La década más oscura de Keanu Reeves
El actor cuenta cómo fue vetado por la productora Fox durante 14 años tras negarse a hacer 'Speed 2' para interpretar 'Hamlet' en teatro
Es poco habitual encontrar entrevistas en profundidad con Keanu Reeves en los medios de comunicación. La estrella del cine, embarcada ahora en proyectos de corte más independiente y personal, se ha sentado a hablar con la edición estadounidense de la revista GQ sobre su vida y su carrera y ha desvelado datos poco conocidos de su ya de por sí opaca figura.
A sus 54 años, Reeves es todo lo que es Hollywood, y todo lo que Hollywood odia. Concede la entrevista en el icónico Chateau Marmont de Beverly Hills, pero fumando un cigarrillo tras otro, en ese gesto tan denostado por la industria. Fue Neo en Matrix hace ahora justo dos décadas, pero su gran papel solo se ha visto continuado por una serie de personajes relativamente discretos en películas, especialmente, de acción. Es una estrella pero también un hombre de carácter comedido del que apenas se sabe qué hace o con quien sale. Su estilo de vida ha dejado de tener interés para los parapazis, pero sigue despertando interés personal y profesional entre fans y curiosos.
De ahí que haya llamado especialmente la atención su revelación sobre que estuvo vetado en la industria durante más de una década. Vivió en "la cárcel de películas", le llama él. La productora Fox, una de las más poderosas del cine estadounidense, decidió no llamarle más cuando le reclamó para protagonizar Speed 2 –había estrenado la primera entrega, Speed, en 1994– y se negó porque prefirió hacer Hamlet en un teatro de Winnipeg, Canadá.
Para sustituirle al lado de Sandra Bullock en el gran éxito de taquilla optaron por el poco conocido Jason Patric (el mismo actor con el que Julia Roberts se fugó a Irlanda tres días antes de su previsto matrimonio con Kiefer Sutherland). Si la primera entrega de la saga superó los 350 millones de dólares de recaudación (y había costado apenas 30), la segunda apenas llegó a los 115 (cuando su coste se había disparado hasta los 160). "No volví a trabajar con Fox hasta Ultimátum a la Tierra", confiesa. Eso fue en 2008. Habían pasado 14 años.
Sin embargo, no se niega a protagonizar otro tipo de películas de acción y con secuelas, como la saga de John Wick, cuya tercera entrega se estrena este mes de mayo. "Mientras mis piernas me lo permitan. Mientras la audiencia lo quiera", afirma refiriéndose a que seguirá con este tipo de filmes. Y eso que, cuando tenía 22 años, no se imaginaba a sí mismo con 54 y protagonizando títulos de esa carga física. "Nunca he pensado demasiado sobre mi carrera futura, o sobre qué iba a pasar, hasta hace bien poco, hasta que llegué a la mitad de la cuarentena", reflexiona.
Cuando piensa en ese futuro tira de humor negro y dice que la primera palabra que se le viene a la mente es "muerte". Lo tiene muy presente desde hace años. "Soy de esos que, sabiendo que el final está cada vez más cerca, empieza a enumerar las cosas que tiene que hacer antes de morir", confesaba en 2017.
Reeves, suele donar parte de sus ganancias a iniciativas solidarias y contra el cáncer. Nacido en Beirut de madre británica, su padre, alcohólico, abandonó a su familia cuando él era pequeño. Su madre —que tuvo que trabajar incluso como stripper para sacar a sus hijos adelante— decidió criarles a él y a su hermana Kim en Canadá, donde más tarde se nacionalizaron. Mantienen una unión muy estrecha con su hermana, y entre los trances más duros de su vida sitúa las dos ocasiones en las que ella ha sufrido leucemia. No ha sido su único revés en la vida: River Phoenix fue uno de sus grandes amigos y falleció muy joven en pleno rodaje, algo que destrozó a Reeves. Pero aún quedaba otra gran tragedia: a finales de los noventa nació muerta la que iba a ser su primera hija junto a su novia, Jennifer Syme. Año y medio después fue Syme, que tenía una profunda depresión, quien murió en un accidente de tráfico.
Por todos estos acontecimientos Reeves no duda en desprenderse de parte de su fortuna para tratar de ayudar en asociaciones e iniciativas que tratan de evitar las tragedias que han azotado a quienes más quiere. "El dinero no significa nada para mí. Podría vivir los próximos siglos con lo que ya he ganado", ha contado. "Mi idea de la felicidad está relacionada con acostarme en la cama con la persona que amo, compartir una cena con amigos o ir en moto. No tiene nada que ver con un saldo bancario de varios dígitos".
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