El Rayo y Vallecas
Madrid limita al Sur con el Rayo Vallecano. Es casi como un Betis buscando en la M-30 un Guadalquivir imposible sobre el antiguo Abroñigal.El Rayo es a veces irregular, complicado; a veces alegre, chispeante; siempre genial e imprevisible, como los toreros, y esta temporada, porfiante y tesonero, astuto y eficaz, ha colocado en la Primera División a un equipo de primera. Pero el Rayo, en Vallecas, es mucho más. Yo recuerdo aquellos domingos por la mañana, cuando los amigos, en panda, nos íbamos a ver al Rayo, y los vinos después por la plaza Vieja, y las discusiones hasta las tantas. El Rayo sí que es más que un equipo, es nada más y nada menos que la prolongación de un barrio.
Éste es el segundo ascenso del Rayo a la máxima categoría, y he tenido la suerte y el honor de ser testigo directo en ambas ocasiones, con 12 años de diferencia. La primera vez contemplé el encuentro a vista de pájaro, desde la terraza de la casa de mis padres. Un fondo sur familiar y tranquilo desde el que las evoluciones del Rayo y su rival-vecino-¿socio aquel día? Getafe también tenían un punto sosegado y amistoso, coreado por el chungón "¡que se besen!" del respetable, en la búsqueda del objetivo común, el empate que ascendía a unos y evitaba el descenso de los otros.
Esta vez, el partido lo vi desde un palco. Fue un encuentro sureño como nunca. Rayo-Curro-Betis frente al Deportivo -noble deportivo- de La Coruña a las seis en punto de una tarde de sol y moscas, con un aire fatal, de vendetta, en el ambiente. La feria aguardaba, expectante, en el corazón vallecano y en las trastiendas de las peñas. A las seis y un minuto en punto de la tarde una mano fría se posa en las espaldas, una ráfaga amarilla (lagarto, lagarto) cruza el estadio-pañoleta, un gol en contra. El esfuerzo, la prisa, el empate, la esperanza; se falla un penalti, todo el mundo busca al gafe de reojo, la agonía y... igoool! Todo Madrid fue un grito solidario con el Sur, que también existe; con el Rayo, con Vallecas.
Ya están el Rayo y Felines otra vez en Primera, un pequeño -en lo económico- club de una gran barriada aspirante al papel de matagigantes que fue suyo. Entonces, como ahora, el maletilla se hizo sitio entre los grandes maestros a base de coraje, esfuerzo y arte, mucho arte en sus botas (hasta un Maradona está en el Rayo). Entonces, como quizás ahora, más de una sonrisa displicente se torció al pasar del Puente. Que nadie se sienta seguro, viene el Rayo de Vallecas...
Viene, claro, Vallecas. Nada menos.
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