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Continúa el misterio sobre la cadena de crímenes raciales cometidos en Atlanta

Quince cadáveres y tres desapariciones, la última durante el pasado fin de semana, de niños negros de edades comprendidas entre los siete y los quince años, constituyen el caso más espectacular de los últimos años para la policía norteamericana. Todo ocurre en Atlanta, principal ciudad del Estado de Georgia, en el sur de Estados Unidos, donde desde hace año y medio continúa el ritual de crímenes y desapariciones de niños y adolescentes de raza negra.

Como cada fin de semana, centenares de personas apoyaron la búsqueda de indicios practicada por la policía en los alrededores de Atlanta. Con bastones en la mano, acompañados por perros rastreadores, blancos y negros se mezclaron en la caza de pistas e indicios que puedan contribuir a aclarar tan insólito caso.Los 150.000 dólares (unos doce millones de pesetas) prometidos como recompensa a la persona que aporte informaciones que permitan aclarar los crímenes no han dado todavía ningún resultado. Atlanta sólo suma víctimas, cuyo carácter, edad y, sobre todo, raza, dan un signo claro a los dramáticos hechos.

Ni los mejores detectives de la policía norteamericana, célebres por haber solucionado crímenes o series de asesinatos complicados, ni el equipo permanente de 35 miembros de la policía de Atlanta, ni varios especialistas criminólogos del FBI, han logrado a lo largo de los últimos tres meses esclarecer la situación.

Ante el peligro de violencias raciales por parte de una población negra, que constituye el 60% del total de habitantes del Estado, el alcalde de la ciudad, Maynard Jackson, también de raza negra, pidió ayuda urgente al presidente Ronald Reagan. Dinero y medios deberán ayudar a dilucidar los hechos.

George Bush, vicepresidente norteamericano, fue encargado por el propio presidente de proveer la ayuda técnica, con envío de un equipo de agentes, federales y funcionarios del Ministerio de Justicia.

La oscuridad total parece continuar en el caso de los asesinatos de niños negros. Parte de la población no duda en criticar la actuación de la policía, al no facilitar todos los detalles públicos que pudieran contribuir a un avance de la encuesta criminal.

Con un alcalde y un jefe de la policía de raza negra, el factor racial no es todavía objeto de denuncias abiertas entre la población de color. Pero ¿por qué se trata sólo de niños negros? ¿Porqué siempre de edades comprendidas entre siete y quince años? ¿Por qué en año y medio, al ritmo de un cadáver o desaparición por mes, no ha habido todavía ningún índice válido que permita avanzar la investigación?

Si no hay resultados rápidos y Atlanta sigue bajo una psicosis de terror, el caso puede tener repercusiones políticas. La vida social está ya afectada por esta serie de asesinatos. Los negros ya no van a la iglesia por la noche a cantar blues ni a los cines o teatros. Cada cual vive atrincherado en su hogar, explicando una y mil veces a sus hijos que no sigan a ningún desconocido. Las escuelas distribuyen folletos con normas de seguridad para los niños.

La mayoría de las víctimas fueron estranguladas. Sólo una niña fue objeto de abusos sexuales, lo que excluye, en principio, la hipótesis de un demente sexual como presunto autor de los asesinatos. Tampoco puede atribuirse el móvil a crímenes por dinero, dada la edad y la pobreza de las víctimas.

¿Ku-Klux-Klan?

Sin pronunciar la palabra, en muchas mentes está la hipótesis de una acción del revigorizado Ku-Klux-Klan. Otros excluyen tal eventualidad porque, dicen, el Klan no tendría ningún interés en aparecer como una organización «asesina de niños negros», en un momento de plena recuperación del organismo racista norteamericano, cuyos líderes no dudan en aparecer públicamente ante la televisión para propagar sus ideas en pro de una «América blanca».

Los investigadores temen que cada crimen podría tener un sólo autor, lo que explicaría la dificultad para encontrar una pista.

Entre tanto, la televisión y los periódicos repiten regularmente unas imágenes convertidas ya en clásicas: la fotografía del niño desaparecido, la inquietud de los familiares, el encuentro, del cadáver, la desesperación de los padres al identificar las víctimas, el ritual de los entierros.

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