Elogio a la atemporalidad
Al diseñador Narciso Rodriguez no le interesa seguir el ritmo de una industria de la moda cada vez más voraz y efímera. ¿Su credo? Solo aquello creado para perdurar es relevante. Es el caso de su fragancia femenina, For Her, que celebra tres lustros de éxito
YA NO tengo paciencia. No la necesaria para esta industria”. Tras 20 años de oficio, Narciso Rodriguez parece haber agotado su relación con la moda. Al menos con esa parte del negocio que va sin freno y cuesta abajo, arrollando la creatividad en aras del beneficio económico. “Las cosas que me interesan tienen otro tipo de sustancia. El mundo corre de diferentes maneras, pero yo solo quiero aquello que dura y se queda”, afirma el diseñador estadounidense (Nueva Jersey, 1961) a su paso por Madrid para celebrar For Her, su emblemático perfume femenino.
Son ya tres lustros, y sumando, los que la fragancia lleva imbatible en un mercado, el de la perfumería, que como el de la moda también se aferra a la rabiosa novedad. “Un buen perfume debe ser clásico y moderno a la vez, mirar al futuro y respetar su pasado”, esgrime el creador. “Y tiene que llegar a todo el mundo. Ese es el éxito de un perfume, de un vestido, de un diseñador, de un arquitecto… Tienes que tocar la vida de los demás de una manera profunda y diferente, trascendiendo el momento”.
Rodriguez selló un pacto con la atemporalidad en el mismo instante que irrumpió en el negocio textil con su firma homónima, en 1997. Formado en la Parsons School de Nueva York (a pesar de la oposición de sus padres, exiliados cubanos de ascendencia española), antes se había curtido al lado de Donna Karan, Cerruti y, sobre todo, Calvin Klein. Fue entonces cuando Carolyn Bessette, compañera de trabajo en este último, le pidió que diseñara el vestido para su boda con John John Kennedy. El campanazo, claro. Tanto que el mismo año del debut de su marca le llovieron los primeros premios de la moda estadounidense y terminó fichando como director creativo de Loewe —cargo que mantendría hasta 2001—. “Al entrar en las filas de un gran grupo pierdes tu identidad. Yo pasé por eso. No diré que no me gustara o que no fuera dichoso, pero no se trataba más que de generar titulares y publicidad, no de crear o hacer evolucionar una marca”, recuerda. “Para mí, ahora es mucho más importante terminar un vestido que empecé hace dos años que estar en un holding escuchando datos de ventas. Eso no me interesa”.
La paternidad también ha alterado las prioridades del diseñador. Desde su matrimonio con el ejecutivo Thomas Tolan, en 2013, y la llegada de sus hijos (los mellizos Ivy Carolyn y Callum, de poco más de un año), la familia es lo primero. Por eso también se ha apeado del acelerado sistema de producción de la moda actual. “Comencé en 2017. En vez de diseñar cuatro colecciones al año, solo hago dos, y desfilo en junio y diciembre, no en septiembre y febrero. Quiero pasar más tiempo con mis hijos, disfrutar las vacaciones con ellos”, explica.
El pasado junio, Rodriguez recibió el premio especial del Council of Fashion Designers of America (CFDA) en reconocimiento a su carrera. Una trayectoria ejemplar —incluso para evitar la bancarrota, en 2006— al servicio de la mujer y sus necesidades indumentarias, hoy inevitablemente sacudidas por causas como #MeToo. “Tienes unos esquemas y estos movimientos te obligan a cambiarlos radicalmente. Afecta a cómo y con quién trabajas. Y te hace pensar sobre la vida”, reflexiona uno de los creadores que mejor han expresado el power dressing femenino con sus aportaciones al guardarropa de primeras damas reales (véase Michelle Obama) o de ficción (la presidencial Claire Underwood que interpreta Robin Wright en la serie House of Cards). “Tan solo se trata de sentirte y verte bien con lo que llevas. Significa poder ser ultrafemenina e inteligente”, concluye Rodriguez, al que la todopoderosa Anna Wintour, directora de Vogue USA, señaló como el único diseñador capaz de hacer maravillas con una simple línea. “Me encantan las prendas y las fragancias que perduran y que se llevan como un talismán. No puedo concebir algo que no sea así. Si no lo considero profundamente inteligente, no me interesa”.
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