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Los Celtics se miden con su historia en la final de la NBA

Los de Boston se enfrentan en casa en el sexto partido a los Warriors, que parten con ventaja en la eliminatoria (3-2). La ciudad, de gran tradición, acaricia el sueño de sumar su 18º campeonato y desempatar en la gloria con los Lakers, eternos rivales

Jayson Tatum, de los Boston Celtics, trata de taponar una entrada a canasta de Stephen Curry, de los Golden State Warriors.
Jayson Tatum, de los Boston Celtics, trata de taponar una entrada a canasta de Stephen Curry, de los Golden State Warriors.David Butler II (USA TODAY Sports)
Iker Seisdedos

Los Celtics tienen una cita con su historia este jueves en Boston. La cosa pinta regular, pero el guardián de esa memoria, Richard Jackson, está “tranquilo y esperanzado”. Jackson es el conservador desde hace 40 años del Museo del Deporte de la ciudad, cuya sede está en el TD Garden, estadio en el que su equipo de toda la vida se medirá en el sexto partido de la final de la NBA con su glorioso pasado y con los Golden State Warriors. Los de San Francisco lideran (3-2) la eliminatoria, después de ganar el lunes en casa y, sobre todo, después de llevarse el cuarto partido, gracias a otra espectacular actuación de su estrella, Stephen Curry, en cancha contraria, cuando el marcador iba 2-1 a favor de los Celtics, y estos pudieron despegarse quién sabe si definitivamente. “Se nos escapó entre los dedos aquella noche”, dice Jackson, que confía “en la resiliencia de este grupo”. “Lo bueno de esto”, se consuela, “es que el guion nunca está escrito. Llevo viendo jugar a este equipo desde principios de los años sesenta, y créame: todo es posible cuando Boston empuja”.

Jackson, hombre de contagiosa erudición, es la prueba viviente de que el baloncesto es una cosa seria en este distinguido rincón de la Costa Este. La ciudad lleva en vilo un par de semanas, porque ha transcurrido demasiado tiempo desde que alcanzaron a disputar una final: 12 años ya sin sentir el cosquilleo colectivo, ese toma y daca de grandes veladas deportivas de una costa a otra. Esta es, además, la temporada del 75º aniversario de la NBA.

Magic Johnson (izquierda) y Larry Bird durante un partido en Los Ángeles, a finales de 1979.
Magic Johnson (izquierda) y Larry Bird durante un partido en Los Ángeles, a finales de 1979.Associated Press

La última vez que los Celtics se llevaron un anillo, el 17º, que los convirtió en equipo más laureado de la liga, en un encarnizado empate con Los Angeles Lakers, fue en 2008, contra, precisamente, los Lakers de Pau Gasol. Entonces Paul Pierce, Kevin Garnett y Ray Allen hicieron posible el renacimiento de la fe local en el baloncesto, que, como cuenta Michael Holley en su libro The Big Three, andaba algo marchita desde la penúltima vez, cuando la quinta de Larry Bird y Kevin McHale (ganadores también en 1981 y 1984) conquistaron la gloria. Esos fueron los años de la mayor rivalidad con los Lakers, y los años también de la pelea entre Larry Bird y Magic Johnson (el Este contra el Oeste, la vieja escuela contra el nuevo espectáculo), antes del gran advenimiento de un tal Michael Jordan.

En Boston, los aficionados se saben de memoria las edades de oro de los Celtics, como los historiadores del arte los periodos pictóricos de Picasso. Antes de aquellas dos etapas, están los dos anillos de los setenta (1974 y 1976) y la época en la que ganaron nueve campeonatos en 11 años y se forjó el mito fundacional del baloncesto en la ciudad, cuando el entrenador era Red Auerbach y su mayor estandarte, Bill Russell, y jugaban Frank Ramsey, Bill Sharman, Bob Cousy o Tom Heinsohn.

Jackson echa de menos aquellos tiempos como uno echa de menos ser joven, pero también por otros motivos “En los sesenta la NBA era una liga mucho más pequeña, con más rivalidad directa entre los equipos. Era una casa modesta, no la gran mansión que es hoy en día, con esos sueldos estratosféricos, y los equipos anotaban 40 puntos en un cuarto, sin el beneficio de los triples. Los tiros de tres han tomado un protagonismo excesivo. Antes se jugaba de fuera adentro y ahora es al revés. Llámeme tradicionalista, pero a mí me entretiene menos ver un partido construido a partir de una serie de tiros fallidos, con los equipos peleando por atrapar los rebotes ofensivos”, explica, antes de recordar, echando de nuevo a su disco duro de gran capacidad, que el primer triple de la historia lo marcó uno de los suyos: “Chris Ford, en 1979″.

Los Boston Celtics en los años de su dominio absoluto de la NBA. Sam Jones, Jim Loscutoff, Gene Conley, Bill Russell, K.C. Jones, desde la izquierda en la fila superior. En la del medio, Buddy Leroux, el entrenador Red Auerbach, Bob Cousy y Tom Heinsohn. Abajo: Frank Ramsey y Bill Sharman.
Los Boston Celtics en los años de su dominio absoluto de la NBA. Sam Jones, Jim Loscutoff, Gene Conley, Bill Russell, K.C. Jones, desde la izquierda en la fila superior. En la del medio, Buddy Leroux, el entrenador Red Auerbach, Bob Cousy y Tom Heinsohn. Abajo: Frank Ramsey y Bill Sharman.Agencia Getty

Mucho se teme Jackson que ese nuevo orden del juego, en el que la leyenda de sus a

ñorados Celtics suena a los viejos tiempos, beneficia a los Warriors, que cuentan entre sus filas con Curry, el mejor tirador desde la distancia de la historia. La clave este jueves para los locales será, y no es precisamente ningún secreto táctico, neutralizarlo, tarea a la que han estado dedicados desde el comienzo de la final. Pero eso también podría no ser suficiente: la historia de la tercera victoria de los Warriors en el quinto partido fue la de la ausencia del brillo habitual del base (que solo metió 16 puntos) y el paso adelante de la pareja formada por Andrew Wiggins y Klay Thompson.

La otra clave es que funcionen los Big Three de los Celtics de este año: Jayson Tatum, una estrella cuyo brillo ensucian estadísticas como la de haberse convertido en el jugador que más balones ha perdido en la postemporada, Jaylen Brown y Al Holford, el primer dominicano (tierra que nutre a las ligas estadounidenses de grandes jugadores del béisbol) que juega una final en la historia de la NBA. Un tipo de 36 años en un equipo predominantemente joven con futuro por delante que ha servido de pegamento de sus compañeros durante los playoffs.

Jayson Tatum y Jaylen Brown (derecha), este miércoles en el entrenamiento anterior al sexto partido, en el TD Garden de Boston.
Jayson Tatum y Jaylen Brown (derecha), este miércoles en el entrenamiento anterior al sexto partido, en el TD Garden de Boston.JOHN G. MABANGLO (EFE)

“El de este jueves es el partido más importante de la carrera de estos jugadores y para los jóvenes de Boston que no han visto a su equipo pelear por nada”, opina Javier Limón, que además de ser uno de los productores musicales españoles más exitosos (Paco de Lucía, Bebo y El Cigala o, recientemente, Alejandro Sanz), es profesor en el prestigioso Berklee College of Music y lleva 12 años viviendo en la ciudad. “Este año he visto cómo Boston se volcaba con el baloncesto, tras un tiempo en que todo era el fútbol americano, por los Patriots de Tom Brady. La emoción ha ido in crescendo; nadie habría dicho al principio de la temporada que iban a llegar tan lejos. Así que confío en que sepan levantarse de la lona”.

Desde la zona de prensa, las cosas no se ven tan bien. Dan Shaughnessy, columnista deportivo del Boston Globe y autor de un reciente libro sobre los años de Larry Bird, cuyo título Wish It Lasted Forever (Desearía que hubiera durado para siempre, Scribner, 2021) tal vez explique su fama local de cascarrabias, publicó esta semana un artículo tras el quinto partido, “Aún no se acabó para los Celtics, pero esa sensación queda tras esta oportunidad perdida”, en el que aconsejaba a Tatum, que dé “un paso adelante” y empiece a comportarse como “un jugador de la NBA de primera clase”.

En una comparecencia ante los medios, Tatum recurrió este miércoles no tanto a la historia contra la que se enfrentarán los suyos mañana como al pasado reciente. Habló sobre las opciones de los Celtics de deshacer ese 3-2 y llevarse el título el domingo en San Francisco: “Haberlo demostrado antes debería darnos aún más la confianza de que podremos lograrlo”. Y en eso tiene razón: este equipo ha flirteado con el desastre y con éxito durante toda la temporada, a lomos de la honestidad brutal de su entrenador, Ime Udoka. Solo restan uno (o dos) partidos para saber si ese camino difícil era el que conducía (o no) a un final feliz.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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