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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El día en que monseñor Cañizares se hizo ‘antisistema’

El arzobispo llama a desobedecer leyes inspiradas en la ideología de género, que considera la "más perniciosa y destructiva de la historia de la humanidad"

Milagros Pérez Oliva
El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares.
El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares. Miguel Ángel Polo.

Monseñor Cañizares, el cardenal arzobispo de Valencia, ha vuelto a su cruzada contra el feminismo, pero esta vez ha dado un paso más. En una nueva alocución, se ha referido a “la ideología más insidiosa y destructora de la humanidad de toda la historia, que es la ideología de género” y ha arremetido contra los postulados que “tratan de imponernos poderes mundiales más o menos solapadamente con legislaciones inicuas, que hay que desobedecer”. Su aversión a las teorías feministas no es nueva, pero aquí tenemos ahora a monseñor Cañizares proponiendo desobedecer las leyes como un antisistema cualquiera.

Por legislaciones inicuas, es decir, “malvadas e injustas” según la definición de la RAE, entiende monseñor Canizares aquellas que promueven la igualdad de las mujeres y el derecho de gais, lesbianas y transexuales a ser respetados y a vivir con normalidad su condición. Lo que ha desencadenado la ira del prelado ha sido la nueva Ley Integral de Transexualidad que prepara el Gobierno valenciano presidido por el socialista Ximo Puig, que propugna, entre otras medidas, que la transexualidad deje de considerarse una patología. Antes Cañizares arremetió contra la homosexualidad y "el imperio gay”. A diferencia del papa Francisco, que al ser preguntado sobre la homosexualidad respondió “¿quién soy yo para juzgar a los gais?”, el arzobispo de Valencia no solo se considera legitimado para juzgarlos, sino para promover el boicot a las leyes que los protegen.

Lo que en realidad acusa el prelado es que estas ideologías, “inspiradas en el laicismo”, no paran de ganar posiciones entre las nuevas generaciones, lo que lleva, según él, “gradualmente, de forma más o menos consciente pero certera, a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso”. Tiene razón monseñor Cañizares en sentir preocupación por el futuro de su credo, pero no a causa de esas ideologías, sino por la incapacidad de cierta jerarquía eclesial para adaptar su doctrina a los avances civilizatorios. En sus más de 2.000 años de historia la Iglesia ha demostrado una notable capacidad de mutación para mantener su poder, pero vive los cambios socioculturales del último medio siglo, y especialmente la revolución feminista, como una amenaza.

No es para menos. A la Iglesia más tradicional le cuesta desprenderse de la misoginia cultural que imperaba en los tiempos de su fundación. Ante la falta de vocaciones, algunos prelados preferirían acabar con el celibato antes que permitir el sacerdocio femenino. Cuando monseñor Cañizares defiende la familia, no defiende a la institución en abstracto, sino un tipo de familia: la del orden patriarcal. El mismo orden que sigue rigiendo el funcionamiento interno de la Iglesia, inmune tanto a la igualdad de género como a la democracia. Se entiende pues que considere subversiva la ideología de género. Tan subversiva como en su momento fue la idea que costó la vida a muchos de los primeros cristianos porque atentaba contra el orden esclavista de los romanos. Aquella de que “todos los hombres son iguales ante Dios”.

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