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Tadej Pogacar correrá la París-Roubaix: todo por Flandes y el Infierno

El mejor ciclista del siglo anuncia que el 13 de abril debutará en la clásica de las clásicas para culminar en el pavés criminal su duelo interminable con Mathieu van der Poel

Pogacar y Van der Poel
Carlos Arribas

En Lille, a 100 días de la gran salida del 5 de julio, organiza el Tour su cuenta atrás y, al mismo tiempo, Tadej Pogacar, desde Mónaco, anuncia que sí, que, dios que se debe a sus fieles tanto como a su apetito de ogro y a su deseo de pelear, participará en la próxima París-Roubaix. Comienza la cuenta atrás, 18 días faltan hasta el domingo 13 de abril, hacia una carrera que, siete días antes, el 6 de abril, tendrá un anticipo de adoquines, montes y frío en el Tour de Flandes. Es el debut del esloveno, de 26 años, en el infierno del Norte. Es el primer ganador de Tour este siglo, y ya ha ganado tres, que en la balanza entre preocupación y miedo a una caída que pueda poner en peligro objetivos futuros, y ambición y pasión por su oficio de campeón, se decide por el riesgo.

“La prioridad del equipo es el Tour, y eso lo sabe Tadej”, decía hace un par de días Mauro Gianetti, el dueño del equipo UAE. “Pero nunca se podrá impedir a un campeón como Pogacar que tome sus propias decisiones”.

Alborozo y aplausos de la afición que, apetito despierto, insaciable, abierto en su duelo con Mathieu van der Poel en la Cipressa y el Poggio de la San Remo, no veía la hora de que el mismo intercambio de golpes, de inteligencia de carrera, de audacia, de ambición, se replicara en los dos monumentos del Norte. Van der Poel es el ganador de las dos últimas Roubaix. Pogacar, el ciclista ligero que flota sobre los adoquines, corre como sobre el agua, sin apenas necesidad de tocar el suelo, de puntillas, como un bailarín, como hizo en la etapa del pavés del Tour del 22, y todos se maravillaron como hace un par de meses lo hicieron viendo en su Instagram un entrenamiento por Arenberg. Si en sus duelos en San Remo gana Van der Poel por 2-0, en Flandes el marcador está 1-1. En los Mundiales, la tercera grande en la que han chocado, también hay empate a uno. Van der Poel, Glasgow 2023; Pogacar, Zúrich, 2024.

A solo 14 kilómetros del velódromo de Roubaix, construido por dos industriales textiles de la ciudad que después organizaron la carrera del pavés para darle publicidad, boato y ringorrango, frente a la gran estación de Lille, donde se instala el cuentadías hacia el Tour, Christian Prudhomme, responsable máximo tanto del Tour como del infierno del Norte, se reúne con decenas de alcaldes, concejales y presidentes de diputaciones del hexágono, en ceremonia laica que refleja tanto el carácter colectivo, público, único, fédérateur, como dicen los franceses, de la grande boucle, como la París-Roubaix recuerda a los ciclistas desde 1896 dónde nacen el dolor, el miedo y la pasión de su deporte cada semana de Pascua.

Van der Poel, holandés clásico, nieto de Poulidor, hijo de clasicómano y ciclocrossista, y Pogacar, alienígena llegado de la extraña Eslovenia, son los dos corredores en activo con más monumentos en su pecho, siete cada uno, y pesa tanto su personalidad, su carácter, que al construir su propia historia, casi sin referencias de nadie, rehacen también la historia absoluta del ciclismo. Mientras van der Poel es ciclista de sentido único, clásicas y clásicas, a ser posible sin mucha montaña, Pogacar, al estilo del Eddy Merckx que en junio cumplirá 80 años, es el ciclista total, que en la primavera de adoquines y San Remo rivaliza con el neerlandés, de 30 años, el único que de vez en cuando le derrota, poco después, en la Lieja, con el campeón olímpico, Remco Evenepoel, en verano con Jonas Vingegaard en el Tour (dos a dos sus enfrentamientos personales), y en otoño consigo mismo en Lombardía y con todos en los Mundiales.

La París-Roubaix, es el monumento que casi siempre han despreciado los hombres Tour en la edad moderna. Ni Miguel Indurain ni Alberto Contador ni Lance Armstrong se arriesgaron nunca por el bosque de Arenberg, el cruce del árbol o la cuesta de Mons en Pévèle, y Bernard Hinault la calificó de estupidez, prueba de ciclocross, charlotada. Lo hizo, por supuesto, después de correrla y ganarla. Fue en 1981. Fue, el bretón de 70 años ya, el último ciclista que ganó la misma temporada el Tour y en Roubaix. Merckx, que lo ganó todo, y varias veces, combinó Roubaix y Tour en 1970, y la ganó dos veces más (1968 y 1970). Si antes de la Segunda Guerra Mundial, los ganadores de Tour eran también los más fuertes en Roubaix –Pelissier, Lapize, Garin…--, en los últimos 80 años solo ganaron ambas carreras, aparte de Hinault y Merckx, Fausto Coppi (1950), Louison Bobet (1956), Felice Gimondi (1966) y Jan Janssen (1967).

“No pienso en lo que he ganado, sino en nuevos desafíos, así siempre mantengo la motivación”, mantiene Pogacar, que al apuntarse a Roubaix se ha borrado del GP E3 el viernes y de la Gante Wevelgem el domingo. Todo por Flandes y el Infierno.

Y tampoco son muchos los corredores que han empalmado la San Remo con la temporada de pavés y con las clásicas de las Ardenas (Amstel, 20 de abril, Flecha, 23, y Lieja, 27), como lo hará Pogacar.

Después de un mayo de descanso y altura, Pogacar, que ha iniciado el año ganando el Tour de Emiratos y la Strade, y tercero en San Remo, se las verá con Vingegaard en la Dauphiné (8 a 17 de junio), Tour (5 a 27 de julio) y Vuelta (23 de agosto a 14 de septiembre). Y cerraría la temporada con la busca de su quinta Lombardía el 11 de octubre.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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