El aburrimiento cunde camino de París
ENVIADO ESPECIAL Miguel Induráin ha conseguido aburrir el Tour. Quedan cuatro jornadas y las etapas se soportan entre escaramuzas sin importancia. El despabilado de turno fue el francés Jean Claude Colotti, que cruzó la meta de MontIuçon 16m 15s antes que el pelotón. En medio, un salpicado de ciclistas de relleno (Maassen, Sergeant, Louviot, Nulens y Lilholt). Sin cambios importantes en la clasificación, el pelotón se consuela con cuestiones protocolarias, con nimiedades. Sólo una duda mantiene cierto interés: ¿será Induráin capaz de doblar a Claudio Chiappucci en la contrarreloj?
La fortaleza de Induráin ha dejado el ambiente del Tour extrañamente apagado. Aspectos menores de la carrera cobran una importancia inusitada. Ayer, por ejemplo, el habitual corrillo de informadores que rodea a Chiappucci sólo quiso saber sobre la oferta del Festina. "¡Ah, tengo tantas!", respondió, soberbio, el líder del Carrera. En la llegada, las cámaras buscaron a Jalabert y Museeuw, los protagonistas de la batalla por el jersey verde. Pocos recursos más tienen para mantener la audienciaCoronado Induráin, la prueba ha perdido su hilo vital. Incluso el Banesto da por hecha la victoria del español y vive pendiente de otros temas. La promoción publicitaria es uno de ellos. José Miguel Echávarri, el director, llevaba tiempo molesto por la mínima relevancia que el logotipo de su firma patrocinadora obtenía en el podio del líder. Las bellas de turno, el león de peluche y el ramo de flores ocultaban siempre el nombre del banco.
Todo ello, unido a la pertinaz y curiosa desaparición de la gorra del Banesto cada vez que el navarro cruzaba la meta y a una realización televisiva que apenas ofrecía planos generales del campeón, motivó una queja de Echávarri ante el responsable deportivo del Tour, Jean-Marie Leblanc. Sus suspicacias se basaban en el hecho de que Crédit Lyonnais, firma bancaria de progresiva implantación en España, es uno de los patrocinadores principales de la carrera. Al final, Induráin ha ganado también la batalla protocolaria. Ayer, en Montluçon, pudo lucir en el podio el nombre del Banesto sin cortapisas de ningún tipo.
La etapa mantuvo escasa emoción. Cuatro tachuelas de cuarta categoría y 198 kilómetros de recorrido no daban para mucho. Un tímido ataque de Induráin y Stephens (ONCE) en el descenso de la cota de Confolent Port-Dieu, en el 27, llamó la atención en los primeros minutos. Después, la respuesta de Chiappucci. Ambos, finalmente, permitieron que Colotti (Z), Sergeant (Panasonic) y Maassen (Buckler) se escaparan. Ya no hubo más, salvo el abandono de Konishev (TVM) en el 86. Los tres fugados mantuvieron su enorme ventaja hasta que, en el 155, Colotti decidió dejarlos tirados. Sus compañeros se miraron para ver quién era el que asumía la persecución. Ninguno lo hizo y el francés abrió tajo.
El pelotón, ajeno totalmente a la aventura, cedió terreno con generosidad y, al final, Colotti llegó a la meta con más de tres minutos de ventaja sobre sus dos ex compañeros de aventura, más de ocho sobre otro dos infiltrados (Louviot y Nulens) y más de 15 sobre los restantes. El Tour, con su seguro ganador blindado por su equipo y su propia fortaleza, sólo mantiene el control que el grupo ONCE quiera darle en su afán por garantizar el triunfo por puntos de Jalabert.
Induiráin, el más rápido
Miguel Induráin va camino de convertirse en el más rápido ganador del Tour de Francia. El frenético ritmo que ha mantenido la carrera desde su inicio ha llevado al navarro a marcar una media de 39,726 kilómetros por hora, La anterior plusmarca estaba en poder de otro español, Pedro Delgado, que en 1988 la estableció en 39,142. Le sigue en la clasificación el estadounidense Greg LeMond (1990), con 38,932. El cuarto es también Induráin (1991), con 38,747. "Por mí, si de aquí a París vamos más tranquilos, mejor. Lo cierto es que me encuentro muy bien. Estoy en forma y eso me ayuda a recuperarme sin problemas", manifestó el líder en la salida de la 17ª etapa, en La Bourboule.Poco dado a la euforia, Induráin evidenció signos de su plena confianza en el triunfo final. Sin quererlo, reveló detalles de su estancia como campeón en París: "La idea es que nos quedemos el lunes, aunque no sé qué festejos habrá preparados. Jaleo seguro que habrá. Tampoco sé si iré al Lido. Ya veremos qué me montan. Lo bueno es cambiar, no ir siempre a los mismos sitios". Después del Tour, Induráin tiene la intención de disfrutar de una semana de descanso en su casa. Antes del Campeonato del Mundo en ruta, que se disputará el 6 de septiembre en Benidorm (Alicante), participará en algunas pruebas, entre ellas la clásica de San Sebastián. "Me hace ilusión ganar el Mundial. No por repetir la hazaña de Roche [el irlandés ganó en 1987 el Giro, el Tour y el Mundial], sino por el placer de tenerlo en mi palmarés. Voy a prepararlo bien. Si no es este año, será otro. No tengo prisa".
La contrarreloj de mañana es el único compromiso serio de Induráin antes de subir al podio parisiense. No porque suponga una amenaza, sino porque puede y debe ser su última exhibición. Él lo niega: "No están las fuerzas para doblar a nadie ni para humillar a nadie. Vamos todos muy justillos. Lo fundamental es controlar los tiempos para que no nos ganen ni haya sorpresas". Lo mismo dijo el año pasado, en Macon, y arrasó.
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