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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El oculto descenso del PIB agrario en 1979

El Ministerio de Agricultura ha presentado los datos estadísticos correspondientes a 1979 de una forma curiosa y sorprendente. Por una parte, ha utilizado profusamente las cifras absolutas, relativas al valor de la producción y de la renta agraria, en lugar de emplear las tasas de crecimiento, cuando tales cifras absolutas tienen escaso interés, salvo si se pretende impresionar a profanos. En segundo lugar ha publicado las cifras de 1979, y al lado ha colocado las de 1977, pues 1978, como fue un excelente año agrícola, no sirve de comparación, según el Ministerio. Se trata, como puede apreciarse, de disimular las variaciones negativas experimentadas en 1979 respecto de 1978 en la producción y renta agraria, disimulo que carece de sentido, puesto que no tiene nada de particular el que, en agricultura, a años de excelentes cosechas sucedan períodos con producciones inferiores. Sin ir más lejos, y según la contabilidad nacional revisada, en 1977 descendió el valor añadido agrícola-ganadero-forestal en un 4,2%, y esto no significó precisamente el hundimiento del país, como tampoco lo supuso en 1965 y 1970, años en los que también disminuyó dicha magnitud (siempre según la Contabilidad Nacional, Madrid, 1979, páginas 102-103). El Ministerio ha optado por publicar tasas de crecimiento reales bianuales, en este caso las experimentadas en 1979 respecto de 1977, lo que resulta insólito en el análisis económico. A falta de datos, hay que recurrir al ingenio. Así, en la publicación Las cuentas del sector agrario, n.º 4, páginas 34-35, se publicaron, por parte del Ministerio de Agricultura, y en mayo de 1979, los valores, a precios constantes, de los principales agregados agrarios. La cifra de 1978 en dicha publicación es provisional, pero como el Ministerio no se ha dignado publicar ahora cifras absolutas definitivas de 1978, es preciso usar aquí tales cifras provisionales de 1978, con lo que, por ocultar la realidad, se obtiene comparando los datos divulgados ahora por el Ministerio con los de la publicación antes citada un descenso del PIB agrario a coste de factores del 3,7% (la tasa real de descenso que ha ocultado el Ministerio ha sido del -3,5%, pero el esconder la verdad ha conducido aquí a exagerar el mal, en este caso, el descenso en 1979 del valor añadido agrario).En el cuadro adjunto se han recogido las tasas de crecimiento de 1979 obtenidas implícitamente, es decir, descontando de la tasa de crecimiento registrada entre 1979 y 1977 la tasa que, según el Ministerio de Agricultura, tuvo lugar entre 1978 y 1977. Las cifras reales del Ministerio discreparán algo, por emplearse aquí datos provisionales de 1978, pero la diferencia será reducida.

La realidad es bien simple y no hay porqué ocultarla. En 1979 descendieron las producciones agrícolas y se mantuvieron estables las ganaderas. El que los gastos de fuera del sector aumentasen en un 2,9% dio lugar a un descenso real en el valor añadido del -3,5 %, con lo que la aportación real al crecimiento del PIB de 1979 del sector en cuestión ha sido negativa, en torno a menos tres décimas de punto. Este resultado no tiene nada de extraordinario, y se ha concentrado en el subsec'tor agrícola exclusivamente, y no es más que un reflejo de que en 1979 no se alcanzaron las extraordinarias cosechas de 1978. Más trascendente que la tasa de variación del PIB es el modesto aumento de los precios agrícolas en 1979, frente al importante crecimiento de los costes agrarios. El año 1979 no fue, pues, bueno para el campo, ni tampoco para la economía española. Una tasa negativa del 3,5% para el sector primario (que puede serlo más si se tiene en cuenta la evolución negativa de la pesca) significa que en dicho año el aumento real del PIB ha podido estar por debajo del 1,5 %. Las últimas cifras de paro y la confirmación del bajo crecimiento en 1979 perfilan la gravedad de la situación económica, que no se di simula precisamente empleando tasas bianuales de crecimiento o hablando de billones de pesetas, como ha sucedido en el caso aquí citado.

Julio Rodríguez López es economista del Banco de España.

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