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ELECCIONES EN GALICIA

El imperio del delfín de Fraga

Cuiña sólo ha incumplido con su pueblo, Lalín, de 9.000 habitantes, la promesa de una villa olímpica

Javier Casqueiro

Delfín en gallego es golfiño, como mordazmente vocea en los mítines el socialista Miguel Cortizo. En Galicia delfín sólo hay uno: Xosé Cuiña, el superconselleiro de obras e inauguraciones de Manuel Fraga que el pasado domingo ligó su funeral político al de su patrón y: guía. Cuiña siempre ha sido agradecido con su pueblo, una tradición que en Galicia marca a los biennacidos, y Lalín, esos privilegiados 9.000 habitantes a los que ya sólo les falta que la Xurita les dote de la prometida Villa Olímpica, ha respondido siempre con una oleada de votos: el 86% de su censo secunda ya al PP.Lalín estaba tan condenado a desaparecer de los mapas como cualquiera de los cientos de municipios de su tamaño. Pero resucitó: por su historia, su emplazamiento y un nacimiento. Aquel pueblo de Pontevedra, en la encrucijada entre Santiago y Ourense, iba hace dos decenios como las nécoras: hacia atrás o de lado. Su población disminuyó hasta los 4.000 habitantes, limitada por la pujanza de Monforte de Lemos, nudo ferroviario, y por el vigor de A Estrada, boyante centro ganadero.

A pesar de extenderse por 300 kilómetros cuadrados, el tercer municipio en superficie de Galicia, Lalín era pequeño. Ahora, en cambio, es uno de los más prósperos, con un bajo nivel de paro, casi todas las infraestructuras imaginables, 107 bares y espléndidas tiendas de moda.

El alumbramiento de Xosé Cuiña Crespo se produjo hace 46 años, en una familia ni siquiera modesta, en el enclave olvidado de una comarca húmeda del río Deza, en la Galicia agrícola y ganadera. Cuiña no sólo fue en 1979, con 28 años y como independiente, el primer alcalde democrático de Lalín. También lo fue luego con UCD, AP y PP. En cada cita, con más amplias mayorías absolutas. De ahí se catapultó, con Fraga, como presidente de la Diputación, conselleiro y secretario general del PP y sucesor en la penumbra.

Cuiña nunca ha soltado sus amarres en Lalín, donde el PP dispone de 16 de los 21 concejales, 8.648 votos y 1.500 militantes. Los 500 últimos carnés se ficharon casa a casa, en la campaña de movilización emprendida antes de estas elecciones para dar un regalo a José María Aznar con el afiliado 100.000 de Galicia justamente en su romería anual a Monte do Faro, fiesta local que reinventó Cuiña para mayor gloria del PP.

Su imperio en Lalín lo ha edificado Cuiña con ladrillos, aluminio, votos y cemento. El regidor actual, Xosé Crespo, sin relación familiar con su antecesor y emblema, justifica el espectáculo de obras que serpentean su pueblo, promovidas por las instituciones gobernadas por el PP, en la justa retribución a anteriores agravios. Aunque el mandatario intuye que el secreto de Lalín no está en Cuiña, sino "en los magníficos 100 empresarios que han arriesgado y causado una auténtica revolución y eclosión industrial"

Naturalmente, Cuiña es el nombre que figura en la placa de la última dotación, inaugurada el 27 de septiembre: el imprescindible acondicionamiento del arroyo Pontiñas con una inversión de su departamento en la Xunta de entre 300 y 400 millones.

Las piscinas, especialmente la climatizada, son el orgullo del alcalde actual. Costó más de 350 millones oficiales, pero da servicio a varias comarcas con 60.000 residentes. Los pabellones polideportivos funcionan colapsados por los partidos y entrenamientos de los doce equipos federados, uno de la Primera División del balonmano. Esta, explosión deportiva llevó a Cuiña a prometer una Villa Olímpica e invirtió cuatro millones en su maqueta.

Porque a Cuiña, en Lalín, le preceden sus obras. Ahí quedarán la nueva plaza del mercado (300 millones), la estación de autobuses, el auditorio-conservatorio que no disfruta Ourense capital, la casa de cultura, la biblioteca, el museo comarcal, adornos escultóricos... Todas ellas han disparado el presupuesto: en 1979 no pasaba de 79 millones y ahora se considera insuficiente pasando de 1.000.

También quedarán ahí, para deleite de los 20.000 vecinos del área, las remozadas comunicaciones actuales y las futuras, como la autovía de peaje entre Santiago y Ourense, cuyo primer tramo llegará no casualmente hasta Lalín.

El aldabonazo, en cualquier caso, fue el Parque Empresarial 2000, que costó entre 1.100 y 2.000 millones y que montó un organismo de la Xunta en 1993. Se explanaron 47.000 metros cuadrados y se parcelaron 102 solares, a los que se aterriza por un puente de estilo moderno-romano. Ahora están adjudicadas a diversas empresas sólo 20 parcelas, entre ellas las del propio Cuiña, pero la mayoría no tienen nada encima. Lamas importante, Taboada y Ramos, de un ex edil del PP y ex albañil, es la constructora más beneficiada por las obras municipales. Otras fábricas están fuera del Parque porque es carísimo.

El alcalde admite que el polígono es "uno de los más caros de G'alicia", pero afirma que está vendido ya al 55% y, aunque constata que le faltan muchas factorías, augura que para el año 2000 tendrá que pedir su ampliación.

Cuina se soporta, política y empresarialmente, en su familia. Su madre dirige un negocio de materiales de aluminio (Inasus) que de la nada se convirtió en un holding coincidiendo con el ascenso político de su hijo y los, encargos de la Xunta a través de subcontratas. Su padre y su hermano recorren las 348 aldeas del municipio cada vez que hay cita con las urnas. Piden el voto y convencen a los pocos indecisos. Son tan pocos que el PSOE apenas puede confeccionar sus listas. Alguien se muestra dispuesto a formar parte de su candidatura y al día siguiente disculpa su retirada con un parte médico por depresión.

Cuiña, que se lamenta de su escasa formación académica, tiene otros valores. "Es hábil, dedica las 24 horas a la política y no repara en escrúpulos". Así le piropea el edil socialista Cristóbal Fernández, un caso insólito de resistencia en la oposición.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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