Besis
Las chicas del balonmano playa son mis heroínas. Le han dicho al presidente de su federación que se ponga él el top y las bragas
Vaya rachita llevo. Ahora que había conseguido entrar en el burkini del año pasado, va el poder económico y me boicotea la vuelta a la arena. Y todo porque dejé escrito que, cuando se pone farruca, Magdalena Álvarez es más choni que la colección de Custo para Lidl. Pásmate: se han dado por aludidos y han ido a por mí inmisericordemente. Maleni, no, que estará la pobre arreglando los papeles del paro después de dimitir del Banco Europeo de Inversiones porque le ha dado a ella la gana. Ni Custo, el supermodisto, que estará estampando hectáreas de poliéster con amebas como un descosido. Hablo de Lidl en persona. Maquiavélica su venganza, digo.
¿Pues no van y me mandan, además de un top de lentejuelas del susodicho visible desde la estratosfera, una muestra de productos de la casa para que juzgue con conocimiento de causa y no de boquiqui? Y, claro, me he picado y me lo he atizado todo de una sentada. Chocolates, confituras, pateses. Galletitas, frutos secos, salsorras. Extraordinarios, en efecto. Pero ahora es cuando el top me queda megaordinario por muy finísimo que sea, y el burkini no me pasa de las corvas. Gracias, colegas, lo habéis conseguido.
Entre eso, y ver a Sara Carbonero, Pilar Rubio, Eugenia Silva y demás recién paridas retozando en la playa con la tripa cóncava, cero estrías, y el lactante más gordo que ellas, estoy más hundida en la miseria de las comparaciones que Kiko Rivera Pantoja con Francisco Ídem Ordóñez. Menos mal que hay mujeres con ovarios dispuestas a sacarnos las castañas del fuego a las cobardonas. Hablo de las chicas del balonmano playa, mis heroínas. Unas tías como castillos que se han plantado en jarras, le han dicho al presidente de su federación que se ponga él el top y las bragas –braguitas serán las de algunas, las mías son bragazas, así que dejémoslo en tablas– con que las obligan a jugar los partidos, y han logrado vestirse como les dé la gana a ellas y no como les manden los gerifaltes.
Tenías que oír las razones que oponía todo estupefacto el tal Francisco Blázquez, antes de tener que envainársela o morir en vida emplumado por sexista. Que de qué os quejáis, queridas, si con top y culotte vais tan cómodas y tan monas. Que si no vais así de fresquitas –equilicuá– los sponsors no meten pasta. Y que no protestéis tanto, que alguna pide hasta dos tallas menos para poner de relieve “sus atribuciones”. En plata, Blázquez: que, en lo tocante a mujeres –ellos visten pantalón y camiseta–, aquí lo que vende es la estética, aunque tengas una XS de arriba y una XL de abajo, o viceversa, y no te dé la gana proclamarlo urbi et orbe. Que lo que prima es la comodidad, aunque tengas que sacarte la tirilla del orto cada minuto y medio. Y que en entre las balonmanistas también hay chonis, como en el BEI, paren máquinas. Y vamos nosotras, y nos lo creemos.
Total, que hablando de lycra y poliéster, me abro a hacer un master en ESADE porque te juro que creía que Gowex era un tejido inteligente. A ver si a la vuelta me ascienden a algo, que ya me toca. Si ha corrido el escalafón en El Vaticano, La Zarzuela, el PSOE y Sálvame Deluxe, ¿por qué no puedo yo tocar pelo? Eso sí, me voy con el alma en vilo, sin saber si Guindos se me va al Eurogrupo. Tenedme informada, porfa. Besis.
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