Día negro para Alcaraz, fundido por Goffin
El murciano, sin energía, se despide de la gira norteamericana con mal sabor de boca al caer en el estreno frente al formidable belga (5-7, 6-4 y 6-3, en 2h 18m)


Poco a poco, la nube negra va cerniéndose sobre Carlos Alcaraz, enredado, confuso e impreciso, sin disfrutar un solo instante y, a fin de cuentas, sin escapatoria frente a David Goffin: 5-7, 6-4 y 6-3 para el belga, en 2h 18m. Señora exhibición del adversario, quien a sus 34 años reivindica el estilo que ya se pierde, eso de la precisión por encima de la potencia, del pensar, de imponer la táctica y un delicado repertorio de golpes al tiroteo automático. Al talento le debe acompañar siempre un plan que hoy se echa en falta. Fantásticas esas curvas, esos ángulos y esos cambios de altura, la pelota enroscada que muerde el cordaje del murciano y vuelve a duras penas hasta que Alcaraz, mareado de tanto ir de aquí para allá con poca fortuna, de remar para llegar a ningún sitio, levanta la bandera blanca y se despide en el estreno. Segunda ronda de Miami. Efectivamente, el golpe es duro.
No basta el corazón. Esta vez hay déficit de tenis, en un caso, y exceso positivo en el otro. Lo borda Goffin, todo aplomo, engañoso rival para un primer día que parecía no ir del todo mal, por eso de haber conseguido atar el primer set, pero que termina torciéndose de mala manera. Lo fía todo Alcaraz a esos chispazos extraordinarios que en esta ocasión resultan insuficientes y llegan con cuentagotas, porque el español no está cómodo en ningún instante. Lo manifiesta su derecha. Fuera de sitio, sufre desde el fondo y se ve obligado a abandonar constantemente la trinchera a la fuerza, lo que equivale a un cara o cruz. Hasta el sorteo le sale mal. Empieza sacando contra su voluntad y desde ese instante el guion ya empieza del revés, como si todo se hubiera alineado en su contra: de la dichosa moneda, que favorece al belga, hasta ese pasante a placer que toca la cinta y envía la bola al pasillo en la recta final, sabiéndose ya perdido.
Nada le sale, tiros sucios y peleándose consigo mismo en su interior. Sirve de muy poco la arenga de su entrenador desde la esquina. Ahí abajo hay un tenista perdido, menos enérgico de lo habitual. Inhala, se hidrata, ingiere glucosa. Nada de nada. Le cae un warning al tomarse un tiempo extra para coger aliento. “¡Todo lo que puedas! ¡Batalla, batalla, batalla! ¡Le quedan dos saques por ganar, te va a dar una oportunidad! ¡Vamos!”. El rostro del técnico contradice el mensaje. Y él lo intenta, llama al público y trata de rehacerse sin excesiva fe, va haciendo la goma hasta que finalmente esta se rompe. No hay giro, por más que salve esa primera pelota de partido. Lo merece Goffin, un ejemplo de 34 años (y 55º del mundo) que ya le liquidó a la primera en Astana, hace dos años, y al que conviene situar en una más que meritoria dimensión. Pregúntenle por él a Nadal, Federer o Djokovic, triplete de cabelleras.

“Sigo compitiendo para jugar este tipo de partidos, en este tipo de pistas. Para jugar un buen tenis. Me he sentido muy bien de piernas, estaba listo para luchar. Sentía la pelota muy bien”, analiza el vencedor, todo un metrónomo, puro equilibrio (23 ganadores y 25 errores no forzados) frente a la apuesta a una carta de Alcaraz, radical (36 y 43). Tal vez no fuera mal día para el pasabolismo, pero manda su naturaleza. Choca una y otra vez contra el metódico ejercer del belga, y no logra procurarse una sola opción de break en las dos últimas mangas. Encaja él para 5-4 en la segunda y de entrada otro en la tercera. Parece condenado. Todo había empezado mal, a remolque también en la primera merced a una doble falta. Y no se salva. Se esfuma Miami, se alejan Sinner y Zverev en el ranking y, tras la derrota ante Draper en las semifinales de Indian Wells y esta tan prematura, solo queda mirar hacia abril y la tierra batida. Tal vez llegue ahí el volantazo, salga el arcoíris. Un título, Róterdam, en este primer trimestre. Arreciaba el curso pasado la tormenta y luego escampó en París y Londres. Ya se verá.
Creciente Munar
Goffin, pues, se las verá el domingo con el estadounidense Brandon Nakashima (6-4, 4-6 y 6-3 a Roberto Carballés), mientras el cuadro borra los nombres de Alcaraz y el del ruso Daniil Medvedev. Ya se sabe, el de las malas pulgas, el revoltoso, el que está eternamente a disgusto. Las cosas de Daniil. En pleno duelo con Jaume Munar, se planta y reclama la presencia del supervisor, que acude y escucha.
— ¿Quién lo permite? Es imposible jugar al tenis con ellas. Quién dice ‘sí, podemos jugar con estas pelotas’. Nadie, ¿verdad?
— Es decir, están aprobadas por el circuito.
— No son lo suficientemente buenas.
La rabieta se une a sus reiteradas quejas por la velocidad de algunas pistas como las de Indian Wells, si no por el público o si no por la tierra y si no por lo que sea. Extraordinario jugador, Medvedev casi siempre está ahí, pero de un tiempo aquí parece haber perdido comba y el tropezón frente al mallorquín (6-2 y 6-3, en 1h 19m) le hace perder todavía más presencia en el ranking; llegó a ser el número uno en 2022, reinado efímero de tres semanas, pero la derrota acarrea una sustanciosa pérdida de puntos, puesto que defendía las semifinales alcanzadas la temporada pasada, y en consecuencia la salida inmediata del top-10. Son ya dos años sin ningún trofeo. Se explica: “Yo no estaba al cien por cien y él lo ha hecho muy bien”. “Aquí la pelota no vuela”. “Había momentos en los que hacía cinco tiros buenos y no le hacía nada de daño”. “No miro mucho el ranking”.

Y efectivamente no era su día, como tampoco lo era el de Alcaraz. Porque era el de Munar, un profesional de los pies a la cabeza que continúa mejorando y creciendo, alcanzando un interesante nivel sobre superficie dura. Él, terrícola de cuño. “Significa mucho para mí. Me estoy sintiendo muy bien. Hemos hecho mucho trabajo para hacer torneos y partidos como el de hoy. Me encuentro muy cómodo aquí. Este año estoy jugando bien en rápida”, concede tras lograr el tercer triunfo de su carrera contra un top-10, tras los obtenidos antes en escenarios de menor relieve contra Alexander Zverev (Marrakech 2019) y Casper Ruud (Tokio 2022). Precisamente, al nórdico le exigió sobremanera al comienzo de año en Melbourne y dejó muy buenas impresiones tanto en Hong Kong como en Dallas, donde desembarcó en las semifinales.
“He cambiado muchas cosas en los últimos dos años, pero las cosas no se consiguen a toda velocidad. He cambiado aspectos técnicos, también las tácticas en los partidos, mi derecha es diferente. Todo ha estado funcionando bien este año. Pero debo seguir modificando detalles, tengo que ver cómo puedo mejorar mi juego. Junto a mi equipo, llevamos un par de años haciendo un buen trabajo”, valora el balear, que bordea la frontera de los cincuenta mejores del circuito (es el 56º) y se jugará el acceso a los octavos frente a Gael Monfils, incombustible y loable el francés. En dirección a los 39 años continúa divirtiéndose, no sin competir a un elevado nivel; triunfó en Auckland, impresionó en Australia y se impone esta vez al checo Jiri Lehecka (6-1, 3-6, 7-6(8), acreditando otra vez toda su vigencia. Que así es. Sonríe él, celebra comedido Munar y se marcha con la cabeza gacha Alcaraz. Duro golpe el que encaja, no cabe duda.
NOLE IGUALA LOS 410 TRIUNFOS DE NADAL
No competía Novak Djokovic en Miami desde 2019, solo dos participaciones en los ocho últimos años. Y no precisamente buenos recuerdos. Una caída en la segunda ronda y otra en los octavos. “Así que tenía muchas ganas de volver y hacerlo bien”, dice. El resultado, “un inicio perfecto, un tenis sin fallos”. En concreto, 6-0 y 7-6(1) al australiano Rinky Hijikata.
En 32 minutos ya se había hecho con el primer set. Se estiró el segundo, pero evitó despistes. Se medirá en la próxima ronda al argentino Camilo Ugo Carabelli (61º). Lo hará con 410 victorias en el expediente y, por tanto, tras haber igualado el récord de Rafael Nadal en los Masters 1000.
El serbio acumula una derrota más, 91, pero ha rentabilizado mejor las victorias; 40 títulos de la categoría para él, por los 36 con los que se despidió en noviembre el español.
Con seis trofeos, Djokovic, de 37 años, manda en el historial del torneo junto con el estadounidense Andre Agassi. Dos por encima del suizo Roger Federer. En Miami cantó su primer éxito en un mil, 2007, y se coronó después en las ediciones de 2011, 2012, 2014, 2015 y 2016. Nole reaparecía tras la derrota en la segunda ronda en Indian Wells.
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