La Negri: “Soy mujer, gitana y del colectivo LGTBi, pero la mayor discriminación la he sufrido por apellidarme Heredia”
Noelia Heredia, cantaora y percursionista, se ha convertido en el referente que ella no tuvo para salir del armario en la comunidad gitana


Noelia Heredia, La Negri (Madrid, 44 años), cantaora y percursionista de flamenco, dice que se bajará del escenario el día que deje de temblarle hasta la última pestaña de pura emoción. Ha peleado mucho por ese espacio de libertad y se ha llevado más de un disgusto al saber que le cancelaban un bolo por su orientación sexual. Hoy es el referente que ella no tuvo para jóvenes que no encajan en los cánones de la familia gitana más tradicional.
Pregunta. ¿Cuánto le costó a los reyes magos entender que quería un cajón de percursionista, no unos tacones de bailaora?
Respuesta. Mucho. Era como un amor que no podía conseguir. Mi primer cajón lo tuve a los 17 años y me lo regalaron mis amigas. Practicaba con la lavadora, con una mesa, con el pupitre del colegio...
P. ¿Por qué está mal visto que una mujer gitana toque el cajón?
R. Por la postura, con las piernas abiertas, y por la fuerza que requiere se asocia al hombre, igual que la guitarra en el flamenco, cosa que no ocurre con el pop, por ejemplo. Y cuando una mujer gitana se sale de los cánones gitanos es complicado. A mí una mujer me ha llegado a decir: “Tocas como un hombre”. ¡Y me lo dijo como un piropo!
P. ¿Cómo recuerda la adolescencia, ese momento en el que se da cuenta de que no quiere lo mismo que sus primas, que sus amigas…?
R. Fue difícil. Yo veía que ellas tenían novio y a mí no me gustaba ninguno. Hubo un chico de muy buena familia que me pidió la mano con 15 años y dije que sí porque mi mejor amiga acababa de hacer lo mismo. Pero me di cuenta de que ese no era mi camino, que ni le haría feliz a él ni a mí. Hablé con mis padres y ahí me apoyaron. En realidad, soy feminista por mi abuela y por mi madre, que son las que han dirigido la casa, la economía, todo, aunque cara afuera, muchas veces es el hombre el que manda.
P. En esa época se dio cuenta de que le atraían las mujeres. ¿Es más difícil salir del armario en la comunidad gitana? ¿Tenía algún referente en el que apoyarse?
R. En esa época, me gustó una persona que hoy sigue dentro del armario, casada con un hombre. No es fácil abanderar la diversidad siendo gitana. En una familia paya tradicional, a veces, tampoco, pero se acepta y si pasa en una familia gitana se dice que no son gitanos. Yo no tenía referentes, pero cuando me hice mayor me di cuenta de que había cantaores y cantaoras gitanos que eran gais y lesbianas: no salían del armario, pero dentro del mundo del flamenco se sabía. La Paquera de Jerez nunca se casó. Eso, en su época, tenía mucho mérito. Puedes quedarte mirando o intentar cambiar las cosas. Yo escogí lo segundo, luchar contra las barreras, con todas mis fuerzas. Si una puerta no se abre, yo la tumbo.
P. Usted es ahora ese referente para el colectivo LGTBi en la comunidad gitana, para chicos y chicas que acuden a pedirle consejo. ¿Tienen los mismos miedos que tenía usted o cree que ahora es más fácil?
R. Ha mejorado un poco, pero los miedos son los mismos: pensar que eres menos gitano, un garbanzo negro, porque no entras en el canon y crees que no te van a entender. Te sientes en tierra de nadie y te lo callas, pero al callártelo sufres, hasta que aparece una lucecita, alguien que ha salido del armario. Llega un momento en que, si la familia no te entiende, tienes que retirarte un poco. A todos los que vienen a pedirme consejo les digo que lo primero es la independencia económica, formarse para tener un buen trabajo, porque eso es lo que da la libertad como feminista o como lo que quieras: no necesitar la cobertura de unos padres o un marido. Yo tuve que alejarme de mi familia, darles tiempo. De mi madre y mis hermanos no llegué a perder nunca el contacto, pero de mi padre sí.
P. ¿Hoy diría que hay más gitanos dentro o fuera del armario?
R. Han salido muchos, pero dentro quedan muchos. El avance en los últimos dos años está a años luz de lo que era hace cuatro. Hemos roto la cerradura de ese armario para que siempre esté abierto.
P. ¿Cuándo ha sufrido más discriminación: como mujer, como gitana o por su orientación sexual? Es decir, ¿somos más machistas, más racistas o más homófobos?
R. Como gitana, por apellidarme Heredia. Para alquilar un piso, para pedir una mesa en un restaurante... En Mercadona hace poco me dijeron que me había llevado una crema. Vacié el bolso, les dije que me registraran y les pedí que llamaran a la policía por lo que acababan de hacer. Vas a comprarte ropa a una tienda con tu madre y te siguen o te hacen preguntas que a la señora paya de delante que lleva 15 prendas al probador no le hacen. La última vez que me pasó, la dependienta era de mi barrio. Le dije: ‘¿Pero cómo puedes ser así, si vives rodeada de gitanos?’. Al final me pidió perdón y no la denunciamos. Sales a la calle y aguantas y aguantas y aguantas. ¿Por qué tienen que perseguir en una tienda a un gitano? ¡Si los que más roban son los que tienen corbata! Después de por el apellido, por lo que más discriminación he sufrido es por pertenecer al colectivo LGTBi, pero diría que homofobia y machismo van un poco de la mano.
P. ¿Y dónde ha sufrido más discriminación como mujer y miembro del colectivo LGTBi: dentro o fuera de la comunidad gitana?
R. Diría que ahí van a la par. Pero mi discurso es siempre en positivo: hemos cambiado mucho y aún tenemos mucho que cambiar. Desde dentro hacia fuera. Siempre es más difícil reeducar que educar y reeducar a un hombre o mujer gitana mayores es muy complicado, aunque curiosamente, hay gitanos mayores que entienden todo esto mejor que algunos jóvenes. A veces es el abuelo el que te dice: “Haz tu vida y sé feliz”. Yo me reeduco también a mí misma, porque te vas dando cuenta de que en el lenguaje, por ejemplo, hay dichos comunes, formas de hablar, que pueden hacer daño.
P. Las encuestas muestran que los hombres de 18 a 27 años tienen ideas más conservadoras que sus compañeras de generación. Por ejemplo, un 27% (9% en el caso de las mujeres) aseguró en un estudio de 40dB. que le incomodaba ver a una pareja homosexual y un 44% de ellos creía que debería haber “un día del orgullo heterosexual”. ¿Por qué cree que ocurre eso?
R. Por desconocimiento, igual que con el racismo. El desconocimiento da miedo. Si tú entras en tu casa a oscuras no tienes miedo, porque la conoces. ¿Y cómo se combate? Con educación, en casa y en el colegio, porque hay niños pasan más tiempo con sus profesores y en actividades extraescolares que con sus padres. Hay que enseñar desde niños a respetar la sexualidad y es un trabajo en conjunto.
P. Este año se celebra el 600 aniversario de la llegada del pueblo gitano a la Península. ¿España los conoce bien? ¿Cuál es el prejuicio sobre la comunidad gitana que más le molesta?
R. Somos los eternos desconocidos. Cuando alguien se da cuenta de que soy gitana, a veces cambia de actitud. Han cambiado muchas cosas, pero otras llevamos 600 años esperando a que cambien. Se ve al pueblo gitano como el folclórico, el de la chabola o el que vende droga. Se olvida que por encima del gitano que vende droga está el capo payo, y en el cuello del que vive en una chabola, el pie de una corbata. Yo he escuchado a Ana Rosa Quintana decir que en el asesinato de un gitano el asesino actuaba en defensa propia porque le estaban robando y luego, derretirse en un concierto de Israel Fernández. Para eso sí, pero para tenerlo de vecino no.

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