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Cinco propuestas para que los niños aprendan de plantas jugando

Los más pequeños pueden disfrutar de la botánica y la jardinería eligiendo una planta para su cuarto e investigando su crecimiento; descubriendo los árboles que hay en el camino al colegio o con una excursión al encuentro de un ejemplar centenario

Niños aprender plantas
Los niños siempre disfrutan cuando juegan con las plantas.Manu Vega (Getty Images)
Eduardo Barba

Las aulas han vuelto a llenarse de anhelos, suspiros, nervios, y también de juegos. Los patios escolares y sus plantas absorben los gritos y las conversaciones de los alumnos, y guardan esos voceríos y secretos para sí, que se suman a los de generaciones pasadas. En clase, es una tarea ardua aprender el conocimiento humano, y hay que encontrar catalizadores que rebajen la exigencia que trae cada día.

Así, observar las plantas para bajar las revoluciones es una buena opción, incluso en la misma habitación del estudiante. En vez de ir a un centro comercial a pasar la tarde, se puede ir un vivero para dar un garbeo y que el niño elija su propia planta. Casi que se convertirá en una compañera de estudios, ya que será una planta especial, porque vivirá en su cuarto. Habría que preguntar a alguno de los trabajadores del vivero por una especie adecuada y todoterreno, para facilitar al niño la tarea de cuidarla. Lo ideal es enseñarle al profesional una foto del sitio concreto donde iría la planta, y el dato imprescindible de la cantidad de luz que recibirá. Para esto último, hay que saber a qué distancia estaría la planta con relación a la ventana, así como las horas del día en las que esa ventana recibe más intensidad lumínica. Cuanto más cerca esté la planta de la ventana, más feliz será, y más fácil será mantenerla sana. Entonces, el niño deberá documentar cualquier cambio en su planta, así como el cuidado que le procure en cada fecha: qué día riega, abona o trasplanta, cuándo se produce el corte de alguna hoja seca, cuándo emerge una flor. Este inventario será como una pequeña investigación, y le hará aprender de la mano de la planta.

Es importante que el chaval escoja la especie, para que desee cuidarla con esmero, dentro de las posibilidades que le ofrezca el vivero. Por cierto, en el caso de que el dormitorio no cuente con buena iluminación natural, la planta se colocará en otra estancia más propicia, pero procurando siempre que sea el niño el que esté pendiente de cuidar la planta elegida. Algunas opciones pueden ser la violeta africana (Streptocarpus ionanthus), el poto (Epipremnum aureum) o una estrella de tierra (Cryptanthus cv.).

Una planta en la mesa de estudio del niño o donde él pueda verla se convertirá en una compañera de aprendizaje.
Una planta en la mesa de estudio del niño o donde él pueda verla se convertirá en una compañera de aprendizaje. Cavan Images (Getty Images/Cavan Images RF)

Otro juego con las plantas como protagonistas tiene que ver con el camino al colegio. Para ello, será preciso pasearlo juntos un día, quizás en el fin de semana, para realizar un sencillo acto: catalogar los árboles del recorrido. Nos podemos ayudar con alguna de las muchas guías que existen; incluso es posible que haya una específica de nuestra ciudad. Cada mañana, los pasos hacia el colegio tendrán un nombre, porque se pasará por debajo del olmo (Ulmus pumila), después al lado de la falsa acacia (Robinia pseudoacacia), de la tipuana (Tipuana tipu) o de una camelia (Camellia cv.).

Si se quieren identificar los árboles con el propio móvil del adulto, es mejor que se realice un día que este vaya solo, para que el niño no sucumba tan rápido a las aplicaciones botánicas. Exponer el resultado de las identificaciones con un libro delante ayudará a fijar el nombre del árbol en la memoria del muchacho.

De camino a la escuela se pueden aprender y nombrar los distintos árboles que acompañan el recorrido.
De camino a la escuela se pueden aprender y nombrar los distintos árboles que acompañan el recorrido. Dejan Marjanovic (Getty Images)

Y ya que se anda entre árboles y paseos, otro juego hermoso tiene que ver con la visita a un venerable anciano. Con este fin, localizaremos el árbol más antiguo de la comarca o de la ciudad, para visitarlo a continuación. Hay numerosos listados y catálogos donde se recogen los datos de estas catedrales vivas centenarias. Antes de esta visita habría que preparar a conciencia todo lo relacionado con el árbol, como sus parámetros de altura o de edad, hasta los propios de la especie, como su lugar de origen, fenología —cuándo florece o brota, por ejemplo—, o las leyendas y usos que le rodean. Se puede completar la excursión con una sesión de fotos o con un dibujo del árbol. Narrar lo que ocurrió en los años en los que nació ese ejemplar siempre es fascinante y hace sentir con más fuerza su vitalidad. Cuando no se sabe el año concreto, que sería lo más habitual, habría que escoger una década aproximada para relatar esos hechos.

Una manera de aprender cosas divertidas con plantas es la de realizar talleres de impresión botánica como la de la cianotipia.
Una manera de aprender cosas divertidas con plantas es la de realizar talleres de impresión botánica como la de la cianotipia.emac images (Getty Images)

Asimismo, se puede obtener nuestro propio calendario botánico. Para eso, una opción muy sencilla es la de apuntar los cambios en las plantas cercanas, en todas, tanto las hierbas como los árboles. En una agenda se escribirán aquellas sorpresas que nos deparan las especies que crecen alrededor de casa. “Hoy he visto la primera flor de un diente de león”; “las yemas del aligustre a punto de abrirse parecen pequeños repollos”; “los olmos de la calle están tiñendo sus hojas de color amarillento, algunas anaranjadas. Volveré a apuntar cuando no quede ninguna en sus ramas”. Todo es digno de quedar recogido, aunque sea algo mínimo.

Si queremos inspiración para esta labor, un libro ideal es La felicidad de vivir con la naturaleza (Blume, 1979), el diario que ilustró la naturalista Edith Holden al más puro estilo inglés, con la belleza de lo cotidiano. Si se consulta, el niño urbano quizás piense que la naturaleza de su entorno no es tan rica como la que retrata magistralmente esta mujer. Pero justo esa es la idea que hay que transmitir, la de que los detalles de las plantas en la ciudad son iguales o a veces más interesantes que en pleno campo. Si se tiene constancia, al cabo de un año se obtendrá un precioso calendario botánico del barrio, ciudad o pueblo donde se viva.

Anotar en un diario todos aquellos cambios en las plantas que llamen la atención del niño es un juego de observación perfecto.
Anotar en un diario todos aquellos cambios en las plantas que llamen la atención del niño es un juego de observación perfecto.Alistair Berg (Getty Images)

Un último juego tiene que ver con realizar un pequeño curso. En los jardines botánicos, en asociaciones vecinales o a través de alguna red social o en internet es posible encontrar algún taller relacionado con vegetales, y aprender así cosas sorprendentes como teñir tejidos con plantas, realizar cianotipias y antotipias botánicas, decorar con estampados de hojas y flores —como con la técnica japonesa del gyotaku—, o componer un pequeño jardín en miniatura para colocar en una repisa o sobre la mesa de estudio. De esta forma, una tarde cualquiera, nuestra hija, sobrino o nieta puede abrir una puerta nueva y dejarse embargar por la belleza de las plantas jugando.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.
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