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El regreso triunfal de Trump

El republicano quiere ejercer el poder desde el primer día con promesas de venganza política y planes de deportaciones masivas. Su vuelta a la Casa Blanca este lunes supone una prueba de resistencia para la democracia de EE UU y un manotazo en el tablero geopolítico

Donald Trump
Donald Trump, el pasado 4 de noviembre en Reading (Pensilvania).Chip Somodevilla (Getty Images)
Miguel Jiménez

Donald Trump se despidió de sus seguidores la mañana del 20 de enero de 2021 en la base aérea Andrews de las afueras de Washington antes de partir rumbo a su mansión de Mar-a-Lago (Florida). “Adiós. Os queremos. Volveremos de alguna manera”, dijo, con la primera dama, Melania, a su lado, vestida de negro, como de riguroso luto. Los altavoces atronaron con los acordes de YMCA, la canción de Village People que forma parte de la banda sonora del trumpismo, mientras el matrimonio se dirigía de la mano por última vez a las escalerillas del Air Force One, el avión presidencial. Cuatro años después, Trump ha vuelto, y no de cualquier manera. El suyo es un regreso triunfal, el del único presidente de Estados Unidos que recupera el cargo tras haberlo perdido, además de Grover Cleveland en 1893.

El republicano de 78 años retorna este lunes a la Casa Blanca con experiencia, sin complejos, rodeado de leales y dispuesto a ejercer el poder desde el primer día con decenas de decretos que empezarán a borrar el legado de la presidencia de Joe Biden, reducida a un interregno entre sus dos mandatos. Cuatro años después del asalto al Capitolio, la vuelta al poder de Trump, con sus promesas de venganza política, sus planes de deportaciones masivas inmediatas, su negacionismo climático y el resto de su agenda extremista, supone un terremoto interno, una nueva prueba de resistencia para la democracia y las instituciones estadounidenses. El regreso del populismo nacionalista de Trump es también un manotazo en el tablero geopolítico, con su extraña mezcla de aislacionismo y ansias imperialistas, salpimentada con amenazas de aranceles a diestro y siniestro.

En su primer mandato, Trump forzó con frecuencia las costuras de su autoridad ejecutiva y los jueces anularon medidas en que se extralimitó. Pocos dudan de que la historia se repetirá y parte de sus decretos serán impugnados en los tribunales. Los jueces serán, en palabras de Chuck Schumer, líder demócrata del Senado, “un escudo para proteger la democracia”. El Tribunal Supremo tiene una supermayoría conservadora que facilitará las cosas al presidente, pero ha mostrado que no se plegará sin más a los deseos de Trump. Rechazó su petición de suspender la prohibición de TikTok y también la de evitar que fuera sentenciado por el caso Stormy Daniels. Trump marca así otro hito: será el primer delincuente convicto que jura el cargo de presidente.

Trump ganó las presidenciales del 5 de noviembre con 77,3 millones de votos (el 49,9%), 2,3 millones más que Kamala Harris, la primera mujer negra que aspiraba al cargo. Capitalizó la frustración de amplias capas de la población con las subidas de precios, la entrada masiva de inmigrantes y la conflictividad internacional que lastraron la presidencia de Biden, pero sacó partido también de su indudable carisma. Convirtiendo la xenofobia en eje de su campaña, como ya hizo en 2016, azuzó el odio a los inmigrantes en su provecho.

Si su primera victoria, la de un promotor inmobiliario transmutado en estrella de la televisión, ya desafió las leyes de la gravedad de la política estadounidense, su reconquista del poder también parecía una hazaña improbable. Los votantes le perdonaron sus escándalos, imputaciones y condenas. Regresa al cargo con cara de pocos amigos, con un retrato oficial que recuerda más a su ficha policial que a la imagen sonriente de su fotografía presidencial de 2017.

El centro de Washington está ya blindado para la toma de posesión. Como marca la 20ª Enmienda de la Constitución, Trump asumirá el cargo a mediodía (18.00 horas en la España peninsular). El 45º presidente de EE UU pasará a ser también el 47º, el de mayor edad al asumir el cargo. La investidura se celebrará en la Rotonda, la amplia sala redonda bajo la gran cúpula del Capitolio, tras el cambio de planes de última hora debido a la ola de frío polar que azotará Washington este lunes, el blue monday, convencionalmente considerado el día más deprimente del año.

Estará rodeado de pinturas como la Declaración de Independencia o El bautismo de Pocahontas y de estatuas de ocho antiguos presidentes, entre ellos Thomas Jefferson, Dwight Eisenhower y Ronald Reagan, el último que juró a cubierto por culpa del frío.

Con la mano izquierda sobre la Biblia, la derecha en alto y ante el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, Trump jurará lealtad a la Constitución. El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, ha ordenado que la bandera estadounidense del Capitolio se ice hasta lo más alto. Trump había manifestado su frustración por la posibilidad de que ondeara a media asta en su investidura debido a los 30 días de luto por la muerte de Jimmy Carter.

Con el traslado de la ceremonia al interior del Capitolio, solo los invitados más selectos, en torno a unos 600, estarán presentes. Serán testigos directos del acto el actual presidente, Joe Biden; los tres expresidentes vivos, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama; mandatarios extranjeros ―una novedad de esta edición― como la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán y los presidentes de Argentina, Javier Milei, y de El Salvador, Nayib Bukele; aliados de Trump, y grandes donantes, entre ellos magnates tecnológicos como Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Tim Cook. Entre quienes han dejado claro que no asistirán están Nancy Pelosi, expresidenta de la Cámara de Representantes y jefa informal de la oposición durante su primer mandato, y Michelle Obama, que presenció como primera dama saliente a la investidura de Trump de hace ocho años.

Sus seguidores se darán cita en el Capital One Arena, el estadio de los Washington Wizards, situado a un kilómetro de distancia, para seguir la retransmisión. Trump dará un mitin en ese mismo escenario este domingo. Village People, cómo no, interpretará en directo su YMCA.

Visión apocalíptica

El discurso inaugural del lunes marcará el tono de su llegada al poder. Hace ocho años, dibujó una lúgubre estampa del país, presentándolo como víctima de una masacre, la “carnicería americana”. Su visión se ha vuelto más apocalíptica desde entonces, aunque la delincuencia haya caído, la economía vaya bien y hasta el flujo inmigratorio irregular haya frenado en seco.

En 2017, Trump prometió devolver el poder al pueblo, sin que eso se tradujese en nada concreto durante su mandato. Ahora llega rodeado de lo que Biden describió en su discurso de despedida como una nueva “oligarquía”, un “complejo tecnológico industrial” ―eco del complejo militar industrial que denunció Eisenhower― que concentra poder y riqueza extrema.

En su primera toma de posesión, proclamó su “América primero”, antesala de los aranceles y de su nacionalismo en política exterior, y cerró con el lema plagiado de la campaña de Reagan de 1980, el Make America Great Again ―cuyas siglas MAGA son ya sinónimo de trumpismo―, que a buen seguro resonará este lunes de nuevo en el Capitolio.

Aunque el presidente electo ha dejado claras algunas de sus prioridades, el modo en que las palabras se traducirán en hechos es en buena medida imprevisible. La incógnita se empezará a despejar este lunes, cuando jure el cargo, pronuncie su discurso y empiece a adoptar sus primeras decisiones. Trump dijo en campaña que solo sería un “dictador” el primer día. “Vamos a cerrar la frontera y vamos a perforar, perforar y perforar. Después de eso, no soy un dictador”, aseguró.

Redada de migrantes en Chicago

El equipo de Trump ha dejado claro que no pretende “cerrar la frontera” literalmente, sino que con esa promesa, repetida tantas veces, se refiere a cortar el paso a la inmigración ilegal. Trump ha asegurado que el primer día pondrá en marcha el mayor programa de deportación de inmigrantes de la historia y ha sugerido que podría utilizar incluso al ejército. Su zar de la frontera, Tom Homan, prepara una gran redada en Chicago desde el martes como escarmiento a las llamadas ciudades santuario, según reveló The Wall Street Journal. “Va a haber una gran redada en todo el país. Chicago es solo uno de los muchos lugares”, declaró Homan a Fox News.

En una entrevista de diciembre, Trump aseguró que inicialmente se centrará en “los delincuentes” y que luego con el resto verá “cómo va”, abriendo la puerta a un pacto para que los llamados dreamers (que llegaron como menores hijos de inmigrantes y han hecho su vida en el país) se queden en EE UU. Pero las deportaciones pueden empezar de inmediato. El Congreso ultima, con apoyo demócrata, una ley que facilitará las expulsiones de los acusados de delitos menores y el equipo de Trump prepara decretos para agilizarlas.

También quiere restablecer su política Quédate en México, por la cual los solicitantes de asilo tienen que permanecer al otro lado de la frontera mientras se tramitan sus peticiones. Sus asesores han estado analizando también la posibilidad de declarar una emergencia sanitaria, como la que permitió agilizar las expulsiones en la pandemia en virtud del famoso Titulo 42. Además, también quiere eliminar la obtención automática de la nacionalidad por parte de los nacidos en EE UU si sus padres son inmigrantes sin papeles, aunque no está nada claro que tenga potestad para hacerlo por decreto.

Como esa, muchas otras de las promesas del primer día, ni siquiera están en sus manos, porque dependen del Congreso, como eximir de impuestos a las propinas ―dijo que lo haría “de inmediato”, “lo primero en el cargo”― o, escapan de su control, como la más sonada de todas: acabar con la guerra de Ucrania (en ocasiones dijo que sería ante incluso de tomar posesión). De hecho, hasta el concepto de primer día es difuso: en 2017 consideró como tal el 21 de enero, el siguiente a la investidura.

Pero Trump ha puesto plazos incluso más perentorios ―y un poco absurdos― como el de “la primera hora”, “quizá en los primeros nueve minutos” para indultar a condenados e imputados por el asalto al Capitolio, algo en lo que sí tiene plena potestad. No necesitará despedir “en dos segundos”, como dijo, al fiscal especial Jack Smith, que le investigó, porque ya dimitió la semana pasada.

“Perforar, perforar, perforar” se puede traducir en una declaración de emergencia energética nacional para impulsar la aprobación de más yacimientos, oleoductos y refinerías, además de centrales eléctricas y reactores nucleares, pese a que la producción de crudo ya está en máximos históricos. Es probable que Trump decida volver a retirar a EE UU del Acuerdo de París sobre emisiones en los primeros días.

También acabará el primer día, ha dicho, con el “mandato de coches eléctricos”, aunque tal cosa no existe. “Pondré fin al mandato eléctrico en los coches el primer día. Deberías tener eléctricos, pero tienes que tener gasolina. Tienes que tener de todo” dijo confusamente en una entrevista. No parece que con Elon Musk como aliado vaya a vetar los coches eléctricos, pero puesto que ya la inmensa mayoría de coches son de gasolina, su promesa tiene poco sentido. Lo más cercano que puede hacer es derogar normas aprobadas por el Gobierno de Biden que limitan las emisiones de gases contaminantes.

Los aranceles a México y Canadá también eran para el primer día si no detenían la entrada de inmigrantes y drogas. “El 20 de enero, como una de mis muchas primeras órdenes ejecutivas, firmaré todos los documentos necesarios para cobrar a México y Canadá un arancel del 25% sobre todos los productos que entren a EE UU”, aseguró entonces. ¿Sigue en vigor esa amenaza? ¿Habrá otros aranceles el primer día?

Revertir decretos de la era Biden está también en la lista de tareas. Trump pretende eliminar protecciones que estableció su antecesor para los empleados federales y las personas trans ―estas ya suspendidas por un tribunal―, así como derogar normas medioambientales. También quiere marcar nuevas prioridades, como las criptomonedas. “Muchas cosas se harán el primer día. Os dará vueltas la cabeza cuando veáis lo que va a pasar”, le dijo al público en una entrevista de campaña en Glendale (Arizona) en octubre. Más recientemente, el presidente electo trasladó a los senadores que preparaba un centenar de medidas para los primeros días.

Trump ha manifestado también su deseo de que el Congreso apruebe lo antes posible una “gran, hermosa ley” con las prioridades de su agenda legislativa en las materias que no puede regular por decreto. Abarcaría rebajas fiscales (prorrogar las que firmó en 2017 que expiran este año e incluir otras nuevas), migratorias y energéticas, entre otras. Cada ejercicio, el Congreso puede aprobar por la vía rápida una ley relacionada con ingresos, gastos y deuda mediante un procedimiento llamado de reconciliación en el que no hacen falta los 60 votos requeridos en el Senado para las leyes ordinarias. Aun así, la precaria mayoría republicana en la Cámara de Representantes, la inexistente disciplina de voto y la complejidad de la ley dificultarán la tarea. Hasta qué punto el presidente pueda imponer su autoridad sobre los legisladores de su partido definirá si el Congreso actúa como contrapoder o se convierte en un rodillo.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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