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El legado de 30 años de esperanza y frustraciones de la Conferencia de Paz de Madrid

El foro multilateral de 1991 sentó las bases para un diálogo de paz por territorios. La exdirigente palestina Hanan Ashrawi, y el exministro israelí Yossi Beilin repasan sus repercusiones

Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo, el 30 de noviembre de 1991 en el Palacio Real de Madrid.
Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo, el 30 de noviembre de 1991 en el Palacio Real de Madrid.Luis Magán
Juan Carlos Sanz

Fue la última vez que un presidente de Estados Unidos (George H. Bush) se encontró con un líder de la Unión Soviética (Mijaíl Gorbachov). Esta quedó disuelta semanas más tarde. Pero también fue la primera ocasión en que israelíes y palestinos se sentaron en un mismo foro. El 30 de octubre de 1991 comenzó la Conferencia de Paz de Madrid en presencia de países vecinos —Jordania, Siria y Líbano— ante dos enemigos que se habían mostrado irreconciliables. En una reunión hasta entonces juzgada inimaginable, en el Palacio Real madrileño se sentaron las bases para los Acuerdos de Oslo (1993), que dieron luz al autogobierno de la Autoridad Palestina, y al tratado de paz entre Israel y Jordania (1994).

El proceso de negociaciones que emergió hace 30 años bajo el principio de “paz por territorios” languidece ahora en medio de periódicos brotes de violencia y sin concesiones visibles —no ha habido diálogo formal entre las partes en los últimos siete años— ni en Cisjordania ni en Jerusalén Este, bajo ocupación desde 1967.

“Madrid abrió la posibilidad de abordar los asuntos centrales del conflicto. Una agenda con Jerusalén, las fronteras o los derechos humanos”, recuerda quien era la portavoz de la delegación palestina en la conferencia de paz, la profesora Hanan Ashrawi, de 75 años. “En el fondo, Madrid fue más funcional que Oslo, donde se pospusieron todas las soluciones, lo que permitió a Israel seguir ejerciendo la ocupación”, precisa la exdirigente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en una conversación telefónica desde Ramala.

El exministro israelí Yossi Beilin, en 2011 en Tel Aviv.
El exministro israelí Yossi Beilin, en 2011 en Tel Aviv.NurPhoto via Getty Images

Yossi Beilin, de 73 años, era diputado de la oposición laborista en 1991, pero al año siguiente la izquierda arrasó en las elecciones legislativas israelíes, impulsada por las esperanzas de paz. Como viceministro de Exteriores a las órdenes directas de Simón Peres, entonces jefe de la diplomacia, puso en marcha en secreto en Oslo el mecanismo de diálogo nacido de Madrid. El Gobierno conservador, que había estado representado por Benjamín Netanyahu como portavoz de la delegación israelí, lo había dejado en barbecho tras la conferencia multilateral.

“No hubieran podido existir los Acuerdos de Oslo ni el tratado de paz con Jordania sin la conferencia de Madrid, donde tuvieron origen los contactos directos entre palestinos e israelíes”, destaca el exministro israelí. “El reconocimiento entre el movimiento nacional palestino y el Estado de Israel se produjo hace 30 años en conversaciones ante países árabes y las grandes potencias”, rememora uno de los últimos exponentes del pacifismo histórico israelí. “Pero el acuerdo provisional pactado en Oslo, lamentablemente, nunca llegó a culminarse. No hemos logrado una paz total con los palestinos. Forma parte de la frustración que hemos heredado de Madrid, junto a la esperanza de hablar de paz cara a cara por primera vez”, reconoce Beilin.

La Conferencia de Madrid marcó un giro copernicano en un momento histórico único. El foro multinacional alumbró el diálogo al final de la Guerra Fría, en pleno desmoronamiento de la URSS, poco después de que la Guerra del Golfo constatara la hegemonía global de EE UU. La presión diplomática ejercida por el entonces secretario de Estado, James Baker, artífice de la conferencia, no ha tenido parangón hasta ahora. Aprovechó la contención de Israel en la Guerra de Golfo, pese a la amenaza de los misiles de Irak, y logró que el ultranacionalista Isaac Shamir acudiera a la cita, pero el primer ministro israelí vetó la presencia de la OLP en Madrid y forzó integrar a la delegación palestina en la jordana.

Washington también se sirvió de la cooperación de varios países árabes para contrarrestar la invasión de Kuwait como palanca para fraguar un acercamiento diplomático. Yasir Arafat, el líder palestino que había apostado en el conflicto por Sadam Husein (que cayó al fin derrocado en Bagdad 12 años después), no tuvo más remedido que pagar el precio de su error estratégico y aceptar la negociación. Desde entonces, EE UU no ha vuelto a implicarse tan de cerca en Oriente Próximo.

Nadie creía que fuera posible. España tuvo que organizar el cónclave con muy poca antelación. Madrid fue el escenario a plena luz de encuentros considerados irrealizables durante décadas.

“La delegación palestina surgió del pueblo, de la sociedad civil, y aceptó sacrificios y el compromiso histórico de reconocer a Israel en el 78% del territorio de la Palestina histórica [bajo mandato británico], a cambio de reconocimiento internacional y la libertad para nuestro pueblo”, trata de resumir Ashrawi su misión en Madrid. Entre otros, participó junto con Saeb Erekat, otro joven profesor universitario convertido en negociador diplomático, que falleció el año pasado a causa de la covid. “En Madrid salimos a la luz la gente que estaba sufriendo la ocupación”, explica la portavoz palestina en el cónclave. “Luego no ha habido voluntad de exigirle responsabilidad a Israel. Se le ha permitido desentenderse de todos los acuerdos alcanzados, lo que ha acabado generando un sistema de apartheid dirigido por un régimen colonial”.

“Ahora al menos existe una entidad palestina que no es un Estado, aunque es mucho más de lo que teníamos antes de la Conferencia de Madrid”, recalca Beilin en una videoconferencia desde Tel Aviv. “Hay instituciones, un Gobierno, un presidente... No vamos a pintarlo de color de rosa, pero supuso un enorme cambio sobre el terreno”, argumenta, “gracias a un escenario histórico muy especial”. Tras haberse apartado de la política hace más de una década, Beilin admite que la situación ya no ha vuelto a ser igual de favorable para la paz.

La dirigente palestina Hanan Ashrawi, en 2014 en Ramala (Cisjordania).
La dirigente palestina Hanan Ashrawi, en 2014 en Ramala (Cisjordania).Getty Images

Ashrawi rompió con la OLP del presidente Mahmud Abbas a finales del año pasado. “Nuestra situación interna es muy grave por la división entre las facciones políticas y las violaciones de los derechos humanos. Necesitamos elecciones, que han sido repetidamente aplazadas de forma calculada ante la falta de capacidad del liderazgo oficial. Si no, la gente buscará alternativas, y eso es lo que sucede con Hamás”, advierte la diputada en el Parlamento elegida hace 15 años, en las últimas legislativas en Palestina.

Tres décadas después, la Conferencia de Madrid apenas se recuerda oficialmente. La anterior titular de Exteriores española, Arancha González Laya, sondeó a finales de 2020 a los responsables diplomáticos israelíes y palestinos sobre una eventual conmemoración del aniversario en Madrid, sin obtener respuesta ni en Jerusalén ni en Ramala. Los conflictos y los cambios de Gobierno acabaron de arrinconar la iniciativa.

“Madrid nos colocó juntos bajo un mismo paraguas y legitimó por primera vez los encuentros cara a cara oficiales”, concluye Beilin. “Ahora estamos en una etapa de transición, con limitadas esperanzas para una solución de paz en Oriente Próximo. Creo que una pluralidad, aunque no una mayoría, de israelíes y palestinos apoya la solución de los dos Estados por encima de cualquier otra opción. La alternativa de un solo Estado significaría un infierno para ambos pueblos”, alerta.

“Recuerdo Madrid muy bien 30 años después. Allí comenzó nuestro reconocimiento internacional. Tenía que dar ruedas de prensa como portavoz fuera del recinto del Palacio Real”, remata la dirigente histórica palestina con una inusual alegría. “Hablábamos con una sola voz, con el respaldo de la OLP. Puede que fuéramos ingenuos o inocentes”, reflexiona, “pero fue un tiempo de optimismo. Madrid se portó bien con nosotros”.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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