"Soy madrileño de barrio"
Este autor teatral nació en San Sebastián hace 54 años. Allí empezó con la farándula en el teatro Español Universitario y dirigió la compañía Los Lorquianos. En Madrid seguiría con la vocación, fundando con Concha Llorca el primer café-teatro que hubo en la capital, el Lady Pepa, en la calle de San Lorenzo. Y entre las dos ciudades discurrieron su vida y su carrera alternativamente. Estrenó por primera vez una obra suya en 1985, y a partir de entonces surgieron, entre otras, Mala yerba, La abuela echa humo o Viva el cuponazo, hasta la recién estrenada y polémica Feliz cumpleaños, señor ministro, que pasó la prueba de fuego en la villa donostiarra hace unos días. Fue allí donde Mendizábal obtuvo el primer premio de teatro Ciudad de San Sebastián 1992. Atrevimiento, crítica social, misterio y denuncia son ingredientes que le, aseguran un gran éxito de público en el Centro Cultural de la Villa.Pregunta. ¿San Sebastián o Madrid?
Respuesta. Estoy encantado en las dos. De San Sebastián me quedo con el Paseo Nuevo, el mar bravo, la bahía. De Madrid, Chueca. Yo soy madrileño de barrio.
P. ¿Desde cuándo escribe?
R. Escribo teatro desde hace nueve años. Hice mi primera función para Rafaela Aparicio y Florinda Chico, Mi tía y sus cosas. Tuve la suerte de que fuera un éxito, y a partir de ahí he seguido escribiendo sin parar hasta ésta, que hace la número 12. Ahora estoy empezando mi primera novela a partir de un monólogo que tenía escrito anteriormente.
P. ¿Le gusta el escándalo? ¿O escribe para generar debate social?
R. El escándalo está en la calle; si lees la prensa te lo encuentras continuamente, no hace falta expurgar mucho. Si para algunas personas lo que se escribe es un escándalo, pues es lo que hay, no voy a cambiar.
P. ¿Los conflictos entre homosexuales están de moda?
R. Psss, sí, creo que, ahora quizá menos; los conflictos entre homosexuales estuvieron más de moda antes porque estaban ocultos y saltaban a la calle como algo extraordinario. Hoy el tema está normalizado y los problemas se diluyen más.
P. Médico cocainómano, travestido de lujo, chapero de Recoletos, ministro maricón; sus personajes de la alta sociedad viven en un Madrid gay-yuppy, ¿perfecto escenario para su obra casi policiaca?
R. Sí, sin duda. La obra es la historia de un gran amor, de una gran venganza, donde la alta sociedad está presentada como se comporta actualmente. La desvergüenza, la corrupción, el tráfico de influencias, son matices que entran en la forma de ser de los personajes.
P. ¿El fondo de su obra es un canto a las diferentes opciones sexuales o una crítica a las consecuencias del ocultamiento social de la homosexualidad?
R. Sí, las dos cosas. Realmente, si ésta estuviera asumida por la sociedad completamente no existiría ese ocultamiento que lleva a determinados comportamientos demenciales, como el del protagonista, el ministro. En la calle se comenta que tenemos ministros gay, y si así fuera no tiene importancia; supongo que también hay ingenieros, letrados, médicos, todo tipo de profesiones.
P. ¿Por qué estrenó en un teatro municipal?
R. Porque hoy es muy difícil estrenar, no hay teatros, los que existen están copados. En este caso, creo que Antonio Guirao ha sido muy valiente. Los teatros municipales se deben abrir a este tipo de obras de contenidos actuales, no tienen porqué programar sólo funciones carcamales.
P. Además, es empresario. ¿Desde el estreno de Aladdín se venden más alfombras persas en la calle de Velázquez?
R. No, no creas, pero tengo una anécdota maravillosa: el otro día había dos niños en el escaparate mirando y señalando. "¡Claro, si supiéramos cuál es la que vuela, la comprábamos!".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.