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LA CUMBRE DEL EMPLEO

Los Quince abren la vía a un acuerdo de mínimos para la creación de empleo en la UE

Los duros ministros de Finanzas y los voluntaristas titulares de Asuntos Sociales no chocaron ayer en Bruselas. Los más de 30 ministros europeos reunidos en un consejo jumbo, Ecofin-Trabajo-Asuntos Sociales, acercaron posiciones y abrieron la vía para que el Consejo europeo del jueves y el viernes en Luxemburgo lance una propuesta para reducir el paro en la Unión Europea (18 millones de desempleados, el 10,6% de la población activa). Tras las deliberaciones, la presidencia luxemburguesa presentará en la cumbre un proyecto que será debatido por los jefes de Estado o de Gobierno.

Como se dejaba entrever, dada la importancia mediática de la cita de Luxemburgo, alemanes y españoles empezaron a suavizar su oposición a fijar objetivos cuantificados sobre empleo. Hasta ahora sostenían que los planes de empleo debieran ser nacionales. Al tiempo, los más ambiciosos, como Francia, Bélgica y Holanda, calificaron de "propuesta de mínimos" el documento presentado por la presidencia, pero no sacaron las hachas de guerra.

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Un ámbito propio de debate

El mayor obstáculo sigue siendo la Alemania de Theo Waigel. El poderoso ministro de Finanzas germano se declaró "escéptico" sobre la cuantificación, pero no amenazó con bloqueos. Se opuso a rebajar el IVA en los sectores de servicios con alto recurso a la mano de obra que ha propuesto Bruselas y defendió un alza de los impuestos energéticos. Y recordó que "el FMI nos dice que los problemas de paro en Alemania son de tipo estructural". Pero la delegación alemana dejó abiertas las puertas al acuerdo de mínimos que se perfila: objetivos cifrados en tomo a paro juvenil, paro de larga duración y formación profesional y mecanismo comunitario de seguimiento, aunque acabe siendo lo más aguado posible.

España, a rebufo

España se puso al rebufo alemán y se olvidó de sus feroces críticas iniciales a la propuesta de la presidencia. El cambio de actitud mostrado ayer por el vicepresidente segundo, Rodrigo Rato, y por el ministro de Trabajo, Javier Arenas, deja entrever que el Gobierno ha detectado la conveniencia de que no sea el país con más paro el que más se oponga a un mecanismo comunitario sobre las políticas de empleo. Rato se acercó a Arenas al afirmar que "no hay que tener miedo a los objetivos cuantificados, pero éstos sólo son una parte de lo que tenemos que hacer".Los dos pidieron que el diálogo social se convierta en la quinta columna del acuerdo y aceptaron por primera vez objetivos cuantificados en paro juvenil y de larga duración y formación profesional, pero con la condición de que los periodos de cumplimiento sean "flexibles" y "adecuados a las condiciones de cada país". Madrid y Bonn anunciaron que tramitarían sendos documentos propios de reflexión o enmienda.

La ministra francesa de Trabajo, Martine Aubry, calificó de "propuesta de mínimos" el documento, pero lo apoyó. Aseguró que "fijar objetivos cuantificados es un deber ante la opinión pública si se quiere mantener la credibilidad." y -que hay que "hacer compatible la flexibilidad y la seguridad en el empleo".

El belga Philippe Maystadt destacó la contradicción que supone pedir una rebaja del IVA de los servicios y oponerse a una reducción de las cargas sociales. Se opuso a aumentar las tasas sobre la energía, pero defendió gravar las emisiones de anhídrido carbónico.

Mecanismo de vigilancia

De la reunión de ayer se perfila que en Luxemburgo saldrá una propuesta de consenso para lanzar un mecanismo de coordinación de las políticas nacionales de empleo: un método de vigilancia multilateral del que todavía no se sabe si concluirá en recomendaciones equivalentes a obligaciones conllevando sanciones morales en caso de incumplimiento. España es de los más reacios a la tripleta objetivos-recomendaciones-obligaciones. Prefiere el binomio orientaciones-alternativas. Y que se haga a través de los mecanismos del futuro Tratado de Amsterdam, menos rigorista que la propuesta luxemburguesa y, sobre todo, sin ningún peligro de que suponga un incremento del gasto público.Si el canciller Helmut Kohl actúa esta vez como pacificador, habrá en Luxemburgo al menos tres objetivos cuantificados, aunque sea levemente: la inserción de los parados de larga duración en el mercado de trabajo o en la formación profesional, con un máximo de doce meses; la inserción de los jóvenes antes de culminar seis meses de desempleo; y el compromiso de incrementar la formación profesional para beneficiar con ella a un 25% de la población activa.

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