Todo a cien
CIENTO UN AÑOS hubiera cumplido Josep Pla el domingo que pasó. Fui a celebrar su obra en su paisaje. Leo ahora que Valentín Puig trata de preservar al escritor -tan esencial, es cierto- del polvo de la anécdota. Y en su libro L'home de l'abric (Destino) hace muy bien en separar al buen prosista de todo lo demás. Si así no fuera, dudo que lo anecdótico pudiera interesar al presidente Aznar. Ni por gastrónomo ni por periodista hubiera podido Pla fascinar a tan devoto y apasionado lector de centenarios. Me cuentan que gracias a la activa devoción literaria del presidente van a poder ahora restaurar la casa en que nació el ampurdanés, después de que por error hubieran adquirido la vecina, donde se instala su fundación y está su biblioteca. No es que a la Generalitat le falten 25 millones para lavar la cara de la casa, sino que es posible que su president no tenga del escritor tan buen recuerdo. Pla -perdón, entramos en la anécdota- era muy suyo. Cuentan que un día acudió el honorable a ver a Pla convaleciente y le expresó, cortés, lo bien que lo encontraba. Esta fue la respuesta del enfermo: "Yo también lo veo a usted mejor, hasta parece que ha crecido". No se viera Aznar -teórico de la ficción, esta semana, en el Congreso- en igual trance: cambiaría la idea de su ayuda por otro escaparate.LA LUNA DE VALENCIA. No tengo opinión sobre la ópera Luna, de José María Cano, y no quisiera formármela desde los prejuicios al modo en que lo hacen distintos botarates. Desconozco también los gustos musicales del secretario de Estado de Cultura, y el día en que me haga con criterio sobre esa ópera sabré si el señor Cortés va tan errado por la música como por el cine. Lo que sí dejó claro Cortés en día venturoso fue que deseaba que se estrenara en el Real y, como si no acabara de mandar allí, incumplidos los deseos del jerarca, ha tenido que ser en Valencia donde la acojan. Cano dijo que uno va adonde lo quieren, y tan contento estaba con los afectos de la Generalitat valenciana que parecía dispuesto a dejarse adoptar a orillas del Turia. Pero ahora parece que el dócil Gómez Martínez, director de la Orquesta de Valencia, también ha dicho que él no está por mover la batuta para que el sueño de Cano se realice. Y se levantan aquí las sospechas sobre esta Luna de Valencia: ¿el obstinado rechazo de los músicos a la obra de Cano será un honesto acto de gusto o una envidiosa persecución al genio? O bien: ¿la insistencia de los políticos del PP a la obra que los músicos rechazan será una vez más la evidencia de su particular estética o la de su mangoneo y dirigismo cultural? Esta vez no es la ministra Aguirre la que tiene que responder, y bien que me alegro. No se le ha ocurrido, por ejemplo, recomendar que el vestuario sea de Victorio y Lucchino. Está muy ocupada con el 98. A su presidente le encantan los centenarios porque con ellos tiene la impresión de haber estado allí, de pasar por la historia. O la historia por él.
MARINA ROSSEL vino igualmente centenaria a Palafrugell, con el recuerdo de los últimos de Filipinas, y le oí cantar su Yo te diré. Hermosa versión para poner de fondo al atinado libro de igual título de Manu Leguineche (EL PAÍS-Aguilar), centenario también. Pero Marina estaba dispuesta a cambiar 100 años por un día: el de la mujer trabajadora. Dejó que fuera Albert Boadella el que, comedido, expresara su pasión por Pla y su gusto por conservadores como él. Ella escogió a Pujol para sus tiros por llamar guapa a una política venezolana, efectivamente guapa aunque jamona, de cuya inteligencia no debió de tener constancia el president porque, al parecer, no suele revelar a diario su talento. Bien es verdad que puede ocurrir lo mismo con los políticos varones y nadie exalta su belleza a cambio. No se trata del caso de Pujol, por supuesto.
QUÉ TENDRÁ DALÍ (centenario a la vista) que Aznar no ha decidido aún visitar su casa y su museo en Cadaqués. Puesto que a la pregunta en Arco de una reportera, sobre la dificultad del común de los mortales para entender el arte contemporáneo, afirmó, rotundo, "yo sí", o sea, él sí que entiende, la dificultad no la hallará en la obra daliniana. Llamé a Pichot, director del Museo de Dalí, y para el centenario aún no hay otra cosa que reuniones, dudas, y es de esperar que hagan al menos camisetas. Con una de ellas podría promover lan Gibson su nuevo libro en mayo, pues por ahora brama si alguien le pregunta por la amistad Lorca-Dalí. Hasta mayo, ni pío. Andrés Sorel, en cambio, le coge el aire al centenario Lorca con un libro, otro. Muchas velas para una misma tarta, aunque peor sería que faltara la luz.
P. D. Algunos centenarios dejan claro que el refranero se equivoca: sí hay males que cien años duran.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.