Depardieu niega las agresiones sexuales ante el juez: “No veo por qué tocaría a una mujer. No soy un sobón del metro”
El actor declara por primera vez en el proceso en el que está acusado de agredir sexualmente a dos mujeres durante el rodaje de una película en 2021

El actor Gérard Depardieu volvió este martes al tribunal de París que le juzga por la presunta agresión a dos mujeres durante el rodaje de Las persianas verdes, de Jean Becker. La primera jornada terminó de forma estéril tras un tenso intercambio entre los abogados de la acusación y la defensa y, sobre todo, de las maniobras dilatorias del letrado del actor. Este martes, el protagonista de Cyrano de Bérgerac, el hombre que encarnó la quintaesencia de la interpretación en Francia tiene hoy 76 años, 150 kilos que le impiden caminar con agilidad y un frágil estado de salud (un bypass y diabetes), respondió a las preguntas del tribunal y negó rotundamente todos los hechos. “No veo por qué tocaría a una mujer. No soy un sobón en el metro, me han dicho que eso existe, pero no conozco esas cosas. Hay muchos vicios que desconozco. De ahí a meterle la mano en el culo, ¡vamos! No soy Émile Louis [asesino en serie condenado por violaciones)]”, se defendió mientras denunciaba “el terror al que es capaz de llegar el feminismo”.
La primera mujer, una escenógrafa, acusó al actor de atraparla en un pasillo, tocarle los pechos, los glúteos y los genitales, y hacer comentarios obscenos. En febrero de 2024 presentó una demanda contra él por agresión sexual, acoso y comentarios sexistas. La segunda mujer, asistente del director, también acusó a Depardieu de tocarle los pechos y los glúteos en el set de rodaje y, anteriormente, de acosarla. Depardieu negó “cualquier broma de connotación sexual” y cualquier agresión, argumentando en tono sarcástico: “No veo cómo podría hacerlo con la barriga que tengo, no rodeo a una persona que no conozco con mis piernas. Ya me cuesta abrazar a una mujer que amo”. El actor insistió luego en el mismo tono: “No veo por qué me divertiría manoseando a una mujer y tocándole las nalgas y los pechos. Eso es lo que hacen los chavales”.
El juicio siguió con la tensión del día anterior entre los abogados y un Depardieu errático en sus respuesta y a quien se le preguntó si había ingerido alcohol. La actriz Anouk Grinberg, que formaba parte del equipo de la película Las persianas verdes y que declara en contra de Depardieu, fue expulsada de la sala al mostrar su desaprobación cuando escuchaba los argumentos del actor para defenderse. “He salido porque lo que se ha contado ahí es un manto de vómitos y mentiras. Es insoportable e increíble que en una sala de justicia se pueda mentir así, calumniar a las mujeres para tapar la verdad. Han expulsado a alguien que sabe la verdad. Y la verdad la conoce todo el mundo: Depardieu es un agresor desde hace 50 años con toda impunidad. La sociedad se lo ha permitido, la profesión también. Y las mujeres tienen que callarse ahora. Yo no lo puedo soportar más, por eso no me he callado”, lanzó a los periodistas que esperaban fuera de la sala.
Depardieu volvió a acudir al tribunal con otros testigos que le apoyan, como la actriz Fanny Ardant, que comparecerá también, el actor Vincent Pérez, su hija Roxanne y su ex compañera Karine Silla. Y en la sesión escuchó el resumen de los hechos y como una de las dos mujeres que le acusan, identificada como Amélie (54 años), escenógrafa en la película, había recordado la secuencia ante la policía. La presunta víctima estaba buscando una sombrilla en su teléfono para la decoración del set y el actor le habría gritado: “¡Ventilador, ventilador! Hace tanto calor que no puedo tener una erección”. Ella lo contó así: “Me agarró con sus brazos, me atrajo hacia él y me apretó entre sus piernas, no podía salir de sus muslos. Me cogió por la cintura con ambas manos, me tocó las nalgas, el pubis y el pecho”. Todo esto mientras él, según ella, gritaba: “Mi gran sombrilla, te lo voy a meter en la vagina”.
Amélie “pasó el fin de semana temblando, y el lunes Jean Becker fue a hablarle para decirle que lo sentía, que había sido una agresión sexual y que la producción había exigido disculpas”. “Ah, ahí está la problemática que arma líos. Me disculpo, ¿contenta?”, le habría dicho Depardieu. El actor, además, declaró haber “sabido por los periódicos que la había tocado” y negó los hechos, afirmando haber realizado 230 películas sin que nunca ocurriera nada similar. Sin embargo, admitió que la agarró por las caderas. “Fue para no resbalarme porque estaba muy alterado por ella, por el calor, era viernes, casi al final del rodaje, estaba muy cansado”. El actor aseguró que es posible que utilice ese tipo de lenguaje soez porque le divierte. También porque tiene sobrepeso, sufre mucho el calor y tiende a estar de mal humor en los rodajes, pero nunca la agredió, insistió. “Lo que me marcó no es su deseo sexual, fue su salvajismo”, declaró el martes Amélie.
El caso de Depardieu ha sacudido Francia y se ha convertido en un símbolo del movimiento feminista para denunciar presuntas actitudes violentas y agresiones sexuales en el cine. El proceso está llamado a marcar un antes y un después en el tratamiento de estos asuntos en la esfera del espectáculo y la cultura, pero también es una bisagra en entre un mundo que no acaba de morir y otro que no termina de nacer. Depardieu, que en un cierto punto abandonó el sarcasmo para entregarse a la melancolía, se mostró resignado ante esta “sociedad nueva” en la que se siente incómodo. “Pienso que mi tiempo se acabó”.
El actor, apartado de los rodajes, lamentó la situación en la que este caso le ha sumido profesionalmente: “Después de lo que leo sobre mí desde hace tres años, no he vuelto interpretar. Dicen que soy un asqueroso”. “Ya no frecuento a nadie, no trabajo desde hace tres años. ¡Françoise Sagan, Marguerite Duras, Barbara eran amigas mías! Fanny Ardant, su hija asistente, recibió escupitajos en la cara porque me apoyaba. Este movimiento se va a convertir en un terror”, apuntó antes de señalar: “Les digo a estas mujeres que harían bien en reflexionar sobre lo que decía Madame de Staël: ‘La gloria es el duelo brillante de la felicidad’. Pero la gloria se obtiene por lo que uno es humanamente, no por pertenecer a un grupo que defiende una causa”.
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