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Reportaje:

Esperando a Trichet

El gobernador del Banco de Francia comparece hoy en el proceso del Crédit Lyonnais, del que depende su futuro al frente del Banco Central Europeo

Las tres primeras sesiones del llamado proceso del Crédit Lyonnais (CL) no han revelado nada que no se supiera, exceptuada la esplendidez de las pensiones de jubilación -25.000 euros mensuales- que cobran ahora los responsables que casi arruinaron la entonces banca pública. Hoy, Jean-Claude Trichet, actual gobernador del Banco de Francia y candidato a reemplazar a Wim Duisenberg al frente del Banco Central Europeo (BCE), deberá precisar cuál fue su actitud en la época, en tanto que director general del Tesoro, ante las arriesgadas inversiones del Crazy Lyonnais (Loco Lyonnais), mote con que la prensa anglosajona conocía al CL en ese periodo cerrado con un agujero de 15.000 millones de euros.

Si Trichet se juega su carrera, la justicia francesa se juega su credibilidad

La acusación contra Trichet y Jean-Yves Haberer -presidente y director general del CL entre 1988 y 1993-, así como contra otros siete altos cargos, es por "presentación inexacta de cuentas", "difusión de informaciones falsas o engañosas", "reparto de dividendos ficticios" y "complicidad" con todos esos delitos.

Las estrategias de defensa difieren según los acusados fuesen directivos del banco o representantes de las instituciones tutelares del Estado. Los primeros insisten en que les era imposible controlar cada una de las inversiones o préstamos de sus decenas de filiales y miles de sucursales; lo hacen después de repetir que ellos no tenían secretos para el director del Banco de Francia -en la época, Jacques Larosière, antiguo director general del Fondo Monetario Internacional (FMI)- o el del Tesoro, o los comisarios del Tribunal de Cuentas. Los funcionarios del Estado, por su parte, niegan haber recibido la información pertinente o haberla conocido sólo cuando ya era demasiado tarde.

Si Trichet se juega su futuro de alto funcionario europeo, la justicia francesa se juega su credibilidad. En el ojo del huracán está la confianza que merecen las palabras de Haberer, personaje brillante que había contribuido en los años setenta y ochenta a redibujar el paisaje financiero francés y a poner en pie el sistema monetario europeo. Pero en 1988, cuando es nombrado por el Gobierno socialista al frente del CL, Haberer parece haber olvidado todo respeto por la lógica y la más mínima prudencia.

El CL comenzó entonces una enloquecida carrera inversora, de compras de sociedades de dudosa rentabilidad -compañías de jets privados, una treintena de campos de golf y la mítica y ruinosa Metro Goldwyn Mayer (MGM), amén de innumerables propiedades inmobiliarias- que, entre los años 1991 y 1993, condujo a camuflar las pérdidas y a mantenerlas siempre en un montante que permitiese respetar la llamada exigencia de Cooke, que obliga a los bancos a disponer de fondos propios que equivalgan, como mínimo, al 8% de los créditos distribuidos entre sus clientes.

Ante el tribunal, Haberer, para justificar sus préstamos a la ruinosa MGM de Parretti y Fiorini, dos mafiosos amigos de Berlusconi, dijo no saber nada de la mala fama de los dos financieros italianos. "Ninguna autoridad bancaria, bursátil o de la policía francesa o internacional nos dijo nunca que estábamos tratando con estafadores", dijo Haberer.

Sin duda, el presidente del CL no leía la prensa de la época, pues la mala fama de Parretti y Fiorini era tan notoria que en la Asamblea Nacional francesa un diputado se preguntó cómo un banco público como el CL prestaba dinero a dos personajes "que blanqueaban dinero procedente del crimen".

Tampoco el hecho de que la hija de 20 años de Parretti fuese la directora financiera de MGM sorprendió a un Haberer que se describe a sí mismo como "un minero que avanza por un túnel oscuro con la única luz de la lámpara de su casco". Hoy Trichet nos hará saber si a él se le ocurrió accionar el interruptor.

Jean-Claude Trichet, en una foto de archivo.
Jean-Claude Trichet, en una foto de archivo.REUTERS

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