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SECRETARÍA DE HACIENDA
Columna
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Édgar Amador, el ejercicio de la autoridad

El nuevo secretario de Hacienda tendrá que mostrar carácter para contener a un movimiento más propenso al mitin que a la ardua tarea de arrastrar el lápiz y ceñirse a los dictados de la realidad

Claudia Sheinbaum
Edgar Amador, participa en la conferencia de prensa de la presidenta Claudia Sheinbaum.Daniel Augusto (Cuartoscuro)
Salvador Camarena

Édgar Abraham Amador Zamora, nuevo secretario de Hacienda, es consciente de que su labor principal como encargado de las finanzas de México es cuidar que el movimiento que acompaña a Claudia Sheinbaum no le meta goles a la economía nacional.

Amador Zamora es contemporáneo de la presidenta y de algunos ultras de Morena. Los ha visto desde sus tiempos universitarios en la UNAM, y entiende que el núcleo del régimen desarrolló habilidades para la lucha por el poder, no necesariamente para ejercerlo.

De ahí que su arribo a la primera línea del frente Claudista suponga tanto un triunfo personal de alguien que, como su antecesor Arturo Herrera, sí conoce las tribulaciones de la clase media, y el fortalecimiento de un muro técnico en alianza con el Banco de México.

Las vueltas de la política elevan hoy a la máxima responsabilidad hacendaria a otro alumno del fallecido Carlos Urzúa, primer secretario de Hacienda del sexenio pasado y el economista que con su renuncia diera un temprano portazo al radicalismo del expresidente tabasqueño.

Amador, al igual que Herrera y Gerardo Esquivel, forma parte de una camada formada también en El Colegio de México, institución donde igualmente estudió Victoria Rodríguez, la gobernadora de Banxico desde hace tres años. Ella, claramente, es más joven.

Hace un cuarto de siglo, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México reuniría a varios de ellos.

Herrera fue nombrado titular de la secretaría de Finanzas del entonces Distrito Federal luego de los escándalos de principios de 2004, cuando Gustavo Ponce, hasta entonces el encargado de esa dependencia, fue exhibido apostando millonarias cantidades en Las Vegas, Nevada.

En esa pirámide burocrática hicieron pininos Amador y Victoria Rodríguez, que desarrollaron una relación de trabajo que dos décadas después llevaría a la segunda a operar una especie de rescate del primero, al que nombró como su brazo derecho en Banco de México.

Porque Amador se distanció de Herrera y Esquivel. El enfriamiento llegó a etapa crítica en el sexenio de Miguel Ángel Mancera (2012-2018), cuando se desempeñó como secretario de Finanzas capitalino. Por otro lado, de ese periodo viene su reencuentro con Sheinbaum.

La hoy presidenta y el entonces secretario de Finanzas de Mancera se llevaron bien a partir de 2015, año en que Claudia asumió la jefatura de Tlalpan, desde donde sería catapultada a candidata a gobernante de la Ciudad de México.

En la campaña de López Obrador en el 2018, Arturo Herrera y Gerardo Esquivel contribuyeron a diseñar el programa económico de quien ese año ganó la elección. Herrera renunció a su trabajo en el Banco Mundial y junto con el segundo se perfilaban a Hacienda.

Diferencias con colaboradores de López Obrador y con el propio presidente electo provocaron que Esquivel no llegara a integrarse al gabinete que asumió en diciembre de 2018, pero al año siguiente fue nombrado subgobernador del Banco de México para atemperar turbulencias económicas.

Dado que Mancera terminó plegándose a la causa del presidente priista Enrique Peña Nieto —y calificado de traidor a López Obrador—, Amador fue alcanzado por las suspicacias de los morenistas sobre ese sexenio caracterizado por la frivolidad y escándalos de corrupción.

Ahora Amador ha visto resurgir señalamientos de irregularidades en la secretaría de Finanzas de la que fue titular. Pagará con un manchón el haber consentido entonces que subalternos suyos sirvieran, directamente, a otros factores de poder dentro del gabinete de Mancera. No por nada como jefa de gobierno, Sheinbaum persiguió judicialmente a algunos de esos exfuncionarios de segundo nivel.

De cualquier manera, con la llegada a partir del 2018 de sus excompañeros a posiciones de Hacienda y el Banco de México, Amador parecía destinado a un exilio de la función pública. Y durante un tiempo se dedicó a cuestiones editoriales, otra de sus pasiones.

El nombramiento de Victoria Rodríguez en 2022 al frente de Banxico significó también su reincorporación a la burocracia. La gobernadora lo llevó a un puesto especial, y lo mantuvo ahí hasta que en octubre fue invitado por Sheinbaum a ser subsecretario de Hacienda.

Amador es norteño, dicho esto como cumplido. Su trato suele ser franco y accesible. Es más dado a una carne asada que a los lujos que suelen caracterizar a los titulares de Hacienda. Tiene un par de hijos y la conciencia de los retos que enfrentan muchas familias con parientes entrando en etapa de cuidados.

Ese contacto a ras de piso con la realidad de la población será una de las primeras diferencias entre la gestión de Amador y la de Rogelio Ramírez de la O, más dado a montar su caballo en el Hípico de la Ciudad de México y a encerrarse en el despacho.

Amador hereda un enorme reto luego de los excesos en el gasto de López Obrador, particularmente en el último año del tabasqueño. A ello hay que agregar, desde luego, el factor Donald Trump, quien tras asumir la presidencia en enero 20 ha emprendido un embate contra México.

El nuevo secretario de Hacienda se lleva bien con el titular de Economía Marcelo Ebrard. Juntos han de trabajar en la elaboración de las alternativas si se concretan los aranceles al aluminio y al acero, programados para ya, o de múltiples productos a partir del 2 de abril.

Suya será también de alguna manera la responsabilidad de cuidar que la nueva aventura del Infonavit, que por atrabancada decisión del gobierno volverá a construir casas, no termine como en el pasado, con un despilfarro multimillonario, y encima de dinero de los trabajadores.

Pero sin lugar a dudas la tarea más difícil para el nuevo secretario será la de contener los ímpetus de aquellos que desde el propio gobierno se afanan en desmontar factores para la certidumbre de la inversión.

Tendrá que mostrar carácter para contener a un movimiento más propenso al mitin que a la ardua tarea de arrastrar el lápiz y ceñirse a los dictados de la realidad. Amador es de izquierda, sin lugar a dudas, pero le cuestionarán cuando se niegue a fondear ocurrencias.

Igualmente ha de aterrizar muy pronto a la presidenta Sheinbaum, quien parece estarse creyendo de más los aplausos de una iniciativa privada que mansamente acude a cada evento a aplaudirle al tiempo que, sin embargo, escasea la inversión.

El diálogo fluido que tiene con Victoria Rodríguez será una ventaja añadida. Ambos podrán ayudar a Palacio Nacional a calibrar mejor la temperatura de la economía a fin de que la presidenta pueda decidir, con la mejor información posible, qué hacer con una economía seca, así ella en la mañanera diga medias verdades optimistas sobre la marcha de las finanzas nacionales.

Y juntos habrán de defender la autonomía de Banxico de cualquier intento de algún morenista extraviado al buscar fondos extra. Amador sabe, porque la conoce, que Victoria Rodríguez nunca actuaría en contra de lo que es debido.

Amador asume la titularidad de Hacienda con la enorme responsabilidad de ejercer, en primera persona, el rol de contención de un grupo que se desborda en palabrería en el Zócalo, y que no quiere reconocer en público lo extremadamente volátil de la situación económica, por Trump, pero también por los excesos de Morena al desmontar los contrapesos, y al ahuyentar la inversión con, por ejemplo, la descabellada elección por voto popular del Poder Judicial.

Demasiadas medidas puestas en marcha por los morenistas para hacerse de todo el poder, y muy pocas para ejercerlo con eficiencia. Revertir esto último es la tarea de Edgar Amador. Suerte en la encomienda. Más nos vale que le vaya bien.


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