20 años después de la primera victoria de Lula, Brasil no es el de entonces
El próximo presidente toma las riendas de un país que ha vivido profundos cambios desde su primer mandato y una coyuntura adversa
Luiz Inácio Lula da Silva celebrará por todo lo alto el 20 aniversario del día en que por primera vez asumió el poder en Brasil: volviendo a la presidencia de la República. Pero entre aquel Año Nuevo de 2003 y este 1 de enero de 2023 el país más poblado de América Latina y el veterano izquierdista han cambiado notablemente. Aunque adora repetir los eslóganes antiguos y se ha rodeado de muchos camaradas de los viejos tiempos, el Brasil actual ha sufrido profundas transformaciones. Para empezar, son dos décadas de sequía en el Mundial de fútbol.
No es solo que Pelé, al que Brasil venera como el mejor futbolista de la historia, haya fallecido a los 82 años, sino que dos décadas atrás Lula asumió un país que acababa de ganar su quinto Mundial, más que ninguna otra selección. Un triunfo incuestionable en uno de los pocos asuntos que de verdad unen a este país tan gigante, desigual y, ahora, también polarizado. Nadie ha igualado ese récord. Pero el sueño de ampliarlo ahora con una sexta copa en Qatar, a las puertas del tercer Gobierno de Lula, se esfumó en cuartos de final en la agónica tanda de penaltis.
De arrasar a la victoria más reñida
La primera victoria de Lula en las presidenciales (tras tres derrotas) fue muy holgada. Arrasó con un 61% de los votos. Es decir, sacó 23 puntos de ventaja en segunda vuelta sobre su adversario, José Serra. Y territorialmente, fue un triunfo avasallador. Quedó primero en todos los Estados con la única excepción de Alagoas. En esta ocasión, ganó por los pelos, por 1,8 puntos sobre Bolsonaro. Brasil está partido en dos mitades, el norte está con Lula y el sur con el ultraderechista, que además domina el Congreso. Ajustadísimo triunfo y eso que Lula no concurrió solo con el Partido de los Trabajadores (PT) sino al frente de una coalición amplia e ideológicamente diversa forjada con antiguos adversarios convertidos en aliados en nombre de la democracia.
Del auge de las materias primas a la inflación globalizada
Para 2003, el presidente saliente, Fernando Henrique Cardoso, había logrado domar la hiperinflación. Tras los picos de 2.000% de subida de los precios registrados a mediados de los noventa, Cardoso, que era ministro de Hacienda, lanzó el llamado Plan Real, un programa de estabilización que Lula continuó y al que es común atribuir parte del éxito económico del Partido de los Trabajadores.
Cuando Lula dio su primer discurso como presidente, el IPC subía cerca del 10%, una cifra considerada entonces baja vistos los antecedentes. Luego llegó el auge de las materias primas. La voracidad de China disparó los precios y los países productores americanos vivieron una década de prosperidad general. Cuando Lula dejó el Gobierno, en 2010, la cantidad de pobres había disminuido de 50 millones a 29,9.
El contexto internacional no puede ser ahora más diferente. El nuevo Gobierno ya no tendrá el viento de cola de las materias primas, mientras persiste la inestabilidad derivada de la guerra en Ucrania. La inflación se ha globalizado y los precios de la energía se han disparado. Un tercio de los brasileños eran pobres el año pasado, frente a un 25% en 2020. La inflación anualizada a noviembre fue del 6%. Lula ha dicho que su prioridad será reducir la pobreza, como hizo en sus dos primeros mandatos.
De la carta al pueblo brasileño a la carta a los evangélicos
Meses antes de su cuarto intento de ganar las elecciones generales, Lula alumbró la denominada Carta al pueblo brasileño, una misiva diseñada para calmar la enorme inquietud de los mercados y el poder económico. Además, el candidato eligió a un empresario como número dos, que luego fue su vicepresidente. En esta ocasión los temores más intensos venían de una dirección distinta. Y el fundador del Partido de los Trabajadores ha tenido que dirigir una carta a los evangélicos en la que declara que está personalmente contra el aborto y promete no usar la religión con fines partidarios. El izquierdista tuvo enormes reticencias antes de decidirse a hacer pública la misiva pero es reflejo del creciente poder social y político de las Iglesias evangélicas, cuyos líderes apostaron de manera mayoritaria por Bolsonaro.
Diplomacia: del G-20 y los BRICS al aislamiento
Durante una reunión del G-20, el presidente Barack Obama dialogaba con uno de sus homólogos cuando el estadounidense señaló a Lula da Silva, que se aproximaba para saludar. Obama le dijo entonces a su interlocutor: “Este es el hombre. Me encanta este tipo”. El brasileño estaba en el ocaso de su mandato y ya había convertido a Brasil y a su propia figura en marcas registradas de la diplomacia internacional. No fue demasiado complicado. Cardoso, su predecesor, era un político respetado y el mundo ya veía a Brasil como una potencia ascendente. Pero el salto hacia delante fue con Lula. El gigante sudamericano se sumó a los BRIC, el selecto grupo de emergentes que completaban Rusia, China e India, y nadie dudaba de que Lula era “el hombre”, como dijo Obama. Brasil se trajo el Mundial y los Juegos Olímpicos.
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