierto”, escribía Rose en una sentida carta de despedida dirigida a los aficionados y publicada en el Chicago Tribune. El jugador también firmó otras cinco misivas para agradecer el apoyo del público del resto de las franquicias por las que transitó. “Estuvisteis a mi lado incluso cuando el mundo parecía estar en mi contra, de forma incondicional, esperando a que os levantara”, agradece a sus conciudadanos. Aunque los títulos no volvieron a Chicago, la ilusión que despertó su irrupción en la NBA convirtió al jugador en una auténtica sensación desde su temporada de novato.

Rose ganó el premio al rookie del año en 2009 y luego encadenó tres temporadas como All Star, alcanzando la cima de la liga estadounidense en 2011, cuando fue elegido como el MVP más joven de la historia de la competición. Con promedios de 25 puntos, 4,1 rebotes y 7,7 asistencias esa temporada, se llevó la máxima distinción individual de la NBA con 22 años. Jordan, en su día, lo hizo a los 25, como LeBron James. Fueron los Cleveland Cavaliers del Rey, precisamente, quienes eliminaron a sus Bulls en las Finales del Este de aquel año, truncando una temporada de 62 victorias que no han emulado desde entonces.

Durante el décimo aniversario del primer título de la franquicia en 1991, Jordan bendecía el proyecto liderado por su heredero para jolgorio del United Center. “Estáis a las puertas de otros muchos títulos, si ves a este equipo hoy… que no os pillen por sorpresa otros seis más”, decía. Con los 1,90 metros de estatura y el juego explosivo y espectacular de su líder, con gran capacidad para driblar, penetrar y machacar el aro, la vida de los Bulls y Rose parecía un camino de rosas. Hasta que todo se torció, en un partido contra los Sixers, en abril de 2012.

Rotura de ligamento anterior cruzado de la rodilla izquierda, el comienzo de un calvario que le arrebató todo su poderío físico sobre la pista. Después de una larga recuperación, a los 10 partidos de volver, se rompió el menisco en noviembre de 2013. Otra temporada y media en el dique seco y un regreso disminuido a las canchas, sin poder replicar ya sus éxitos del pasado más allá del oro en el Mundial de 2014 disputado en España, donde repitió la medalla lograda en Turquía 2010. En su última etapa en Chicago coincidió dos temporadas con Pau Gasol, pero el idilio con la ciudad se desvaneció entre enfrentamientos con los directivos de la franquicia. Recaló en unos New York Knicks en plena reconstrucción, con Phil Jackson a la cabeza en los despachos, pero el proyecto en el Madison Square Garden tampoco cuajó.

A partir de ahí, Rose ejerció de trotamundos sin establecerse en ningún equipo, de nuevo perseguido por las lesiones y una evidente falta de ritmo para situarse entre los mejores en la élite. Su estrella se apagó progresivamente hasta que se convirtió en una figura veterana y mentor de jóvenes jugadores, más que en un atleta capaz de producir encima de la cancha. En su última campaña con los Memphis Grizzlies, que hace unos días le liberaron de su contrato a petición suya, apenas pudo disputar 24 partidos. En la ciudad de Tennessee, el base había fraguado su leyenda de juventud al comandar a los Tigers, el equipo universitario de la ciudad, hasta la final de la liga universitaria.

La retirada de Rose deja también algunas sombras en su currículum. Ese logro durante sus años formativos quedó manchado en 2021, cuando un comité de la NCAA inhabilitó las 38 victorias de su equipo porque un jugador del grupo —solo él encajaba con la descripción— había hecho trampas para pasar el SAT, la selectividad estadounidense. En su octava y última temporada en Chicago, el base se enfrentó a cargos por abuso sexual a una expareja, si bien un jurado de Los Ángeles desestimó finalmente la denuncia.

“Has tenido un balón de baloncesto en tus manos desde los dos años”, escribía Brenda Rose, su madre, para acompañar el texto de despedida de su hijo. “Como un chaval de Englewood, cumpliste tu sueño de entrar en la NBA. Ahora te vas como un hombre maduro con una hermosa familia. Siempre has amado el baloncesto, y Dios tiene un nuevo plan para ti”, concluía.

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