'Se puede ir aún más deprisa'
Guillermo Altadill, el tripulante español del catamarán Club Med, dice que el récord de 62 días para dar la vuelta al mundo puede rebajarse en cinco o seis
Dos de la tarde del sábado 3 de marzo. Guillermo Altadill, el tripulante español del catamarán Club Med, realizó desde a bordo una llamada teléfonica a un amigo de la infancia del barrio barcelonés de la Barceloneta, para comunicarle que el velero se había situado sobre el paralelo de Santa Cristina d'Aro (Girona), localidad de residencia de Altadill, tras dejar por babor las islas Baleares. Siete horas más tarde, Guillermo y sus 12 compañeros de tripulación cruzaron la línea imaginaria de llegada en el puerto de Marsella, punto final de la Regata del Milenio, la vuelta al mundo sin escalas y sin asistencias. El Club Med, el ganador de la regata sín límites, terminó pulverizando varias marcas mundiales de navegación desde la salida de Barcelona el pasado 31 de diciembre. El multicasco empleó 62 días en dar la vuelta al mundo y consiguió, además, establecer el récord de velocidad al recorrer 650 millas (1.170 kilómetros) en 24 horas. Atrás, muy lejos, quedó el Innovation Explorer, cuya llegada a Marsella está prevista para mañana. Y a miles de millas, por las costas de América del Sur y del Cabo de Hornos, están los otros tres participantes.
Altadill es consciente de que ha sumado en su historial la victoria más importante en navegación transoceánica y ha superado el tercer puesto que consiguió en la White Bread a bordo del monocasco Galicia Pescanova en 1994.
'Los 62 días empleados en dar la vuelta al mundo navegando casi 26.000 millas [42.800 kilómetros] pueden rebajarse en cinco o seis días menos', aseguró ayer Altadill. Sin embargo, el regatista español no duda que la navegación en los monocascos es más exigente en cuanto a la resistencia física que en los multicascos. 'En muchos aspectos, los catamaranes son más manejables', dijo. 'Como la velocidad máxima se alcanza muy pronto, los cambios de vela son poco numerosos', añadió. 'En los monocascos se cambia de vela cuando el viento varía de intensidad cada cinco nudos. En los catamaranes, se recorren más millas con menos esfuerzo'.
Este menor esfuerzo físico en estos gigantes del mar se combate con un mayor estrés, según Altadill. 'No hay que emborracharse de velocidad. Sucede como si se condujera un fórmula 1, en el que no puedes ir siempre a 400 kilómetros por hora. Al menor descuido sucede lo peor. Estos barcos están construidos para ir con viento de popa y nunca en ceñida [contra el viento]. Da miedo oír el ruido de las olas rompiendo sobre el casco'.
Altadill ya sueña con su próximo reto: competir en la siguiente edición de la Regata del Milenio con un catamarán español.
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