“Terminaré la batalla de Raqa si no me matan antes”
Entre los 400 combatientes internacionales que se han sumado a las milicias kurdas para combatir a los yihadistas en su propio califato ha habido al menos 25 españoles. EL PAÍS habla con seis de ellos
Hay veinteañeros, pero la mayoría son hombres que superan los 40. Todos coinciden en que fueron las imágenes del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) masacrando a las minorías yazidíes y kurdas las que les llevó a cambiar el mando a distancia de sus televisores por un fusil. Entre los 400 combatientes internacionales que se han sumado a las milicias kurdas en Siria e Irak para luchar contra el ISIS, han pasado al menos 25 españoles. En el frente convergen comunistas con cristianos practicantes, feministas con jóvenes universitarios y curtidos trabajadores. Han unido fuerzas contra el califato, que ha atraído a 5.000 europeos, entre ellos 200 españoles.
“No hay más forma de acabar con el Daesh [acrónimo árabe para el ISIS] que la militar. Están locos y no hay diálogo posible con ellos”, valora en una videoconferencia Kemal, vasco de 44 años. Habla sentado en la puerta de un café de Internet de la localidad kurda de Hasaka, al noreste de Siria, donde aprovecha un breve descanso tras combatir en Raqa, cuna del califato en este país. Viste de uniforme caqui con el parche en el antebrazo de las Unidades de Protección del Pueblo kurdas (YPJ, por sus siglas en kurdo), aliados de Washington en la lucha contra el ISIS. Hace ya dos años que alterna entre España y Siria desde que en el verano de 2015 decidiera que “tenía que hacer algo para ayudar a ese puñado de hombres para frenar al Daesh”.
Las condiciones de la lucha son muy duras y no todos los internacionales las resisten. “Duermes en cuchitriles, sin luz, a veces sin agua y sin poder asomar la cabeza no vaya a ser que te la vuele un francotirador”. Él mismo fue herido por metralla en una pierna durante la batalla de Manbij, que junto a la de Kobani, Raqa y Mosul han supuesto las mayores ofensivas bélicas llevadas a cabo contra los terroristas del ISIS. Ha combatido en tres de ellas a pesar de que no sabía de armas. “Te dan un cursillo y luego poco a poco vas aprendiendo en el frente”, dice tranquilo. En el terreno se ha topado y colaborado con las fuerzas especiales norteamericanas, británicas y francesas que coordinan en tierra el fuego de artillería y proveen las coordenadas para los aviones de la coalición internacional, liderada por Washington.
Kemal es uno de los pocos extranjeros que combate en Raqa, capital del autoproclamando califato y cuyos días están contados. “Están locos pero son muy buenos combatiendo, sobre todo los francotiradores”. Para este combatiente español, la batalla final de Raqa se antoja la más complicada debido a la cantidad de callejas y edificios altos con los que cuenta la ciudad, ideales para la mirilla de francotiradores yihadistas, que van dejando un reguero de minas tras de sí. Acaba de ser informado de que el ISIS ha podido sembrar los cadáveres de humanos y animales con minas.
El ideal kurdo atrae a las mujeres occidentales en la lucha contra el ISIS
Es la igualdad entre hombres y mujeres que defienden los kurdos, sobredimensionada en los medios con el reguero de imágenes de bellas combatientes kurdas de ojos verdes, la que ha atraído también a las féminas occidentales a sus filas. Entre ellas, dos españolas que trabajan en el marco civil y en la emergencia médica en el norte de Siria. Es el caso también de Jabs, canadiense de 21 años que lleva más de dos luchando en primera fila contra el ISIS. “Vine para defender los derechos de las mujeres”. Abandonó la serrería donde trabajaba y con el apoyo familiar viajó a Siria. “La amenaza iba aumentando con miles de mujeres masacradas y violadas. Tenía que hacer algo”, cuenta en una conversación a través de Facebook.
Esta misma reflexión fue la que sacudió la vida de la también canadiense Hanna Böhman, aburrida de las comodidades de la vida occidental. A sus 47 años viajó a Siria para sumarse al YPJ. Una experiencia que ha trasformado su vida en la que hoy, de regreso a Vancouver y desde donde habla al teléfono, dice replicar en su día a día las consignas aprendidas de los kurdos. Su estancia no fue fácil. Perdió 13 kilos durante los tres primeros meses en Siria. Algo que les ha ocurrido a la mayoría de los extranjeros que han tenido que adaptarse a la magra dieta del frente. Pero retornar a su vida anterior tampoco lo ha sido. Arrastra un estrés post-traumático, que le dificulta readaptarse a la vida normal, esa “plagada de prioridades y preocupaciones que hoy se me antojan nimias”.
En su unidad combaten otros 20 extranjeros, entre ellos otros dos españoles. Bower es el más joven del trío hispano a sus 25 años. Este andaluz dejó la universidad medio año atrás para luchar contra el ISIS. “Hay que mantener una coherencia en la vida y si la educación es necesaria, no podía quedarme de brazos cruzados sin tomar partido en el terreno”, relata al teléfono. Toda la formación militar de que dispone la ha adquirido en Siria junto a los kurdos. Lo más duro, asegura, es perder a los amigos. “Por la mañana desayunas con un compañero y por la tarde le ves morir. Y no puedes hacer nada… Tan solo reconfortarle para que no muera solo”. Una vez acaben con el ISIS en Raqa, Kemal regresará a sus quehaceres y Bower a sus estudios donde se propone dar testimonio de lo que ha visto “para que la gente sepa la verdad”.
Al igual que sucediera con la Guerra Civil española, el conflicto sirio ha atraído a cientos de extranjeros a sus filas motivados ideológicamente. Se cifran entre 400 y 800 los occidentales que han viajado de forma individual para combatir al ISIS. Al menos 33 han muerto. La página de Facebook The Lions of Rojava (Los leones de Rojava, término que los kurdos utilizan para denominar a la región en la que pretenden independizarse) fue la primera en atraer a los internacionales que mediante un simple email podían alistarse. “Cada cual se financia su viaje y una vez llegas allí los YPJ te acogen”, dice otro combatiente español que prefiere mantener el anonimato. Todos han de seguir un cursillo de formación en armas y entrenamiento físico pero también sobre cultura local y el papel de las mujeres. “Con la masiva afluencia de voluntarios, el curso ha pasado de dos a cuatro semanas y se integra una parte más importante del idioma kurdo y del concepto de sociedad que quieren construir”, cuenta otro exmilitar español, que asegura que pocos aguantan el primer mes.
“El Daesh es el enemigo de los kurdos, pero también el mío y el de todos. No podría dormir por las noches sin hacer nada”, cuenta también al teléfono y desde las afueras de Raqa el francotirador gallego Arges Artiaga, de 44 años. Este antiguo militar que trabajaba en las lonjas en Galicia, ha sufrido una misma metamorfosis que el resto de sus conciudadanos tras dos años en Siria. “Ahora se ha convertido en algo personal. Quiero ayudar a esta gente en su proyecto. He perdido a muchos amigos aquí y siento que ya soy parte de esta tierra”. Arremete contra Turquía y las monarquías del Golfo a las que acusa de “destrozar este magnífico país”.
Fue herido en un ojo tiempo atrás. Tras una convalecencia en España ha regresado al frente para esta vez ser herido en un codo al saltar de un edificio que el ISIS rodeó y prendió en llamas. A pesar de los percances, Arges está determinado a cumplir la misión que le trajo a Siria. “Terminaré Raqa. Si no me matan antes”, dice antes de que se corte la línea por enésima vez.
Cruzando constantemente la porosa frontera entre Siria e Irak combate también Simón, español de 47 años y ex militar del Grupo de Operaciones Especiales, GOE III. Se define como cristiano practicante cuya fe le ha llevado a defender las minorías atacadas por el ISIS desde kurdos a cristianos, yazidíes o chiíes. “La tiranía del Daesh y la falta de respuesta de nuestros gobiernos me hizo tomar la decisión”. Hace 20 meses que combate con la milicia yazidí Unidad de Protección de Sinjar (YBS, por sus siglas en kurdo). Otros cuatro combatientes españoles se han sumado, y dos de ellos han sido recientemente arrestados por el Gobierno kurdo de Barzani.
Para este antiguo militar, la experiencia ha sido reveladora. “A pesar de la carencia de medios, los kurdos y yazidíes se imponen ante el enemigo a base de motivación e ideología. Vencer o morir es su lema”. Simón habla de la coexistencia multicultural y multiconfesional como piedra angular de estas gentes. Pero la convivencia con otros internacionales también le ha dejado mella. “Aquí aguantan dos perfiles: los chavales de más de 40, como yo, que ya estamos curtidos en la vida, y los chavales de 20 con un componente ideológico muy fuerte”, bromea. “Pero me ha sorprendido ver cómo los anarquistas y comunistas aquí defienden las iglesias, las mismas que sus correligionarios quemaban en Europa”, acota.
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