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Galicia perdona la vida al pulpo hasta las fiestas del verano

La Xunta aumenta en un mes la prohibición de capturas para tratar de recuperar la mermada población de cefalópodos mientras el mercado se alimenta de las importaciones de Marruecos

Un plato de pulpo 'á feira'.

Las nasas, esas jaulas de red con las que se capturan los pulpos en el fondo de las rías, se apilan desde el martes formando parapetos en los muelles de los puertos gallegos. Es la señal visible, en tierra firme, de la tregua que el hombre ha firmado unilateralmente con el rey de reyes de la gastronomía gallega, el Octopus vulgaris. Desde el 1 de abril hasta el 1 de julio, durante 13 semanas, no habrá pulpo á feira ni feria con pulpo de origen gallego en ningún lugar del planeta. La población diezmada de las rías, la más codiciada entre su especie, no podrá tocarse y a todos nos darán gato por liebre, o pulpo marroquí por gallego, porque la inmensa mayoría de las raciones vendrán del Sáhara Occidental o del congelador.

En realidad, los pulpos de las dos procedencias conviven siempre y desde hace años en los restaurantes y, pese a sus diferencias en color, brillo, sabor o consistencia, bien preparados con sal, pimentón y aceite la mayoría de los comensales quedan satisfechos. Hace ya mucho tiempo que el pulpo gallego no cubre, ni de lejos, la demanda incluso dentro de Galicia, una comunidad en la que cualquier pulpeira, en cualquier feria, cualquier día de semana de cualquier mes, puede echar a cocer a su caldeiro de cobre más de un centenar de ejemplares. El pulpo autóctono no basta para tantas bocas y, si por ejemplo en 2018 la veda se prolongó seis semanas, este año durará dos meses completos (mayo y junio), sumados al paro biológico decretado por la Xunta para todo el mes de abril, una medida excepcional pactada con las cofradías de pescadores.

Serán, en total, 91 días de paz para que las hembras lleven a cabo el bello (pero trágico) ceremonial del desove de primavera. En este tiempo, las madres buscan pequeñas cuevas en las rocas del fondo y van colocando cuidadosamente miles de huevos, inseminados por distintos machos, formando guirnaldas blancas que cuelgan del techo. Entonces protegen su nido con piedras y se quedan dentro, sin comer, defendiendo a sus hijos de cualquier amenaza. Cuando llega la eclosión, las madres pulpo han perdido su musculatura y mueren exhaustas.

Los pulpeiros de O Carballiño (Ourense), capital del pulpo 'á feir'a en Galicia, baten su propio récord con una tapa gigante de 600 kilos el pasado agosto.

La veda de mes y medio o dos meses, que se repite la mayoría de los años en la época de desove desde que el Gobierno gallego la instauró en 1992, ha resultado una medida insuficiente. El momento más crítico se vivió en 2020 y después se anunció una recuperación de la codiciada especie, pero el problema persiste bajo el agua, desde Galicia hasta Bretaña, mientras se estudia cómo el cambio climático ha podido modificar el ciclo reproductivo del cefalópodo.

Mientras tanto, los distintos proyectos de acuicultura del Octopus vulgaris, tras décadas de investigaciones capitaneadas y completadas por el IEO (Instituto Español de Oceanografía) y el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y apadrinadas por Pescanova o Congeladora Pereira, todavía no han dado frutos, aunque se anunció que los pulpos de granja estarían en el supermercado ya en 2023.

“Proteger” a las madres

La Consellería do Mar, del Gobierno gallego, define el paro biológico de abril, en vigor desde el martes de esta semana, como una “medida adicional para la recuperación” en la que ni los marineros profesionales ni los aficionados podrán capturar ni uno solo de estos invertebrados marinos. La decisión de adelantar un mes la prohibición trata de “ajustar la actividad pesquera al ciclo de vida” y “proteger a las hembras reproductoras” además de los ejemplares juveniles, según la Xunta. Cuando vuelvan las nasas del pulpo al mar, cualquier cefalópodo de menos de un kilo, la talla mínima permitida, que sea capturado deberá ser devuelto al agua inmediatamente.

En las lonjas gallegas, según los datos oficiales, se subastaron en la última campaña un 26% menos pulpos que en el ejercicio anterior y casi un 40% menos que la media de la última década. El pulpo, que generó unas ventas de unos 11 millones de euros, es más caro en origen y, sobre todo, se ha disparado en la hostelería, donde la ración ya rebasa en muchas ocasiones los 20 euros. El precio mínimo de referencia, fijado entre 12 y 14 euros el plato de 250 gramos en las últimas ediciones, lo marca cada año en Galicia el Ayuntamiento de Lugo por las fiestas de San Froilán. Y de ahí siempre va hacia arriba, también para el pulpo saharaui.

En los puertos gallegos amarran unos 2.800 barcos autorizados para la pesca del pulpo que, durante este mes excepcional de paro biológico, podrán optar a subvenciones del Fondo Europeo Marítimo de Pesca y Acuicultura. La campaña se reanudará, tras la veda, a las cinco de la mañana del primer día de julio, al tiempo que arriban los turistas y arranca el calendario de fiestas del verano. Cada pesquero, dependiendo de su tamaño y el número de tripulantes, podrá, desde ese día, capturar un máximo de 240 kilos hasta el 31 de agosto. A partir del 1 de septiembre, el tope subirá hasta los 380 kilos de pulpo.

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