El feo dopaje
Cuatro corredores dan positivo y dos patrocinadores abandonan el ciclismo
Christian Prudhomme, uno que viene de la televisión y que tiene tendencia al resumen, a la frase espectacular, habla de la hermosura de ver a los corredores subir los puertos con la boca abierta, con cara de sufrimiento, de la ausencia de las recuperaciones milagrosas de un día para otro, de la eficacia de los controles, de un Tour bisagra que anuncia nuevos tiempos... Y, mientras el director del Tour se extasía acumulando eslóganes publicitarios para vender su producto, un investigador danés, del tipo de gente que busca la verdad en las diferencias minúsculas, gente para la que no hay ni blanco ni negro sino infinitas gamas de grises, demuestra en un estudio que los laboratorios, tan aplaudidos por Prudhomme, no se enteran, que les ha enviado a un par de ellos unas muestras de orina de personas que tomaron EPO y que no vieron nada extraño. "Y lo que es peor", destaca Carsten Lundby, del Centro de Investigación Muscular de Copenhague, "ante una misma muestra, dos laboratorios diferentes dan resultados distintos. Además, detectan la EPO consumida en el periodo de engorde, pero la de mantenimiento pasa inadvertida". O sea, según Lundby, todo el pelotón del Tour ha podido estar puesto de EPO sin que el laboratorio de París se haya enterado.
Especial del Tour de Francia |
Pese a ello, tres positivos en las cuatro primeras etapas echaron de nuevo sobre el Tour la sombra del escándalo. "Preferimos cien falsos negativos que un falso positivo
[muestra negativa mal clasificada como positiva] y, por lo tanto, han estrechado el umbral de detección", dice David Howman, director de la Agencia Mundial Antidopaje, "pero, cuando pillamos a uno, le tenemos bien pillado". "Es que", dice Pierre Bordry, director de la agencia francesa antidopaje, organismo que efectuó más de 250 controles en el Tour, 180 en vísperas y 80 más en junio, "hemos mejorado mucho el trabajo detectivesco previo". Un trabajo realizado por Martial Saugy en Lausana contrastando las muestras con los métodos estadísticos de Bayes para concluir con una lista de sospechosos sobre los que se han efectuado controles sin parar. Además, la directora del laboratorio de París, Françoise Lasne, elaboró a tiempo un método para detectar la CERA, la nueva EPO, que quien la consumía pensaba que era invisible.
Así cayeron cuatro: Triki Beltrán, Moisés Dueñas y Riccardo Riccò, en las primeras etapas y, en la 18ª, el kazajo Dmitri Fofonov, cuyo positivo se conoció ayer. La historia de Fofonov, del Crédit Agricole, el primer kazajo en correr el Tour tras el caso Vinokúrov, es ridícula. Su positivo se debe a un estimulante, heptaminol, detectable de toda la vida. La de Beltrán es simple y estúpida: un ciclista de 37 años intentando alargar su carrera. La de Dueñas, el joven escalador bejarano, tiene un punto de esperanza. Dueñas, a quien la policía halló productos sospechosos en la maleta y que puede ser condenado a la cárcel, rompió la ley del silencio y nombró a Jesús Losa, un médico deportivo, como presunto proveedor. Ello no evitó que Barloworld, el patrocinador surafricano, anunciara que dejaba de financiar la escuadra.
También Saunier Duval, el sponsor del equipo de Riccò, anunció su retirada del ciclismo dejando a la escuadra de Mauro Gianetti y Joxean Matxin con el único apoyo de la marca de bicicletas Scott y de American Beef, un criador de terneras mexicano. El Tour 2008 será el fin, temporal al menos, del fenómeno Riccò, segundo en el Giro tras Contador y dominador en los Pirineos, y total de Leonardo Piepoli, que confesó a Matxin haber hecho lo mismo que Riccò, pero no el fin de la filosofía de Gianetti y Matxin, que desde 2004 lograron el milagro de formar un equipo supercompetitivo con un presupuesto mínimo. "El secreto es el buen ambiente y que todos somos amigos", solía decir Matxin, amante de bromear de tú a tú con sus chavales, pero a quien no le tembló la mano al culpar directamente a Riccò y Piepoli, de quienes conocía todos los datos hematológicos desde hacía años.
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