Del puño y letra de Darwin
El Museo de Historia Natural de Nueva York y la Universidad de Cambridge publican digitalizados los manuscritos del creador de la teoría de la evolución
La mala letra de Charles Darwin, el genial científico inglés que elaboró en el siglo XIX la teoría de la evolución, ha dejado de ser el tormento de investigadores y curiosos para convertirse en un regalo en el 155 aniversario de la publicación de El origen de las especies (1859), su magna obra, fundamento de la biología, objeto de admiración y controversia todavía hoy. El Museo de Historia Natural de Nueva York y la biblioteca de la Universidad de Cambridge han abierto al público, en sus respectivos sitios digitales, la primera entrega del proyecto de digitalización de los manuscritos del investigador, 12.000 documentos, con sus correspondientes transcripciones, que ilustran su trabajo durante los 25 años en que conformó su teoría y escribió su gran libro.
“En estos escritos se puede ver al pensador, al perspicaz recolector de pruebas, al inspirado observador y al decidido experimentador”, afirma David Kohn, director del proyecto, en la página web del museo neoyorquino.
Los documentos guardan pequeñas pepitas de oro del conocimiento, como el ensayo de 35 páginas que escribió sobre la evolución en el que por primera vez, en la página 5, usa el término “selección natural”. Ese breve trabajo contiene la esencia del pensamiento de Darwin. Su título es 1842 Pencil Sketch. En el reverso de la citada página aparece la frase original que el científico empleó para definir su teoría (“un medio natural de selección”), contenida en un párrafo totalmente tachado. Darwin la descartó y optó por una formulación condensada que pasaría a la historia.
Además del boceto original del famoso árbol ramificado de las especies, con correcciones y las dudas de Darwin en él plasmadas, o de documentos privados dirigidos a su esposa, son conmovedores los dibujos de los hijos del científico, realizados en la parte de atrás de los manuscritos originales de El origen de las especies, unas 500 páginas, de las que sólo se conservan 41.
El científico no era muy cuidadoso con sus documentos originales ni parecía importarle mucho su conservación. De hecho, solía deshacerse de ellos. Su hija Henrietta salvó de la basura decenas de folios para poder dibujar en ellos. En uno se aprecia lo que parece un soldado inglés con una zanahoria como cabalgadura enfrentándose a un caballero presumiblemente turco. Detrás de esos dibujos están los fragmentos, con sus correcciones, de la magna obra de Darwin.
En uno de los ensayos previos a la publicación de El origen de las especies aparecen muchas correcciones realizadas por colaboradores de confianza a los que Darwin daba a leer y transcribir sus trabajos. Todas esas personas hicieron anotaciones, la mayoría atribuidas al botánico Joseph Hooker, en quien Darwin confiaba ciegamente. Sin embargo, al final del texto, hay un añadido fundamental cuyo autor nadie ha sido capaz de desvelar. La frase que cierra el ensayo, tal y como la escribió Darwin, decía: “Desde un comienzo tan sencillo han evolucionado las formas más bellas y maravillosas”. Tras el retoque, la frase quedó científicamente más completa: “Desde un comienzo tan sencillo han evolucionado, y siguen haciéndolo, las formas más bellas y maravillosas”.
El proyecto continúa. El Museo confía en que para junio de 2015 estén disponibles hasta 30.000 documentos, que completarían la obra de Darwin desde los primeros pasos de su teoría, a partir de su viaje en el Beagle, y el inmenso trabajo de investigación que realizó para sustentarla hasta su muerte en 1882. Lo expuesto es fruto de la labor de digitalización que desde 2009 han venido realizando el Museo de Historia Natural en colaboración con otras instituciones que custodian materiales de Darwin, como la citada Universidad de Cambridge, Harvard, el Eton College y el Museo de Historia Natural de Londres, entre otras.
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