El Betis baja los humos al Depor

Estaba el Depor feliz con su Supercopa, sus nuevos fichajes y su plácido verano hasta que llegó el Betis y le propinó una dolorosa bofetada. Se presentó el Betis en Riazor para inaugurar la Liga y lo que hasta el día antes parecía una maquinaria perfecta se desmoronó. El mérito correspondió al cuadro de Víctor Fernández, que ofreció un auténtico recital de ambición, de juego y de grandes futbolistas, de gente como Joaquín, que sigue imparable, o como Assunçao, un coloso en el centro del campo. El baile del Betis fue de los que hacen época: marcó cuatro goles y disparó tres veces a la madera. En Sevilla puede estar gestándose otro candidato al título.

La Liga zarpó a toda máquina, con un partido lleno de goles, emociones y grandes detalles. A tan espléndido inicio contribuyó sobre todo el Betis, que en poco tiempo parece haberse empapado del sello de Víctor Fernández. Respetuoso con los principios de su entrenador, fue un equipo descarado y ambicioso, que no dudó ni un segundo en discutir la autoridad del Depor. Para interpretar ese guión dispone de un magnífico grupo. Los que ya tenía el año pasado, como Joaquín, que volvió a dar la sensación de que es un astro en ciernes, y los que han llegado ahora, entre los que descolló Assunçao. Medio centro típico del Brasil de los últimos años, con gran despliegue físico y una durísima pegada, marcó su territorio desde el inicio, decapitó la línea de creación del Depor y se pasó la primera parte acribillando a Molina a cañonazos. Uno fue gol -imponente zurdazo por la escuadra- y otro lo repelió el larguero.

La primera mitad se convirtió en un soberano repaso del Betis a un Depor perplejo y paralizado. Con Assunçao tapando todas las posibles fugas, la línea creativa del Betis tuvo licencia para cualquier aventura. Y cada acometida fue un sobresalto para el Depor. Cuando Joaquín no cabalgaba imparable por la derecha, Denilson caracoleaba por la izquierda o Capi buscaba por el medio la conexión con Alfonso, quien mostró un aspecto saludable como no se le veía desde hace años, dispuesto a recuperar el tiempo perdido entre Barcelona y Marsella. Desesperado, al Depor no le quedó más recurso que el contragolpe. Por esa vía, entre Valerón y Makaay se acercaron al gol en un par de oportunidades. Demasiado poco para contrarrestar la que estaba cayendo en la otra área, donde Molina tuvo que emplear todos sus recursos: reflejos y agilidad bajo los palos e intuición y rapidez para anticiparse en los mano a mano.

Pero era demasiada la inundación para que el portero diese abasto a achicar el agua. Sobre todo, porque Molina se quedó solo en la labor. La defensa deportivista, que tan buena pinta había lucido en la Supercopa, volvió a sus días peores, especialmente por el lado del debutante Andrade, al que le pudieron los nervios del estreno, y del ya curtido Romero, que vivió una pesadilla ante Joaquín. Las cosas se pusieron en su sitio en cuanto Molina se quedó sin capacidad de respuesta ante el poderoso zurdazo de Assunçao que perforó la escuadra. Y en ese momento, con el marcador favorable, el Betis hizo otro alarde de grandeza. Cualquier equipo cicaterillo se habría echado atrás a guardar su tesoro, pero él se mostró insaciable: siempre arriba, asediando una y otra vez a un rival que ya pedía socorro. Entonces llegó el gran instante de Joaquín, que entró por el pico derecho del área y en el espacio de una baldosa le colocó tres sublimes regates a Romero. A la tercera, el defensa le tiró al suelo. Penalti y gol de Alfonso.

El Depor quedó completamente triturado, mirando con sonrojo a su rival, con cara de no entender nada de lo que estaba pasando. Cuando más sumidos en la espesura estaban los de Irureta, acudió en su auxilio un contragolpe, muy bien resuelto por Makaay. El público recuperó la alegría y pareció que el partido podría invertirse. Al fin y al cabo, se antojaba difícil que el Depor pudiese pasarlo peor que hasta entonces. Pero al Betis nadie lo bajaba anoche de su nube. Antes de que el Depor tuviese tiempo de organizar la contraofensiva apareció Arzu en un córner para cabecear el puntillazo final.

La segunda parte fue para el Depor un simple ejercicio de voluntarismo. Lo intentó con todo, incluidos sus tres delanteros, Makaay, Tristán y el debutante Luque. Para entonces, el Betis ya había echado el candado y al Depor se le congelaba la sonrisa del verano.