Desde lo alto
Por unos instantes arrebatamos la casa a las palomas y a las cigüeñas de la ciudad. El sábado 19 tomamos por asalto varios campanarios, cronómetro en mano, simultaneando la estampida de las aves y la ilusión del personal. A modo de mensaje, cantidad de excrementos en el suelo. "Os ocupáis muy poco de nuestre aseo!", a modo de protesta por el modo de llegar cagadas tirarido a dar: los papeles, la cara, el pelo.Con el tercer cohete comienza la sinfonía campanil. Tensión y nerviosismo. ¡Nunca hubiera imaginado que se puede hacer música a tanta altura!
"¡Marca el compás!".
"¿Cuánto falta para que entremos?".
"¡Cinco, cuatro, tres!" (gritos y gestos para no perdernos).
"¡Córno pesa el badajo!".
Cuando la partitura lo permite, un pequeño descanso: mirando el valle Amblés, saludando a los campaneros del Ayuntamiento, descubriendo los rojos del atardecer, intentando percibir el mensaje de la suprema campana catedralicia, y de nuevo, todos a sus puestos (10 segundos).
"¡A ver si enlazamos bien esas coicheas!".
La más grande de San Juan inicia el diálogo, que se hace grácil y sutil con la respuesta de la que tiene a sus espaldas. La ciudad y el campo, dos perspectivas que deben ser discutidas.
"Nosotras también opinamos, aunque seamos más pequeñas". Y vaya si se hacen notar.
Sólo dos minutos para finalizar -algún fallo de entrada por los nervios-. Brazos cansados. Repiqueteo al unísono, ligando calles y tejados, envolviendo a Ávila desde lo alto con una sonoridad rítmica y acompasada. Tras el cohete final, abrazos, risas y felicitaciones.
Una experiencia -la segunda- entre ensordecedora y excitante, con plenitud y emoción mágica. Ya sabéis que no hay dos sin tres.
Entretanto, la quietud volverá allá arriba, el día a día, el marasmo centenario. (De mis sensaciones en torno al concierto Sonum sparges, obra de Llorenç Barber).- La
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