La tormenta financiera rusa estrangula a la incipiente clase media
La sociedad admite resignada la caída del rublo por el precio del petróleo y las sanciones
La crisis económica en Rusia, provocada principalmente por la caída de los precios del petróleo y por las sanciones impuestas por Occidente, continúa y los pronósticos son desalentadores. Según la mayoría de los economistas, el precio del crudo —y por ende el del gas— va a seguir bajo durante un largo periodo de tiempo, lo que mantendrá las dificultades por las que pasa Rusia actualmente y quizás incluso las agudice.
El 'lunes negro', el pasado 24 de agosto, el rublo cayó un 5,8% respecto al euro, hasta las 82,37 unidades por divisa europea, no lejos del mínimo histórico —84,96 unidades por euro de diciembre de 2014—. Aunque después se ha recuperado un poco (hasta los 73,95 rublos por euro), las predicciones no son esperanzadoras. La evolución de la divisa rusa está ligada a la cotización del precio del petróleo: en agosto el rublo ha caído un 8,1% frente al 6,4% del petróleo tipo Brent, la principal referencia exportadora de Rusia. Una moneda debilitada dificulta el control de los precios y complica la situación de quienes tienen deudas denominadas en moneda extranjera, lo que sucede a buena parte del sector empresarial y la banca del país.
Además, la banca se ha visto duramente golpeada por las sanciones impuestas en represalia a la anexión de Crimea. A modo de ejemplo, el mayor banco ruso, el Sberbank, vio reducidos sus beneficios del primer semestre a la mitad, lo que ha provocado una oleada de despidos.
Los bolsillos de los ciudadanos de a pie también perciben la pérdida del poder adquisitivo, lo que amenaza la supervivencia de la incipiente clase media. Salir de vacaciones al extranjero se ha convertido en un lujo que ahora pocos se pueden permitir, como lo demuestra la caída en un 40% de las ventas de seguros de viaje, obligatorios para toda persona que salga como turista de Rusia.
La población ya se prepara para una subida generalizada de todos los productos a partir de septiembre. Como lo está también para la continuación de la crisis en el este de Ucrania. Liubov Borusiak, del Centro Levada que realiza periódicos sondeos de opinión pública, constata que la población ha reemplazado la angustia “por la resignación de que se trata de una realidad que tiene para largo”.
Yevguenia Albatsk, comentarista política y directora de The New Times, opina que los regímenes como el ruso son extremadamente volátiles, pero al mismo tiempo considera que mientras el Kremlin pueda pagar los sueldos del ejército, los órganos de seguridad y la policía no corre mayor peligro. Algunos observadores descartan protestas serias de la población mientras el deterioro sea paulatino y no brusco.
Además, el Fondo de Reserva, creado cuando el petróleo estaba a precios altos, no se ha agotado y según el ministro de Economía Alexéi Ulukáyev, no hay peligro de que esto suceda hasta 2017. Eso significa que el Gobierno podrá seguir pagando las pensiones y los subsidios sociales. Verdad es que, según el mismo Ulukáyev, la caída del PIB se ha acelerado (4,6% en julio y el 3,2% en el conjunto del primer semestre), lo que conlleva una caída de los ingresos presupuestarios. Pero el ministro confía en que podrán resistir los próximos dos años
El político opositor Vladímir Rizhkov reconoce que Vladimir Putin, en sus 15 años en el poder, ha logrado obtener una gran estabilidad, que “no solo se debe a la propaganda ni a las represiones electorales”, sino al “bienestar sin precedentes” que el ruso de a pie en este periodo en comparación con la época soviética —que todavía recuerda—, con la perestroika y con el Gobierno de Borís Yeltsin, marcado por la hiperinflación y el no pago de los sueldos.
Pero ahora, por primera vez bajo el régimen de Putin, la situación “cambia radicalmente. La crisis se prolonga de manera desagradable y no se ve cuándo finalizará. El sueldo medio se ha reducido del equivalente a 1.200 dólares en diciembre de 2013 a menos de 500”.
La gran incógnita es cómo reaccionará el Kremlin ante esta nueva realidad: “con represión o democratización”. Pero a pesar de los malos tiempos para el Gobierno, no parece probable que la oposición, dividida y diezmada, pueda hacer caer el régimen en un futuro próximo.
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