Un amplio abanico de candidatos al premio
La competición ya ha terminado, y hasta el último día se han ido añadiendo candidatos para los premios, que es como decir que la programación de la presente edición del festival malagueño ha resultado mucho mejor de lo que a priori se preveía.
A los títulos ya conocidos, encabezados por El alquimista impaciente, La novia de Lázaro, El otro lado de la cama y Smoking Room se les añadió ayer Rencor, la última película de Miguel Albaladejo; un sólido drama a ras de suelo en el que destaca la presencia magnética y poderosa de una Lolita que parece que jamás hubiera hecho otra cosa que actuar ante una cámara, aunque es ésta su primera comparecencia cinematográfica como protagonista. La decisión del jurado será conocida hoy mismo.
También en el terreno del documental ha aumentado la nómina de candidatos, tras el pase de un desalentador aunque imprescindible filme, Señorita extraviada, de nacionalidad estadounidense aunque rodado por una chicana, Lourdes Portillo, sobre las casi 300 desapariciones de chicas jóvenes ocurridas en el norte de México desde hace más de una década, en la que la policía parece tener más que directa responsabilidad.
Igualmente interesante ha resultado Portman, a la sombra de Roberto de Miguel Martí Campoy, un sólido documento sobre la degradación de la murciana bahía del mismo nombre, por efecto de los deshechos tóxicos vertidos en ella en las últimas décadas, que explora con agudeza las contradicciones de los agentes sociales involucrados en el destrozo ecológico.
Rencor narra, con una precisión admirable, un guión de robusta solidez y unos actores en estado de gracia (además de Lolita, Jorge Perugorría, Elena Anaya y Mar Reguera), un drama de amores traicionados, venganzas y sueños rotos. Como en la mayor parte de su filmografía, hay en el último filme de Albaladejo un cuidado primoroso por retratar con veracidad y precisión las vicisitudes e ilusiones de las capas populares, aunque en este caso quepa hablar más de perdedores de vuelta de todo. Un guión primoroso y una resolución espléndida dan a la película todos los números para aspirar a lo mejor.
Si el jurado decidiera premiar a un filme de factura clásica, las dudas serían pocas: todo se jugaría entre la película de Albaladejo, la solidez y el oficio de El alquimista impaciente de Patricia Ferreira y el riesgo moderadamente conseguido del cruce entre comedia y musical de El otro lado de la cama de Emilio Martínez Lázaro. Pero si se trata de premiar la experimentación y la orgullosa reivindicación del cine de autor, la balanza se debería inclinar del lado de las dos películas más excitantes que han pasado por Málaga: Smoking Room, de los debutantes Roger Gual y Julio Wallovits, y La novia de Lázaro de Fernando Merinero, con su calculada mezcla de improvisación, captación documental de la realidad y palpitante verdad.
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