Última jornada del Open Británico de golf
Cando la sombra de la luminosamente blanca y curiosamente racionalista casa club del Royal Birkdale invada el green del hoyo 18º, Sergio García, y el golf español con él, tiene una cita en el hoyo en el que Seve Ballesteros -el extraordinario talento de 19 años entonces, salvaje, original y genial-, segundo clasificado, sólo pudo aplaudir a Johnny Miller, ganador del Open Británico.
García, El Niño, que tendrá por entonces 28 años, cargará sobre sus espaldas, y sobre el putter que cuidadosamente apoyará sobre su ombligo, con la tarea de borrar la mancha de Ballesteros, el hombre que lo empezó todo en el golf español, el hombre que comparte con Manolo Santana, Federico Bahamontes o Ángel Nieto el pedestal de los mitos del deporte nacional.
Y, sobre todo, García tratará de borrar su propio pecado, el triple putt, el boggie, que le costó la victoria, hace un año, en el Open del terrible recorrido del Carnoustie escocés. Iba a ser su primer grande. No lo fue por un centímetro. Ballesteros llegó a cinco.
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