_
_
_
_

SOS internacional por Belchite: la ruina definitiva amenaza los restos del pueblo símbolo de la Guerra Civil

Una fundación estadounidense escoge a la localidad zaragozana entre 25 lugares en el mundo para los que captará fondos y potenciará el turismo cultural ante su progresivo deterioro

La iglesia de San Martín, al fondo, entre las ruinas del Pueblo Viejo de Belchite.
La iglesia de San Martín, al fondo, entre las ruinas del Pueblo Viejo de Belchite.FUNDACIÓN PUEBLO VIEJO DE BELCHITE / WMF
Manuel Morales

“Prohibida la blasfemia”. El cartel situado encima del arco de la Villa, una de las entradas al Pueblo Viejo de Belchite, revela que estamos a las puertas de otros tiempos y otros conflictos, cuando este lugar, a unos 40 kilómetros de Zaragoza y al que se llega hoy por una carretera de subibajas entre la estepa, tenía en los años treinta del pasado siglo unos 4.500 habitantes, que vivían con cierta prosperidad, gracias sobre todo al olivo y los cereales. Lo certificaba su calle Mayor, que estuvo flanqueada por viviendas, iglesias y hasta sinagogas mudéjares y barrocas. De todo aquello solo quedan ruinas y cascotes debido a una batalla de la Guerra Civil en la que en solo dos semanas hubo 5.000 víctimas entre muertos y heridos, y al paso del tiempo.

“El pueblo no tenía murallas, las casas adosadas cumplían esa función”, dice Marta Beltrán, responsable de la Oficina de turismo de Belchite y guía que enseña los restos de la localidad (de lunes a viernes, a las 12.00 y a las 16.00). En 2024 fueron 38.000 los visitantes, señala. Beltrán pertenece además a la Fundación Pueblo Viejo de Belchite, una entidad local que desde 2019 intenta, como decía Miguel de Unamuno, que “hasta una ruina pueda ser una esperanza”.

Para ello cuentan desde este miércoles con la ayuda de World Monuments Fund (WMF), una fundación internacional que nació en Nueva York en 1965 y que, desde 1996, publica cada dos años una lista de monumentos y espacios en peligro en todo el mundo. A estos los ayuda mediante captación de fondos de donantes y patrocinadores. En su historia ha participado en más de 700 proyectos en 112 países, para los que ha recaudado unos 300 millones de dólares, según datos de la organización.

Ruinas de la iglesia de San Agustín en el pueblo viejo de Belchite, escenario de una de las batallas simbólicas de la Guerra Civil española.
Ruinas de la iglesia de San Agustín en el pueblo viejo de Belchite, escenario de una de las batallas simbólicas de la Guerra Civil española.ANDREA COMAS (REUTERS)

Entre los 25 lugares de los que alerta esta vez se encuentra Belchite, símbolo de la barbarie de la Guerra Civil y de la dejadez del ser humano hacia el patrimonio histórico, en este caso, bélico, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2002. WMF calcula que si no se pone remedio al deterioro, los restos belchitanos habrán desaparecido en unos 20 años. Otros espacios escogidos en el planeta este 2025 son el Trazado urbano histórico de Gaza, la Casa del Maestro de Kiev (Ucrania) o la ciudad antigua de Antioquía (Turquía).

El director ejecutivo de la delegación de WMF en España, que abrió en 1992, Pablo Longoria, explica que en esta última convocatoria llegaron “más de 250 solicitudes”. Un panel de siete expertos en patrimonio decidió que Belchite estuviera en la lista final “ante el riesgo de derrumbe”. “Ahora se trata de buscar fondos privados para conservar lo que se pueda y atender otras necesidades, como la creación de un centro de visitantes”.

Restos de la fachada de una casa en la calle Mayor del Pueblo Viejo de Belchite.
Restos de la fachada de una casa en la calle Mayor del Pueblo Viejo de Belchite.FUNDACIÓN PUEBLO VIEJO DE BELCHITE / WMF

Quien logró que WMF —que organizó este viaje de prensa— se fijara en las necesidades de Belchite fue un particular (también pueden solicitarlo administraciones, instituciones, entidades...): Joan Sastre, un mallorquín, ingeniero informático, amante de la tierra aragonesa y del patrimonio histórico que presentó una memoria con datos y hechos que justificaban el SOS. “Desde que vine la primera vez, me impactó este sitio. Sigo viniendo mucho, pero cada vez veo una grieta nueva o una pared menos”, afirma.

Marta Beltrán explica que en 1936 había un alcalde socialista en Belchite, Mariano Castillo. Cuando estalla la guerra tras el fallido golpe de Estado de los sublevados, el pueblo fue tomado por falangistas llegados desde Zaragoza la noche del 18 al 19 de julio. Además de asesinar “a cerca de 300 personas”, detuvieron al regidor. Castillo dejó un diario de aquellos días, en los que su letra se fue haciendo poco a poco más ilegible por el sufrimiento, y gotas de su sangre mancharon el papel. Finalmente, se suicidó.

Interior de la iglesia de San Martín, en el Pueblo Viejo de Belchite.
Interior de la iglesia de San Martín, en el Pueblo Viejo de Belchite.FUNDACIÓN PUEBLO VIEJO DE BELCHITE / WMF

Mientras Beltrán camina entre piedras y polvo, en un día soleado, cuenta que con Belchite convertido en bastión de los sublevados en plena zona republicana, el frente de guerra quedó estabilizado “a unos dos kilómetros del pueblo”. “Hubo algunas escaramuzas, hasta que empezó la ofensiva republicana el 24 de agosto de 1937″. El historiador francés Stéphane Michonneau, autor de Fue ayer. Belchite, un pueblo español frente a la cuestión del pasado (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2017), explica por teléfono los motivos que llevaron a la República a tomar a toda costa un lugar de poca importancia estratégica. “En el fondo, se quería distraer a los franquistas de su avance en el País Vasco tomando Zaragoza”. Sin embargo, la resistencia de unos 2.000 soldados, a los que se unió parte de la población, escondida en las bodegas del pueblo, convirtió la toma en un cerco por tierra y con bombardeos aéreos.

El valor de Belchite se multiplicó hasta el punto de que la dirigente comunista Dolores Ibarruri, Pasionaria, acudió para infundir ánimos a los suyos. También fue un imán para periodistas, como Hemingway, que se desplazó al lugar.

Finalmente, la noche del 5 al 6 de septiembre, tras dos semanas de feroces combates casa por casa, ya que el trazado de las calles impedía el avance de los tanques, los cercados huyen a sangre y fuego por el arco de San Roque, otra de las puertas de la localidad, tras varios intentos fallidos. “Los que no logran escapar son fusilados”, apunta Michonneau. Belchite cristaliza entonces como mito de la lucha republicana. En marzo de 1938, en pleno avance del ejército de Franco, sus tropas recuperan el pueblo sin apenas resistencia. La guía turística calcula que en torno “a un 30% de las casas resultaron afectadas por la batalla”. De la ruina que hoy se ve se encargaron además el paso del tiempo y las condiciones climatológicas en un espacio abierto a la lluvia, el viento y el calor. Beltrán considera que hoy no debe de quedar ni un 10% de las construcciones.

Vista de la calle Mayor de Belchite en los años cuarenta.
Vista de la calle Mayor de Belchite en los años cuarenta.FUNDACIÓN PUEBLO VIEJO DE BELCHITE

Tras la victoria, Franco se desplazó hasta aquí para prometer que, al igual que sucedería con Oviedo o la Ciudad Universitaria de Madrid, Belchite renacería de sus cenizas. Lo aseguró el 3 de marzo de 1938, desde un balcón del Ayuntamiento, en la plaza Nueva, donde se mantiene la fuente de cuatro caños a la que las belchitanas iban por agua y a contarse sus cosas. Sin embargo, al acabar la contienda, Franco decidió que el pueblo quedara como estaba, “como símbolo de la barbarie roja” y emblema de la resistencia franquista.

El dictador ordenó la construcción de un nuevo Belchite junto al arrasado “con mano de obra de presos de las brigadas internacionales y luego de presos republicanos”, señala el profesor Michonneau, de la Universidad París-Este Créteil (UPEC). ¿Por qué cambió de opinión? El historiador dice que, entre los posibles motivos, pudo estar que quisiera “conectar con el discurso falangista, que sentía pasión por las ruinas”. Belchite, que hoy cuenta con unos 1.500 habitantes, se inauguró en 1954. Diez años después dejó el viejo Belchite su último habitante.

Vista de las ruinas del Pueblo Viejo de Belchite desde una de sus plazas.
Vista de las ruinas del Pueblo Viejo de Belchite desde una de sus plazas.FUNDACIÓN PUEBLO VIEJO DE BELCHITE / WMF

Tras la guerra, comenzó además el expolio de madera y hierro de las ruinas por parte de los propios belchitanos, que necesitaban dinero para comprar, encima, sus nuevas viviendas. A esto se une lo que Beltrán llama “expolio externo”, el perpetrado por personas de fuera.

Además de las visitas guiadas, desde la Fundación y el Ayuntamiento hay otras iniciativas para que estos escombros sirvan de motor del turismo cultural, como los rodajes cinematográficos. Estas no calles han sido escenario de películas como El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro; Las aventuras del barón Munchausen, de Terry Gilliam; o Incierta gloria, de Agustí Villaronga; y series célebres como The Walking Dead. Siguiendo la estela de los zombis y el más allá, cuando el viejo Belchite no estaba vallado, muchos curiosos acudían por las noches para ver si se topaban con algún fantasma de la guerra o escuchaban psicofonías. Hoy hay, además de las diurnas, visitas nocturnas, en las que se cuentan leyendas a la luz de la luna.

Interior del convento de San Rafael, en el Pueblo Viejo de Belchite.
Interior del convento de San Rafael, en el Pueblo Viejo de Belchite.FUNDACIÓN PUEBLO VIEJO DE BELCHITE / WMF

Desde el año 2000 se han llevado a cabo varias intervenciones. “La más reciente, el pasado noviembre, con las tareas de consolidación del ábside de la iglesia de San Martín”, explica María José Andrés, responsable de la Fundación Pueblo Viejo de Belchite. Aunque antes de acometer la obra “hubo que llamar a los Tedax para desactivar un proyectil, es algo que suele pasar”. “Se financió con 150.000 euros del Gobierno de Aragón y otros 30.000 de fondos propios”. Esta historiadora del arte destaca otra ruina consolidada, la Torre del Reloj, mudéjar y del siglo XVI, perteneciente a una iglesia desaparecida, y señala que junto a las visitas, a lo largo del año se celebran, entre otras actividades, “un festival de música y otro de cine”. “Son diferentes maneras de que el pasado favorezca el futuro”.

En la iglesia de San Martín de Tours, del siglo XV y cuya cubierta ha desaparecido por completo, finaliza el recorrido. En su puerta de madera hay una chapa con la letra de la jota melancólica que compuso Natalio Baquero, quien tuvo la mala fortuna de nacer en Belchite durante la batalla, el 1 de septiembre de 1937: “Pueblo viejo de Belchite, ya no te rondan zagales, ya no se oirán las jotas que cantaban nuestros padres”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Morales
Periodista de la sección de Cultura, está especializado en información sobre fotografía, historia y lengua española. Antes trabajó en la cadena SER, Efe y el gabinete de prensa del CSIC. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y máster de Periodismo de EL PAÍS, en el que fue profesor entre 2007 y 2014.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_