Paula Badosa, la renacida que vuela y baila
La catalana arrolla a la china Wang (6-1 y 6-2) e iguala su techo en un grande con el pase a cuartos, ante Navarro (12ª): “El tenis no tiene sentido si no estoy en la cima”
Se cierra el episodio al ritmo de La Gasolina, reguetón a todo trapo cuando Paula Badosa firma ya autógrafos —zurda cerrada pese a que pelotee con la derecha— y saborea estos cuartos de final alcanzados en Nueva York, escenario de una confirmación: martirizada por la espalda desde hace más de un año, esa dichosa L-4 que se fracturó por estrés en el Foro Itálico de Roma y que fue descabalgándola, la española, 26 años, vuelve a disfrutar y a crecer, en dirección a un espacio mucho más amable y acorde a su tenis. Figura entre las ocho mejores del torneo merced a esta victoria contra Fayan Wang (6-1 y 6-2, en 1h 22m) e iguala su mejor registro en un grande, aquellos cuartos que firmó en Roland Garros en 2021. Muchas curvas desde entonces para una tenista rebelada que se levanta y brilla. Jugará por primera vez en la inmensa Arthur Ashe, contra la estadounidense Emma Navarro (6-3, 4-6 y 6-3 a Coco Gauff). Bailotea y lo celebra.
“Siempre escucho reguetón para animarme. Me encanta este tipo de música latina porque me pone en el ánimo para jugar”, cuenta, convertida ya en la cuarta jugadora española que pisa la penúltima estación del grande norteamericano tras Arantxa (1990, 1992, 1993 y 1994), Conchita (1991, 1995 y 1996) y Carla Suárez (2013 y 2018). “Hace unos meses estaba pensando en dejar este deporte porque dejé de creer en mí y no mejoraba de mi lesión, así que estar de vuelta entre las mejores del mundo es un sueño hecho realidad. Sabía que tenía que dar un paso adelante, ir a por ello, y ha ido muy bien. Estoy con confianza, me siento increíble aquí”, prolonga feliz. No puede ser de otra manera, después de haber sido capaz de revertir la situación y de volver; sí, volver. Llegó a ser la 140ª, y hoy es virtualmente la 20ª.
Empieza a estar Badosa en ese punto que le gusta, dominante y lineal, velocidad de crucero desde el principio e intentando hacer daño en cada pelotazo. No hay trivialidad, la mayoría de ellos tienen intención. De ese modo, el partido suele estar en su raqueta y así sucede en este trazado matinal hacia los cuartos. Lo disfruta la grada de la Louis Armstrong entre la humedad (80%) y el sentido himno local; todo el mundo mano al pecho y palmas abundantes para la española, adoptada estos días por los aficionados como una neoyorquina más. Se palpa la conexión, el feeling, reforzado el nexo por una sugerente propuesta ofensiva que siempre gusta en Flushing Meadows: sacar el brazo a pasear. Sus tiros se han americanizado. ¡Pam-pam-pam!
Suelta, convencida y determinada, mentalmente fría y rabiosa en el golpeo, la catalana impone desde inicio su plan y evita entrar en la guerra de guerrillas que plantea la asiática en el primer juego; nueve minutos, se extiende, pero zanjado ese debate Badosa navega cómodamente por el primer parcial, imponiendo su servicio y sin mayor sobresalto que el del grip. No termina de estar satisfecha con la cinta que envuelve la empuñadura, pero en ningún instante pierde el foco. Control y más control, rectitud y paso firme. No hay desvío alguno. En la línea ofrecida a lo largo de este verano reconstituyente que tan bien le ha sentado, no cede la iniciativa; no se admite un solo despiste. Decisión y más decisión, apetito y más apetito.
Orden, equilibrio, estructura
Lo transmite su expresividad, mucho más contenida, menos quejosa. Mucho más templada. Competidora muy emocional, de mecha corta y con tendencia a la dispersión, últimamente ha aparcado los gestos y el giro de cuello hacia el banquillo para centrarse exclusivamente en el juego. Conoce el camino y va a por ello, reivindicativa: me dabais por muerta, dice, y aquí estoy yo. Es una Badosa con poso y más equilibrada. Todo tiene un sentido, un orden, una sólida estructura. Sin titubeos con el saque y mordiendo al resto. Llega el envío de Wang tembloroso, y ella se invierte y pega con todo, y la rival ve cómo la bola viaja voraz hacia la esquina y se clava en la cruceta. Ya ha caído el primer set. Y pinta bien el segundo, más discutido.
Igualmente, Badosa pilota la acción sin torcerse, aplastante desde la línea de fondo y dibujando ganadores desde uno y otro perfil; derecha y revés, inspirada de uno y otro costado. El saque de base. Wang se revuelve, tira bolas altas y trata de enredar, pero claudica. E irrumpe la vencedora en los cuartos de final de Nueva York batiendo las alas, con un derechazo abierto en el que viaja todo el deseo, los malos ratos y el padecimiento de esa época de penumbra; las dudas, el dolor, las inyecciones. Atrás queda todo, y parece haber merecido la pena el esfuerzo por regresar. Le situó la espalda en una encrucijada real, pero ahí está ella, brazos en alto, sintiendo otra vez el cosquilleo y presente en la recta final de un torneo en el que el sentimiento recuperado quedará por encima del registro que pueda alcanzar.
Lo de Badosa es un elogio al empeño. En mayo, cuando no terminaba de remontar físicamente, llegó a sopesar dejarlo. Y se explica: ella es así, a lo grande o nada. “Con todos mis respetos, el tenis no tiene sentido si no estoy en la cima”, se sincera; “quiero jugar en grandes escenarios, las últimas rondas de cada torneo, ser una de las mejores jugadoras del mundo; es cuando de verdad me siento motivada y emocionada; si no, para mí estar en el ranking en el que estaba hace dos meses, no tenía ningún sentido [fuera del top-100, cuando en 2022 llegó a ser la número dos]. Me cuesta mucho mentalmente estar en esa posición. Lo que me hace feliz cada día es estar donde estoy ahora mismo”.
El “proceso”, que dice ella. Por fin, van encajando las piezas. “Siempre supe que si mi espalda respondía bien, tenía el talento para volver a la cima. Solo necesitaba que mi parte física respondiera, porque la mente y el tenis estaban ahí. Tenía fe en mí misma”, declara ambiciosa, muy consciente de que no puede bajar lo más mínimo el pistón, porque de lo contrario puede haber un retroceso. “Aún me quedan pasitos por dar, pero creo que voy por el camino correcto. Quiero estar entre las mejores del mundo, y ya se sabe qué ranking es, no hace falta que lo diga, pero creo que voy dando grandes pasos y es la segunda vez solamente que estoy en unos cuartos de final; eso también es muy buena señal”, resuelve esta tenista renacida.
GAUFF: 19 DOBLES FALTAS Y 60 ERRORES
No es nada sencillo defender el título en Nueva York, porque así lo dice la historia. Novak Djokovic, apeado en la segunda ronda por Alexei Popyrin, no pudo reeditar lo que hizo el suizo Roger Federer entre 2007 y 2008, y ahora es Coco Gauff, batida por Emma Navarro, la que claudica y se queda sin la posibilidad de repetir el último doblete: Serena Williams, 2013-2014.
La estadounidense, de 20 años y tercera del mundo, cedió contra su compatriota (12ª del mundo) tras una errática actuación resumida en las 19 faltas (7 en el parcial definitiva) y los 60 errores forzados que cometió. Demasiada reincidencia y una novedad en los cuartos, dado que Navarro nunca había llegado tan lejos en casa; sí lo consiguió este curso en Wimbledon.
La norteamericana, de 23 años, es hija de un magnate cuyo patrimonio supera la riqueza de Federer, Nadal y Djokovic juntos; en concreto, asciende a 1.500 millones de dólares (1.350 de euros). Procede la cifra, según especifica la revista Forbes, de “un imperio de tarjetas de crédito y cobro de deudas”. Ben Navarro, fundador de Sherman Financial Group (1998), también fue vicepresidente de Citigroup (servicios financieros).
Su descendiente es una jugadora caracterizada por el vigor físico y una depurada selección de golpes. Ha progresado de manera silenciosa, con un solo trofeo de momento —esta temporada en Hobart (Australia)— y una reseñable ascensión que la sitúa provisionalmente entre las diez más fuertes del circuito (10ª).
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