La inflación sube cuatro décimas en diciembre y cierra el año en el 2,8%
El IPC disminuye con respecto al promedio del 3,6% de 2023; el índice subyacente, que no incluye los elementos más volátiles, aumenta al 2,6%
La subida descontrolada de los precios ha amainado, pero la tendencia sigue al alza. El índice de precios al consumo acaba el año con una variación del 2,8% en diciembre, cuatro décimas más con respecto al dato de noviembre, impulsada sobre todo por el aumento de los precios de los carburantes, según los datos provisionales publicados este lunes por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Pese al incremento, la variación es muy inferior a la media registrada a lo largo del año pasado, del 3,6%. En estos doce meses (de enero a diciembre) la inflación media se acerca al 2,9%.
El dato de 2024 combina tanto las fluctuaciones que se trasladan en origen, por ejemplo en los precios de las materias primas, como las turbulencias internacionales o las decisiones adoptadas internamente. En este último caso, en la recta final del año han dejado su huella las progresivas retiradas de medidas que se pusieron en marcha para mitigar la escalada inflacionaria. Muchas iban dirigidas a contener el encarecimiento de los alimentos y la electricidad, dos rúbricas que golpean de forma más incisiva los bolsillos de quienes menos ganan. Todo ello hace que la inflación haya repuntado cuatro décimas respecto al 2,4% de noviembre, aunque se sitúa sensiblemente por debajo del 3,4% que marcó en el primer mes del año que ahora acaba, y del pico máximo anual del 3,6% registrado en mayo.
La inflación subyacente, aquella que no incluye los elementos más volátiles, como son la energía y los alimentos frescos, y mide mejor la evolución estructural de los precios a medio plazo, se ha situado en el 2,6%. Son dos décimas más que en el mes anterior, pero inferior al 3,8% de cierre de 2023. “A lo largo del año, la inflación, tanto la general como la subyacente, ha ido reduciéndose de forma continuada”, destaca el Ministerio de Economía en una valoración remitida a los medios. “Esta reducción pone de manifiesto la eficacia de las medidas de política económica puestas en marcha, que están permitiendo compatibilizar el mayor crecimiento entre las principales economías de la zona euro y una reducción continuada de la inflación”, agrega.
Con diciembre, los precios marcan tres meses consecutivos de repunte, respecto al 1,5% de septiembre, que marcó la variación interanual del IPC más baja del año. En el caso del último mes del año, Economía subraya que el crecimiento se debe “a los efectos base producidos por los precios de los carburantes”, que este año lo han acabado con un encarecimiento, mientras que el pasado seguían la dirección inversa (aunque entonces eran más costosos que ahora). También se debe, “aunque en menor medida, a los precios de ocio y cultura, que suben más que en el mismo mes del año anterior”, añade el instituto estadístico.
“El dato de diciembre no ha sido muy bueno”, apunta Raymond Torres, director de Coyuntura Económica del centro de estudios Funcas, aunque matiza que no indica el inicio de un proceso de reinflación. “La última milla es siempre más resistente. Es decir, los últimos tramos de la desinflación son siempre mucho más complejos. Además, hay tendencias de fondo que complican la tarea de converger hacia el 2%, como la depreciación del euro frente al dólar, que supone un encarecimiento de los costes de importación, y también una cierta resiliencia de los precios de los servicios, que han seguido creciendo muy por encima de los bienes industriales no energéticos”.
El economista señala así que, por un lado, la subida de cuatro décimas ha sido superior a la media de los últimos meses y a la de diciembre de 2023, cuando los precios se estabilizaron; y por el otro destaca el incremento del índice subyacente. “La nota del INE habla de los carburantes, [un alza] que puede ser coyuntural, aunque también responde a la depreciación del euro frente al dólar, que es algo que puede seguir. Por lo tanto, del lado de la energía no estamos ante las buenas noticias que hemos tenido hasta hace poco”.
Si se miran los datos desglosados por categoría y acumulados hasta noviembre, los últimos disponibles —para conocer el detalle del último mes del año habrá que esperar hasta mediados de enero—, tanto el suministro energético como la cesta de la compra han sido más caros, aunque la variación ha resultado más suave que los años anteriores. Los comestibles han moderado su encarecimiento con respecto a 2022 y 2023, cuando las alzas acumuladas fueron del 15% y del 7%, respectivamente. Estos incrementos propiciaron una rebaja del IVA de los productos básicos como pan, leche y huevos al 0%, al 5% para pastas y aceites, unos descuentos que se han ido retirando progresivamente y que en enero desaparecerán del todo, por lo que se espera un carrito algo más costoso en 2025.
Los gastos relacionados con la vivienda, que incluyen los suministros energéticos, también se han incrementado con datos hasta noviembre, y a partir de enero dejarán de funcionar las medidas aprobadas para aliviar el impacto de su encarecimiento en el bolsillo del consumidor.
Política monetaria
Dejando de un lado el repunte del IPC en diciembre y con el ojo puesto en el año completo, España aleja una pesadilla compartida a lo largo y ancho del globo, pues la inflación se impuso desde 2022 como uno de los mayores rompecabezas para Gobiernos y autoridades monetarias, hogares y empresas. Los precios empezaron a inflarse en los coletazos de la pandemia, cuando se produjo un desajuste entre demanda y oferta al salir de los confinamientos, y se desbocaron del todo con la crisis energéticas desatada a raíz de la guerra en Ucrania. Ese año, el IPC medio en España superó el 8%. Los bancos centrales se lanzaron entonces a elevar los tipos de interés para contrarrestar la subida, y solo en los últimos meses han empezado a dar marcha atrás, con prudencia, ante una relajación de los precios y el riesgo —ya palpable en varios países— de un enfriamiento excesivo de la economía.
En esa moderación ha tenido un peso específico importante el abaratamiento de la energía con respecto a los niveles alcanzados en los momentos de máxima tensión con Rusia, un retroceso independiente de las políticas monetarias que sin embargo ha contribuido a echar el freno de mano a las subidas de tipos. El Banco Central Europeo (BCE) empezó la desescalada en verano y acordó a mediados de este mes un nuevo recorte, el cuarto del año. Su homólogo estadounidense, la Reserva Federal (Fed), ha reducido tipos tres veces este año, aunque ha alertado de que el ritmo de las rebajas se frenará en 2025 ante la incertidumbre que genera la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, con la más que probable agudización de las tensiones comerciales internacionales a través de un endurecimiento de los aranceles.
En la zona euro, la inflación seguía en noviembre tres décimas por encima del objetivo del 2% del BCE, tras dos meses de subidas consecutivas. El índice subyacente fue incluso superior (2,7%), arrastrado por el encarecimiento de los servicios, aunque los analistas vaticinan que 2025 seguirá siendo un año de moderación en el nivel de precios para la zona euro. La previsión incluye a España. El FMI espera que la inflación media del próximo año baje al 1,9%; la Comisión Europea estima un 2,2% y el Banco de España un 2,1%. Unos datos que, de producirse, confirmarán que la tempestad se ha dejado atrás.
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