¿Por qué están tan interesados los economistas en el desarrollo infantil?
La primera infancia es una etapa fundamental en el óptimo crecimiento de los niños para reducir las brechas de oportunidades y que puedan aspirar a un futuro mejor.
Cada vez más economistas dirigen su atención a los más pequeños. Estudian la influencia del nivel socioeconómico de sus familias y de su entorno en su desarrollo. Diseñan, aplican y evalúan intervenciones específicas para la primera infancia. Promueven estrategias que mejoren su cuidado, tanto en el hogar como en los centros infantiles. ¿A qué se debe esta preocupación por cómo juegan y aprenden los niños? ¿Por qué se empeñan en dar a conocer las bondades de una atención infantil cálida, sensible y estimulante?
La respuesta hay que buscarla en la meta de romper con el ciclo de la pobreza —el propósito último de la Economía como ciencia— y en la certeza de que una de las mejores formas para conseguirlo es a través de la acumulación de capital humano, es decir, de la adquisición y suma de las habilidades personales y profesionales. Para ello, los economistas consideran fundamental desarrollar y acumular destrezas desde los primeros años de vida.
Para entender el proceso de la acumulación de capital humano y dar así con la llave maestra que alivie la pobreza y reduzca las inequidades, los economistas han venido estudiando los procesos que se suceden en las distintas etapas de la vida y han diseñado estrategias e incentivos que ayuden a mejorarlos. Tradicionalmente, han abordado la trayectoria vital de las personas en sentido inverso, es decir, desde el final hacia sus inicios. En los años 60 y 70, por ejemplo, buscando mejorar la productividad y la capacidad de generación de ingresos entre los trabajadores adultos, se centraron en los mercados de trabajo. Posteriormente el foco se dirigió hacia los jóvenes y cómo facilitar su acceso a la universidad (vía préstamos educativos, por ejemplo) o reducir sus comportamientos de riesgo, como consumo de drogas o actividades delictivas. Con el tiempo, reducir la deserción escolar en los institutos o mejorar la calidad educativa en las escuelas primaria y secundaria comenzaron a recibir una mayor atención en las facultades de Economía.
En la actualidad, se ha dado todavía un paso más y el debate se centra en garantizar una educación preescolar de calidad y en mejorar la calidad de las interacciones de padres y cuidadores con los niños desde que son bebés. Se trata de asegurar que posean las competencias necesarias para iniciar su vida escolar en las mejores condiciones posibles. Adquirir las habilidades adecuadas en la primera infancia es considerado, hoy en día, la piedra angular para reducir las brechas en oportunidades, romper con la transmisión intergeneracional de la pobreza y aspirar a un futuro mejor. En este punto del camino los economistas se encuentran con los psicólogos del desarrollo y con los neurólogos.
El propósito último de la Economía como ciencia es romper con el ciclo de la pobreza
Lo que distingue a los economistas es que, además de datos, usan matemáticas y modelos para formalizar los procesos de toma de decisiones y entender qué factores juegan un papel importante en la promoción de las habilidades de los niños y simular en qué medida distintos incentivos podrían modificar esos factores. Por ejemplo, un estudio a cargo de economistas publicado a principios de año se valió de una intervención piloto, a modo de ensayo clínico social, en comunidades de bajos recursos en Colombia. Durante 18 meses, facilitadoras de la comunidad realizaron una serie de visitas semanales en hogares de niños entre los 12 y los 24 meses para promover actividades de juego e interacciones de calidad entre los cuidadores y los niños. La riqueza de los datos recopilados sobre el desarrollo infantil, las habilidades parentales, y el tiempo y otros recursos materiales (principalmente juguetes y libros) que destinaban a sus hijos, combinados con el uso de herramientas técnicas como la función de producción —popularizada últimamente por el premio Nobel James Heckman pero vigente desde los años 60 con el trabajo pionero de Gary Becker— permitieron al experimento extraer importantes conclusiones.
Los autores constataron que las mejoras en la cognición y el lenguaje de los niños que recibieron las visitas fueron debidas a mayores inversiones de los padres tanto en materiales como en tiempo de juego, y no tanto al tiempo destinado al niño durante los encuentros con las facilitadoras. Esto implica que el simple hecho de hablar con los padres sobre la importancia del desarrollo de sus hijos o dejar que la facilitadora pase más tiempo con el niño probablemente no generaría resultados. También muestra que los padres no tienden a reducir el tiempo de juego con sus hijos cuando participan en este tipo de intervenciones. El análisis revela además, dos aspectos que contribuyen a explicar la persistencia de las desigualdades: los padres suelen invertir más tiempo en los hijos que perciben más capaces y las madres con mayores habilidades suelen invertir más en sus hijos. Todo ello tiene grandes implicaciones para el diseño de futuras intervenciones y políticas para la promoción del desarrollo infantil.
La Economía es una ciencia social que estudia la asignación óptima de recursos escasos. Implica entender cómo los “agentes económicos” (empresas, productores, consumidores, ciudadanos) pueden tomar las mejores decisiones sujetos a las restricciones (monetarias o de tiempo, por ejemplo) existentes. Emplear las herramientas adecuadas, calibradas con datos reales, permite simular el impacto de políticas que promuevan mejoras del capital humano, un capital que debe empezar a consolidarse desde la infancia para que contribuya a cerrar brechas y desigualdades.
Marta Rubio Codina es especialista en la división de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.
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