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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ración de piratas

J. Ernesto Ayala-Dip

Juan Madrid le da un descanso a su investigador Toni Romano, esa alma gemela del ahora desgraciadamente interrumpido para siempre Pepe Carvalho. Esta vez no tendremos que ver al pobre Romano, acabando cualquiera de sus desilusionadas peripecias como cobrador de morosos o, en el peor de los casos, como portero de un club nocturno uniformado de verde y con botones dorados. Juan Madrid abandona la ciudad y traslada su imaginación hasta el Mar de China. El hijo de Sandokán está dedicado a Emilio Salgari. Esta vez la historia va de piratas. El que haya leído a Salgari, tendrá noticias del ánimo vengativo que anida en el corazón de Sandokán. Sabrá que no puede ver un blanco ni en pintura, porque fueron ellos precisamente los que destruyeron su familia. Así nace su condición de pirata y de azote de las flotas inglesas. También sabe ese lector que Sandokán hace una excepción y su furia antiblanca cede ante la belleza de Mariana Guillonk, hija de un capitán de navío inglés.

EL HIJO DE SANDOKÁN

Juan Madrid

La Esfera de los Libros

Madrid, 2003

156 páginas. 16 euros

Estos pequeños datos le pueden servir al lector para entender mejor la sutil operación que realiza Juan Madrid respecto al modelo italiano. Juan Madrid hereda el asunto esencial de la serie salgariana. Su perfume exótico y ese aire decidido de sus personajes. Es verdad que Madrid cambia algo las tramas de los relatos de Salgari. Inventa un hijo de Sandokán, altera la relación sentimental y la traslada al narrador de esta novela, un joven marinero enamorado de una prisionera inglesa que tanto nos recuerda a la legendaria Mariana. Pero en El hijo de Sandokán importan sobremanera dos cuestiones, la historia de amor y el aura moral que atraviesa toda la historia. En la novela de Juan Madrid, los ingleses son algo mucho más que los simples malos de las novelas de Salgari, son el alma y el espíritu del colonialismo en una fase de su desarrollo en tierras malayas. La fraternidad y cierto afán de justicia, la misma que alienta en algunas investigaciones de Toni Romano, tendrían mucho que aleccionar al viejo Sandokán en materia de humanidad y de auténtica solidaridad. Los acontecimientos que se narran en El hijo de Sandokán suceden en 1913. El protagonista, el joven marinero español, ve y admira en el hijo de Sandokán todos esos valores que difícilmente podemos encontrar en ninguna de las novelas de Salgari. La insaciable necesidad de venganza que destila el Sandokán de Salgari, sólo comparable a la del emblemático personaje de Alejandro Dumas, su innegociable odio a todos los individuos blancos, no los hallamos en el relato de Juan Madrid. Curiosamente, sin haber ningún malo de auténtico relieve como para aprender algo crucial de él, como sucede en La isla del tesoro, en El hijo de Sandokán hay, sin embargo, una mirada de iniciación a la vida (y al amor) como la hay en la aventura de Stevenson. El autor de esa joyita de la narrativa breve llamada Profesión peligrosa ha escrito una de piratas. Y le ha salido muy bien.

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