La locura cuerda de Aleix Espargaró: de MotoGP al pelotón
El expiloto de MotoGP fichó en invierno por Lidl-Trek y, tras meses de intensa preparación, competirá en julio por primera vez en la clásica de Andorra


Cuando llegó a la primera concentración del equipo Lidl-Trek en Dénia, todos los ciclistas se le acercaron con curiosidad. “Estás loco. Un tío que ya lo tiene todo hecho, con tu carrera… ¿Cómo se te ocurre venir aquí para sufrir y pasar miseria?”, le cuestionaban. Aleix Espargaró (Granollers, Barcelona; 35 años), con dos décadas a los lomos de las motos, con 331 grandes premios y tres triunfos en MotoGP, respondía levantando los hombros y con una sonrisa, al tiempo que trataba de explicarles que es demasiado pasional y que es una elección hecha desde el corazón, entregado a la bicicleta y a las montañas desde hacía ya una década.
Aleix descubrió el mundo de la bicicleta en 2014, cuando se mudó con su mujer a Andorra, cuando tras un accidente le explotó un disco vertebral y le afectó a otras vertebras, cuando la espalda no le daba tregua. El primer mordisco lo dio gracias a un preparador físico y desde entonces ya no se quiso bajar, pues comenzó a salir con ciclistas profesionales como Purito Rodríguez, Carlos Verona, Marc Soler… “Al principio era un hooligan por salir con ellos. Pero con el tiempo se convirtieron en mis amigos y lograron que organizara mi vida alrededor de la bici”. Tanto fue así que hace tres cursos a punto estuvo de fichar por el Movistar, con los que hizo pruebas de campo. Pero le llegó una suculenta renovación con Aprilia por dos años y dejó el asunto en el cajón de los deseos. No tardaría en volver a aparecer, pues cuando pasaron dos años, algo hizo clic en su cabeza. “Se me apagó un poco la llama del amor con mi deporte y debía de ser sincero y dar un paso al lado. El calendario de MotoGp era cada vez más complicado, con más viajes, y con las sprint races subía mucho el nivel de riesgo, la tensión. Son bonitas para los fans, pero tras 20 años de carrera quizá era demasiado para mí”, conviene.
De todo eso se enteró Verona y no paró de insistirle de que se uniera al Lidl-Trek hasta que en el Tour pasado, cuando Espargaró fue a verle, le organizó una reunión con los mandamases. Minutos más tarde ya se había definido el nuevo futuro, pues acordaron que sería el embajador de la marca, una suerte de influencer para contar lo que no se ve en las carreras, en el día a día. “Es el concepto del show business norteamericano”, aclara. Aunque había letra pequeña en el contrato. Aleix también quería probarse en carretera y, tras meses de mucho trabajo, ya sabe que la saboreará.
Le costó al inicio del año amoldarse al calendario, pues todavía es piloto de desarrollo en Honda –”ir en una moto sigue siendo la sensación más única en el mundo”, concede-, y entre el trabajo en el taller y las concentraciones no le daba la vida. “Fui a tres training camps en Dénia con el Lidl-Trek y pasé otra semana en Tenerife. Luego, en verano, me uniré a la concentración en altura”, desvela Espargaró, que pronto descubrió que con constancia y un plan definido, con más de 20 horas semanas rodando y ya con 7.000 km en el zurrón, el cuerpo comenzó a tolerar los entrenamientos sin acumular la fatiga. Al tiempo, desde la dirección y el equipo veían que su voluntad no era broma, que los registros evolucionaban a marchas forzadas. Y se decidieron a marcarle un calendario.
Aunque no tiene sitio en el primer equipo, pues ya están ocupadas las 30 plazas, sí puede competir porque puede usar ficha del equipo Development (o Future). “La primera carrera será la clásica de Andorra, aquí en casa. Y luego, está previsto que participe en los campeonatos nacionales y haga un par de carreras de una semana en julio”, confirma con ilusión. Esto es el Tour de Austria y el Tour de Gran Bretaña. “Es un sueño que hace despertarme con ilusión todas las mañanas”, explica. Y, con su 1,80 metros y 66 kilos, cuenta que como rodador le cuesta, y que se defiende en las subidas —”no si me comparo con los escaladores del equipo, claro, porque me ponían en el grupo con Tao, Juanpe, Skjelmose, Ciccone… y era comparar un Fiat con un Ferrari”, acepta—, pero que sobre todo destaca en las bajadas, al punto de que los compañeros le piden algún consejo o que se ponga delante en esos tramos. “Soy consciente del nivel del World Tour. Es una locura. Pero quiero probar la carretera”, añade.
Por eso se entrena cada mañana de cinco a seis horas, y acude dos días al gimnasio para trabajar el tren inferior, olvidado ya el tren superior como requería la moto. Aplica sin concesiones los consejos que le han dado los compañeros a nivel de recuperación y nutrición, además de seguir a pies juntillas el programa que le han pasado los preparadores del equipo. “No veo la hora de rodar en el pelotón. Sé que será complicado, pero tengo ganas de descubrir esa sensación y la adrenalina que te da”. Con la moto la exprimió. Con la bicicleta, le falta poco para hacerlo. Una locura muy cuerda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
