Chicas con gancho
'A mí sólo me han contratado para que esté aquí, para atraer a los clientes, la doctora está dentro'
Decir que en agosto las ciudades se quedan desiertas suena a perogrullada, pero como en cualquier regla siempre existe la excepción. En Valencia hay una calle que sigue tan concurrida como sería normal en cualquier época del año. Eso sí, ahora la actividad se reduce al horario de mañanas.
A llegar a la Jefatura Provincial de Tráfico por la Avenida Giorgeta, en una de sus puertas laterales, ya en Mora de Rubielos, se concentra gente que va a renovarse el carné de conducir, pagar una multa o a resolver cualquier necesidad que suele generar la burocracia. De todos es sabido que la caducidad de los documentos oficiales nunca atiende a si estás de vacaciones, es Navidad o se te ha pasado la fecha.
Pero empiezas a sorprenderte cuando en la misma puerta hay unas cuantas jovencitas con un montón de papeles en la mano. Se acerca una de ellas y te da los buenos días como si te conociera de toda la vida. Empiezas a pensar: 'Raro, que chica más extraña'.
Acto seguido te pregunta si tienes alguna multa. La miras y piensas 'a ella que le importa', pero no, no es que sea una fisgona que quiere comprobar si la policía te ha pillado cometiendo unas cuantas infracciones, no. En cuanto se entera que te han puesto más de una, te ofrece un folleto donde tienes todos los datos para que algún abogado se ocupe de recurrir y recurrir tu sanción hasta librarte de ella.
Sigues por la misma acera y te encuentras una serie de establecimientos que indican: Reconocimiento Médico de Conductores y Armas. En la puerta de cada uno de ellos hay una chica vestida con una bata blanca estilo hospital. Una de ellas le está hincando el diente a un bocadillo. Un hombre, sin salir de su automóvil, le pregunta: '¿Cómo te va?' 'Ya ves, almorzando'. Menos mal que he oído la conversación porque ya empezaba a pensar que le estaba preguntando cuál era su tarifa. En esta calle y a estas horas de la mañana no acababa de cuadrarme la situación. Pero nunca se sabe.
Entonces, qué necesidad tiene una médico de estar en la puerta con la bata puesta. 'No, yo no soy médico', explica una de las jóvenes que no quiere dar su nombre. 'A mí sólo me han contratado para que esté aquí' '¿Sólo para estar en la puerta?' y '¿para qué?' 'Para atraer a los clientes que necesitan hacerse el reconocimiento médico. La doctora esta dentro'. O sea, que no es un lugar donde puedas jugar a médicos y enfermeras.
Al entrar al consultorio te piden tus datos y te hacen todas las pruebas físicas necesarias para saber si debes seguir disfrutando del carné o no. Nada, no hay nada divertido en el interior. Todo es limpio, aséptico y el trato es el mismo que en cualquier consulta médica.
El sentido comercial no tiene límites. Y ya puestos ¿por qué en alguno de estos establecimientos no ponen algún tío cachas con batita de doctor para que atraiga a las mujeres. Ellas también necesitan el mismo certificado para conducir. Y, si no lo ven necesario para las mujeres por qué sí lo es para atraer a los hombres O jugamos todos o se rompe la baraja. Aunque la verdad es que este juego no tiene ninguna gracia.
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